“Caribe Nostrum”, patrimonio sonoro de La Ceiba y de Cuba
25 de mayo de 2016
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Luego del Gran Premio Cubadisco 2016, otorgado al disco “Caribe Nostrum”, producido y realizado por el sello discográfico La Ceiba, perteneciente a Habana Radio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, conversamos con el protagonista de esta producción, el Maestro Guido López-Gavilán.
Amén del Gran Premio Cubadisco, del Premio de Música de Concierto en la pasada edición de la Feria del Disco en Cuba, ¿qué lugar ocupa “Caribe Nostrum” dentro de la carrera y dentro de la discografía de Guido López-Gavilán?
“Caribe Nostrum” es, en principio, el nombre de una obra que es justamente la que inicia este disco. O sea que, si hablamos de “Caribe Nostrum” como obra, es una cosa; pero si hablamos de “Caribe Nostrum” como proyecto general, es otra.
El proyecto que ha sido premiado es realmente para mí un trabajo muy importante porque, en primer lugar, está integrado todo por obras mías, básicamente para orquesta de cuerdas, pero se integra también violín, piano y clarinete, con el Trío Concertante; también se integra el piano solo, clarinete solo y violín integrado.
Por otra parte, es un proyecto muy bello, ambicioso, porque es un concierto que se realizó en la Basílica Menor de San Francisco de Asís, el cual se grabó y se filmó en vivo. O sea, que lo que estamos viendo y escuchando es lo que sucedió allí aquel día, y eso para un artista es un compromiso, porque no es lo mismo tener la posibilidad de grabar en un estudio, repetir tantas veces como sea necesario, editar tantas veces como sea necesario, sino que estás basándote en algo que sucedió, que obviamente se retoca después mediante ediciones, mediante mezclas de grabaciones, pero es un material que es lo que sucedió en ese momento.
Me parece que fue un excelente concierto, y como artista, como músico, generalmente yo al menos prefiero eso; prefiero la música en vivo, la música que está rodando – la sangre en la arena, como diría un torero – en ese momento, porque siempre tiene una fuerza, tiene una entrega, tiene un dinamismo diferente al que se logra en un estudio que, como quiera que sea, es frío, no es el contacto con el público, no es el momento en que se produce la música. Porque una de las características maravillosas que tiene nuestro arte es que se produce en el tiempo. No hay otra manera de saber cómo se produce la música si no es escuchando un instante detrás del otro instante, y esa es una de las magias mayores que tiene nuestro arte.
¿Cómo está conformado el disco? ¿Cómo fue el proceso de producción? Pienso que ya el hecho de ser un concierto en vivo en la Basílica, para el artista es mucho más compromiso…
En el disco participan la orquesta de cámara Música Eterna, que es con la cual yo trabajo; el Trío Concertante, que jugó un papel importantísimo en este proyecto, en la génesis, porque fue conversando con ellos que surgió la idea; y también se invitó a Aldo López-Gavilán Junco, mi hijo mío, puesto que hay una de las obras que está dedicada a él, una obra muy linda, muy simbólica, que le dediqué cuando era muy pequeñito, cuando empezaba a estudiar el piano, y que esta vez él la toca, ya después de gran pianista, pero la interpreta como parte de este disco. Esta producción se traduce como un reconocimiento a mi persona, a mi música, a mi trabajo, porque está todo integrado con obras mías de distintos formatos y tomado en vivo también; o sea, filmado en vivo por el equipo de La Ceiba de la Oficina del Historiador de la Ciudad, quienes fueron los que apadrinaron este proyecto.
Le quiero agradecer a Eusebio Leal muy específicamente, no solamente esto, sino todo lo que ha hecho durante toda su vida, todo lo que nos ha regalado a los cubanos, todo el aporte ofrecido, que a cada instante uno siente que está su mano presente cuando atraviesa ese sector maravilloso de nuestro país que es La Habana Vieja y todo lo que ha tocado él, todo lo que ha tocado la Oficina del Historiador, y el disco producido por La Ceiba es una muestra más de esto, una pequeña muestra que por suerte me involucra personalmente.
También fue apoyado por Producciones Colibrí, del Instituto de la Música, que es una productora que ha jugado un papel fundamental en la difusión de la música cubana de los últimos años, justamente por apoyar proyectos como este.
