¿Arturo Montoto hace un paréntesis?
10 de septiembre de 2018
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Recientemente se exhibió en la Galería Gorría, ubicada en la calle San Isidro 214, entre Picota y Compostela, en la Habana vieja, una interesantísima exposición del destacado pintor, dibujante, grabador, escultor y fotógrafo Arturo Montoto, un artista muy conocido por su sugerente tema relacionado con la representación pictórica de las frutas, pero con Dark, da hado un giro total y, además de acercarse a la escultura como medio expresivo, lo ha hecho reduciendo la paleta al mínimo y apostando por el gran formato.
En reciente conversación con el espacio Luces y sombras de Habana Radio, el artista reconoció que Dark es una suerte de “paréntesis” en su trabajo y aseguró sentirse “muy satisfecho” con la acogida que tuvo la muestra.
“Son las esculturas de mayor formato que he realizado hasta el momento. Hace unos años en Italia hice varias, pero pequeñas y en bronce, soporte que hace complejo en las condiciones de Cuba por la carencia del material. Por eso decidí hacerlas empleando la resina y fibra de vidrio. Comencé a hacer malabares hasta que logre realizar cuatro piezas aunque quería concebir muchas más no tanto para la exposición sino porque tengo deseos de hacer esculturas. Para la muestra siempre pensé que con cuatro o cinco porque por muy grande que sea el espacio, las esculturas de gran formato abarcan demasiado. Por esa razón, hay que ser cuidadoso.
¿”Mal de ojo”?
Es una de las piezas que más gusta: se trata de un huevo roto cuya cáscara, también rota, está en el piso, y dentro se ve la yema de huevo sumergida y flotando en la clara. Desde el punto de vista técnico me dio mucho trabajo lograr ese efecto. En toda mi obra pictórica están representados estos objetos: el huevo ha sido recurrente y también lo ha sido la sandía, la pelota de beisbol y las cestas. Lo que he hecho es magnificar cuatro objetos: en el caso del huevo, mide 1,60 metros de largo y 1, 65 metros de alto. De manera que el espectador se puede asomar y descubrir lo que hay dentro. Todas las esculturas son negras, pero esta tiene la yema de huevo amarilla como es en realidad y está flotando en la clara.
Los títulos para ti siempre han sido importantes, ¿por qué “Mal de Ojo”?
El huevo tiene muchas significaciones simbólicas porque no solamente es usado como alimento sino en muchos tipos de rituales religiosos. Por otra parte, cuando veo un huevo roto se me asemeja a un ojo, entonces, por un lado, la asociación del ojo con el mal y la carencia del huevo en el mercado se crea una red de asociaciones.
¿Y “Agua y Carbón”?
Es una cesta que tiene la función de contenedor, pero que no pude retener el agua. Es imposible echar agua en una cesta y eso, de algún modo, responde a un tipo de pensamiento filosófico: no viertas agua en una cesta que se va, y al mismo tiempo usualmente cuando hemos querido hacer algo y no ha sido posible decimos que ‘se nos convirtió en agua y carbón’. También está la asociación del carbón con el negro.
¿”Dividendo”?
La sandía es algo que he utilizado muchísimo en mis cuadros: es una fruta bellísima, de un esplendor tremendo y que ofrece grandes posibilidades expresivas y esa tajada de sandía sugiere la idea de una barcaza o algo así. Pero, también es el dividendo, es la porción que nos toca de algo que es entero. Es decir, de la sandía entera nos ha tocado una parte: esta es mi porción, esto es lo que me toca.
“Sutura” es una escultura que llama la atención por su tamaño y por su significado.
