Es casi medianoche y una neblina cubre desde hace una hora La Habana. No es niebla, la noche está nublada pero no han caído más que dos gotas. Es humo. Humo de latas de refresco y sardinas que prestaron sus cuerpos para iluminar San Lázaro desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta la Fragua Martiana.
Ahora esas latas son restos de metal derretidos o haciéndose trizas en el suelo. En este instante un ejército de barrenderos perfectamente uniformados termina con ellas. Pero hace unas horas esos cilindros viejos eran testigos de reencuentros de amigos, coros improvisados al ritmo de Silvio o Buena Fe, saltos en grupo, gritos, risas…
Casi 30 mil personas encabezaron este lunes la Marcha de las Antorchas en espera del aniversario 167 del natalicio de José Martí. Presididos por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, también se encontraban esta noche José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Comité Central del Partido, Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y el primer ministro, Manuel Marrero Cruz.
Hace 67 años esas latas se armaron con una compra clandestina en una ferretería de Feíto y Cabezón en la calle Carlos III. En el Estadio Universitario se mezclaría goma en un caldero gigante, hasta tener la suficiente para hacer las antorchas de aquellos jóvenes que, encabezados por Fidel, no querían dejar morir al Apóstol en su centenario.
En el mismo lugar donde Martí cumplió condena con 17 años durante unos meses de 1870, con un pico en la mano y un grillete en el pie derecho. Allí, en la cantera de San Lázaro, el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en aquel entonces, conocido como Quino, dijo: “Con esta marcha se da inicio al homenaje al Apóstol”.
Hoy, casi 70 años después, el presidente de la FEU, José Ángel Fernández Castañeda, dijo que los cubanos honran a un intelectual fuera de serie, un político brillante y un revolucionario ejemplar.