El hecho de que el disco haya sido galardonado justamente con el Gran Premio del Cubadisco de este año francamente me sorprendió. Primero, porque es un disco que no es el habitual: el tipo de formato, el tipo de música, de lenguaje, no es el habitual que ha sido premiado durante casi todos estos veinte años, y un tipo de música que no es de mayorías – por suerte o por desgracia –, pero es un tipo de música dirigida a un público que disfruta un determinado lenguaje musical que no es el de la inmensa mayoría, lamentablemente, pienso que por un problema de educación, un problema de cultura general, un problema de información básicamente, no por ningún tipo de otra consecuencia; pero me sorprendió, francamente me sorprendió. Me halagó mucho, y me siento muy contento y muy comprometido además, porque durante estos veinte años ha sido premiado lo mejor que se ha producido en la música cubana, y dentro una música tan fuerte como es la música bailable cubana, la popular cubana, que es una de las músicas más fuertes en todo el mundo, y por esa razón, el premio es un gran compromiso y una gran satisfacción, realmente.
Mencionaba el sello discográfico La Ceiba y mencionaba la Oficina del Historiador. ¿La relación de Guido con la Oficina del Historiador? Sabemos, por ejemplo, que se presenta habitualmente en La Basílica, que es un templo sagrado del Centro Histórico habanero no solamente para Música Eterna, sino para todos los músicos cubanos de orquestas de cámara y de orquestas de mayor formato. Cuéntenos un poco cómo ha sido esa relación siempre estrecha entre la Oficina y Guido y por qué escoge lugares como la Basílica.
Siempre ha sido muy estrecha, muy querida la relación con la Oficina del Historiador por la labor que han hecho de promover lo mejor de la cultura cubana y ofrecer sus espacios para este objetivo. Por ejemplo, la Basílica a mí me gusta justamente porque es un templo de la música en Cuba. Hay algunas buenas salas, como es la sala Dolores, como es la sala White, que se ha quedado muy bien reconstruida, pero la Basílica tiene justamente ya una magia especial, que está dada por el lugar, por el entorno, pero está dada sobre todo por el personal que ha trabajado durante todos estos años, Gertraud Ojeda muy especialmente, quien siempre estará vinculada a la Basílica, como ha estado vinculado Eusebio, como han estado vinculados los distintos compañeros que trabajan actualmente y lo han hecho a lo largo de estos años. Eso hace que uno se sienta especialmente bien cuando va a la Basílica.
Soy casi que miembro fundador de la Basílica. Desde los primeros meses de creada esa sala de conciertos, estoy trabajando allí. Justamente Música Eterna, su primera presentación la hizo ahí, hace más de veinte años. Y siempre se crea una relación con el lugar, con la empleomanía – por decirlo de alguna manera –, y con el público una relación muy especial. El público siente esto que estamos hablando, la gente cuando está en la Basílica se siente particularmente bien. A veces hemos tenido llenos, super repletos, recuerdo algunos conciertos que hemos hecho con la familia completa, que la cola ha llegado hasta la Avenida del Puerto, y hemos dicho: “¿Y cómo metemos tanta gente aquí?”. Y se han aglomerado en los pasillos, pero sin embargo han podido disfrutar del concierto. Son recuerdos muy bellos.
En lo particular, me mueven mis recuerdos también familiares, porque hemos presentado la familia completa: con Teresita, Aldo, Ilmar. Mi madre ha estado presente desde el inicio, incluso tiene un verso muy hermoso, que alguna vez sacaré a la luz, pero ella escribía versos también, algo que se llama algo así como “En la Basílica…”, rememorando este tipo de encuentros familiares con el público asistente allí. O sea, que para mí es uno de los lugares más queridos para presentarme.
Sé que para un padre es muy difícil hablar de su hijo. Hay una pregunta sobre la que me interesaría mucho que reflexionara. Sabemos que existe un fuerte movimiento en nuestro país de música de concierto y que hay una proliferación de orquestas importantes también. ¿Qué distingue al conjunto de música de cámara Música Eterna, que dirige usted, del resto de las propuestas similares o de otros formatos aquí en Cuba?