“Sutura” es una pelota de beisbol negra con pespuntes rosados. La costura está realizada con hilo real. Su título alude a varias cosas: la costura de la pelota recuerda la sutura de una operación quirúrgica, y aunque no soy un conocedor ni disfruto el beisbol como la mayoría de los cubanos –incluso con mi amigo el escritor Leonardo Padura siempre estamos en discusión porque él no entiende que a mí no me guste ese deporte– sin embargo, recurro mucho a la pelota de beisbol porque es indudable que forma parte de la cultura nacional. Es un elemento que no se puede desprender de la cubanidad. He escuchado que la pelota cubana está en estos momentos en crisis y pretendí que la pelota sugiriera esa crisis a partir del color negro, pero quería que la costura indicara optimismo y que ese color rosa pudiera salvar nuestro deporte nacional.
¿Por qué esa necesidad de volver a la escultura?
Mi vocación es más escultórica que pictórica. Hubiera querido dedicarme a la escultura, pero no sé por qué motivos desde que entré en la Escuela de Arte de Pinar del Río –cuando tenía apenas trece años– matriculé en pintura, pero estudie escultura y también grabado.
La escultura siempre se hace más difícil desde el punto de vista material, pero me interesa mucho el volumen. Pinto de manera realista y ese realismo es un intento de buscar el volumen y la tridimensión. Con la escultura no tienes que hacer efectos ópticos sino sencillamente concebir el volumen y eso siempre me ha encantado. Estoy muy satisfecho de haber realizado estas esculturas de gran formato porque me siento pequeño en una relación con ellas y es una sensación muy gratificante. Reitero: las esculturas están extraídas de mi obra, por lo que no es nada nuevo desde el punto de vista temático. Son objetos sacados de mi pintura, pero con significados contextuales.
Muchos artistas de tu generación después de hacer carrera como grabador o pintor se dedican a la escultura. En tu caso, ¿por qué?
Eso tiene que ver con un espíritu de estos momentos: estamos viviendo un tiempo en la visualidad plástica contemporánea en que el objeto tiene una prominencia y se ha ganado un espacio por sobre la representación bidimensional. Puedo decir que los dos grandes medios que inundan el mundo de la visualidad artística son los digitales –como el video y la fotografía– y el objeto en sentido general.
Muchos artistas están haciendo obra objetual y creo que es como un contagio y también es algo que se mueve en el ambiente del propio mercado. A veces el mercado impele y exige que el artista asuma una determinada posición y no se trata de que el creador corra detrás el, pero hay que ponerse a tono con lo que se está moviendo.
El arte no se hace de una experiencia personal sino de una experiencia colectiva, el arte se hace a partir de la historia del arte: nadie pinta porque sí, porque lo descubrió. Se pinta porque se ha visto pintura y esculpe porque ve escultura.
Dark significa oscuro. Tu obra ha sido sumamente colorida y te has paseado por toda la paleta, ¿cómo ha sido el proceso para la reducción casi total del color?
Lo que he pretendido es poner el negro no como algo sombrío, oscuro o tenebroso sino como el color neutro por excelencia, es decir, lo que neutraliza todos los colores. Quería ir de mi tradición colorista a una eliminación paulatina del color, a los grises o a los oscuros. Esas son posturas intelectuales y artísticas; hay veces que coincide con estados anímicos: no hay que negarlo. Puede ser que en los últimos tiempos mi estado anímico no haya sido el mismo, puede ser que haya estado menos alegre, pero cuando hay un largo período de pesadumbre –que puede pasar por problemas personales– de algún modo se refleje en el modo de hacer la obra. Sin embargo, no le achaco a mi estado de anímico solamente, pienso que es una postura intelectual: pretendí justamente negar lo anterior. Ahora lo que viene es una transición que va a llegar al blanco, que es todo lo contrario. Es como ir de la sombra a la luz. De nuevo será ausencia de color, pero esta vez todo será claro.
¿Y “Vértigo de Mediodía”?
Estas cuatro piezas pictóricas responden a una misma poética y a un mismo estado y tanto las esculturas como la pintura, indican hacia una misma lógica: lo que pretendí con estas cuatro obras es llegar a la neutralización del color, incluso de los elementos perdidos en esa oscuridad como para que no exista protagonismo ni de posibilidades de lecturas de ningún tipo; quise la mayor neutralidad posible. Me propuse que las imágenes –o las cosas que entran dentro de estos cuadros– fueran objetos de la cotidianidad más nimia del cubano.
Nunca me ha gustado pintar cosas foráneas que incluso conozco y que puedan haber influido en nuestra cultura. Por ejemplo, se habla de los elementos asiáticos, africanos o hispanos y, a veces, se olvida que durante un período de tiempo hubo cierto peso de la cultura rusa en nuestro país.
En lo personal me formé durante seis años en una academia de la antigua Unión Soviética y, de algún modo, introduzco en mis piezas elementos que tienen que ver con la cultura rusa y que se reconocen fácilmente. Por ejemplo, no está dentro de mis cuadros, pero pudiera haber alguna Matrioska y todos los cubanos sabemos lo que es una Matrioska. Estos cuadros responden a ese concepto dilucidado y explicado por pensadores y estudiosos nuestros que es el concepto del barroco americano, antillano y cubano. Específicamente ese concepto de barroco que siempre se remite a un abigarramiento y yuxtaposición o sobreposición de elementos diversos en un contexto específico.
Quise que en mis cuadros se acumularan cosas, pero sin ningún tipo de jerarquía para evitar el cliché, es decir, para no llegar a punto de que lo cubano es la palma o el bohío. Sin duda esos elementos forman parte de lo nuestro, pero no son los únicos.
Cuando empecé a leer a Severo Sarduy descubrí –aunque el con gran modestia dijo que ‘es una persona que copia a José Lezama Lima’– que tiene una literatura muy importante, y escribió varios ensayos sobre el barroco que son claros y precisos. Una de las ideas que desarrolla Sarduy es que en la cultura nuestra no todo es un ajiaco ni una mezcolanza amorfa que da como resultado el cubano, sino que existen elementos que persisten de las culturas que invaden el espacio de la cultura cubana y la penetran. Pero veces permanecen intactos, es decir, que mantienen su carácter: si logramos descubrir esos elementos es que no están totalmente diluidos. A eso Severo Sarduy le llama sobreexposiciones –no yuxtaposiciones– y en mi obra se puede decir que hay como palimpsestos en los que estos elementos culturales entran y no se sabe de dónde vienen.
Sé que está a punto de presentarse un libro sobre tu obra…
Es un viejo sueño/proyecto que andaba guardado por alguna gaveta y que David Mateo y María Eugenia López empezaron a hacer sobre mi obra: en sus inicios era un libro biográfico, pero demasiado abarcador y, finalmente, quedó relegado. Ahora tuve la oportunidad de que el curador Sergio López me invitara a participar en una colección que se está realizando, con excelente calidad, con una editorial peruana. El libro contiene un texto del David Mateo, desde su posición de crítico, a partir del momento en que termino mis estudios en Rusia y comienzo a trabajar profesionalmente. Empieza haciendo un análisis de mi labor como fotógrafo, que fue lo primero que practiqué cuando regresé a Cuba, y termina con lo más reciente, es decir, con Dark. El texto introductorio es, probablemente, el último que muy amablemente escribió la doctora Adelaida de Juan para mí y es un tesoro: estoy eternamente agradecido por ello.
¿Desaparecerán las frutas de la obra de Montoto?
Rotundamente, no. Esa es la respuesta que le doy a todo aquel que está preocupado porque estoy en un momento abstracto de mi carrera. Nunca abandonaré esas obras que tanto reconocimiento me dieron y que, además, a mí me encanta pintarlas. A mi edad y con lo que he logrado hasta hoy estoy sumamente satisfecho y no me interesan las corrientes artísticas, ni hacia dónde se pretende redirigir al arte: a la larga, el arte se ha convertido en una manipulación mediática, de mercado y, en ocasiones, hasta institucional. Sigo haciendo lo que considero que debo hacer y cómo lo debo hacer y necesito, primero, satisfacerme a mí porque el artista que no se satisface a sí mismo, no satisface a nadie. Por último voy a adelantar que para el año próximo preparo una sorpresa: haré una exposición de formato medio con las frutas, pero con nuevas características.
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