El formato es el mismo. Cuando tú hablas de una orquesta de cuerdas, de una camerata, como se le llama también, el formato es el mismo. Es un grupo de primeros violines, un grupo de segundos, de viola, de violoncelo, uno o dos contrabajos; más o menos unas quince personas es lo que conforma habitualmente ese tipo de agrupación.
Lo que le imprime su propia personalidad es, en primer lugar, el director; en segundo lugar, los integrantes, y en tercer lugar, la relación que pueda existir entre ellos y también el tipo de repertorio que abordan.
Que yo recuerde, el primer conjunto de este tipo así que se creó, no puedo decir que en Cuba, pero sí después de la Revolución, fue la Camerata Brindis de Salas, que se inició como orquesta de música de cámara de la Brigada Hermanos Saíz, que tuve el gusto de dirigir, integrado por un grupo de jóvenes muy talentosos, básicamente vinculados con la Escuela Nacional de Arte – el Instituto no existía cuando aquello, era básicamente la Escuela Nacional de Arte – y algunas escuelas de música.
Estoy hablándote de los finales de los años ’70, de los años ’80. Empezamos a hacer un tipo de trabajo donde se integraba la música básicamente del barroco con algunas sonoridades actuales, pero también se empezaba a integrar la música cubana de orden popular, versiones de música popular. Y justamente para esta agrupación, para la Camerata Brindis de Salas, escribí una obra que se ha hecho muy conocida, “Camerata en Guaguancó”, que después, gracias a la Camerata Romeu, tuvo otro empaque, otra difusión internacional. Y, bueno, es una obra que ha tenido muy buena aceptación, que me han pedido que haga versiones para orquesta sinfónica, versiones para sinfónica y coro, y he hecho versiones de distinta índole, que han sido tocadas en muy diversos países del mundo y en muy diversas combinaciones.
Me hablabas de Música Eterna. Música Eterna es la continuación de este proyecto, después de la Camerata Brindis de Salas; creo que fue por el año 1995 que decidí constituir esta joven agrupación, que era integrada por estudiantes únicamente en un inicio, igual vinculados con la Escuela Nacional de Música, con el Instituto Superior de Arte, con el Amadeo Roldán. Eran jóvenes estudiantes todos. Fue pasando el tiempo, fueron graduándose, fueron ubicándose algunos en otros lugares; de sus integrantes, hay muchos que están en el exterior, otros están en la Sinfónica Nacional; tengo a gente tan querida como Irving, que está en los Van Van, que fue concertino de Música Eterna; tengo algunos que se mantienen, como es Liliana Serrano, que es la concertino desde hace muchos años, de la época fundadora.
Mencionabas algo así como los hijos. De cierta forma los veo a todos como parte de mis hijos, porque siempre han sido jóvenes. Como mis hijos también se han ido desarrollando, han ido buscando su lugar en el mundo, unos desde Cuba, otros fuera de Cuba. Y Música Eterna hoy por hoy es un excelente grupo, una orquesta de cámara yo diría de primer orden, con un repertorio como este que se maneja en este disco, “Caribe Nostrum”, que es mi música, pero mi música más de concierto.
Con Música Eterna, lo mismo se puede abordar una obra del siglo XXI con un lenguaje muy avanzado estético, que se puede abordar un guaguancó, que se puede abordar un son. Y tengo gente que improvisa de una manera excepcional, músicos muy jóvenes, pero todos muy talentosos. Hemos creado lo que le llaman química, de una manera muy especial, y me siento muy contento trabajando con ellos, como creo que nos sentimos contentos trabajando en conjunto. Y este reconocimiento nos ayuda en nuestro trabajo.
Futuros proyectos discográficos, algunos adelantos que nos pueda hacer Guido sobre otros discos u otras presentaciones.
Proyectos muchos, por supuesto. Siempre uno procura tener proyectos; unos que tienes tú, otros que te caen del cielo.
Hoy por hoy, estoy trabajando una obra coral, que me ha sido encargada por el Simposio Mundial de Música Coral, que se va a celebrar el año próximo en Barcelona, España, y que reúne coros de todo el mundo. Se les encarga a algunos compositores obras especialmente para ser estrenadas, y yo he tenido el honor de que haya sido seleccionado entre esos compositores de todo el mundo para escribir una obra, y estoy trabajando en eso. Justamente en estos momentos es lo que más ocupado me tiene, desde el punto de vista de la creación; pero siempre hay otros proyectos colaterales, tanto en la composición como en la ejecución de obras.
Cosa importante: obras que se deben estrenar próximamente, tengo una que para mí es importante porque es primera vez que abordo el género, que por otra parte no sé exactamente como catalogarla, porque es una pequeña ópera, pero que no es una ópera. Es una obra que trata sobre Caturla, es un homenaje a Caturla; por eso él es el personaje central de la obra. El título es “Caturla, la muerte y la vida”.
Tiene tres cantantes: una soprano, que todo indica que la va a ser Bárbara Llanes, que personifica la vida y la muerte; un barítono, que personifica a Caturla, que debe ser Yunier Gaínza; un tenor, que personifica al delincuente que asesina a Caturla, que todavía no tenemos decidido ese personaje quién lo va a asumir; una orquesta de cámara, que obviamente va a ser Música Eterna, y una orquesta de cuerda con algunos instrumentos de viento, como un clarinete bajo, un clarinete, trompeta, percusiones, corno, un pequeño conjunto, una pequeña orquesta que escenifique, pero no es necesario una escenografía. Está prevista como una obra de concierto, una especie de mezcla entre una obra concertante y una ópera; después alguien le pondrá el género. Pero esa es la idea.
Lo que está planificado es estrenarlo en Casa de las Américas, en el contexto del Festival de La Habana de Música Contemporánea de este año. Justamente se están cumpliendo 110 años del nacimiento de Caturla, y es un homenaje a ese grande de la música cubana, grande de la ética, de la moral cubana, de la conciencia que le costó la vida. Y es una manera de rendirle tributo muy merecido a una de las grandes figuras que ha habido a lo largo de la cultura de nuestro país.
Con Guido se puede hablar de muchos temas, de la pedagogía, de su familia; pero hay un asunto con el cual quisiera cerrar la conversación, y que resulta ineludible: el Premio Nacional de Música, junto con Beatriz Márquez. ¿Llega el premio justo en el momento en que Guido piensa que debe recibirlo? ¿Es ya el cierre de una carrera? ¿Cómo ve el Premio Nacional de Música?
Ojalá no sea el cierre, aunque me estoy preocupando, la verdad; porque, cuando uno empieza a recibir premios y condecoraciones, es preocupante. Espero que todavía pueda optar por algunos más. (Risas).
No, en realidad no creo que nadie trabaje en pos de una condecoración o en pos de un reconocimiento, por lo menos los artistas verdaderos, sinceros, tienen el compromiso con el arte básicamente, consigo mismo, con llegar al máximo de sus posibilidades en cualquiera de las ramas que se manifieste. Y esto lo digo de los artistas; pero eso lo mismo puede ser un deportista, que puede ser un médico, un ingeniero, un trabajador de la comunicación, un político, un militar, cualquiera de las ocupaciones humanas. El que tiene esa vocación, tiene una guerra consigo mismo, cualquiera que sea su actividad, y esa persona nunca va a estar satisfecha con lo que logra, ni creo que lo haga en busca de glorias o lauros personales.
Hay quien se dedica a buscar lauros personales, es parte de su carrera buscar esos lauros; hay quien los logra. Hay a quien le llegan los lauros como parte de una vida, de una consecuencia de un trabajo dedicado. Pienso que yo me encuentro más en este segundo grupo. Cuando trabajo, trabajo por hacerlo con el compromiso conmigo y con mi país, con el público a quien está dirigida la música. Y esa es mi manera de ver las cosas. Si llega algún reconocimiento, bienvenido sea, siempre se agradece.
Ahora me acuerdo que tengo una obra coral con texto de Tagore, que se llama Mi canción. Son tres partes, y la tercera parte está basada en los pequeños textos que tiene él que son lapidarios, y que, después de terminada la obra, yo tengo puesto que el intérprete debe interrumpir los aplausos, y decir: “La alabanza me avergüenza porque la mendigo en secreto”. Eso lo decía Tagore, eso te lo dice cualquier ser humano. Es humano que uno se sienta bien cuando lo alaban, pero no es necesariamente una razón para trabajar buscar la alabanza, sino muchas veces parte de una necesidad interior, que creo más bien que es el caso mío, aunque nunca está de más la alabanza.
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