Antón Arrufat: “yo quiero ser entendido”
14 de julio de 2017
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“La prosa y la poesía serán los únicos que sobrevivan al final de la cultura literaria”, vaticinó apocalípticamente el escritor cubano Antón Arrufat durante su intercambio con el auditorio en el espacio “Encuentro con…”, conducido por la periodista Magda Resik.
A sus 82 años, Arrufat concluye que “el final de la cultura literaria se acerca porque cada día se lee menos, se aprecian menos obras de arte, hay cada vez más un acercamiento a la literatura de las grandes ventas”, en desventaja de “la escritura literaria como la que a él le interesa hacer”.
A lo largo de la entrevista, donde el Arrufat hizo uso de una depurada ironía que también ha caracterizado su prosa, el narrador evocó una niñez de ascendencia catalana y libanesa, sin ninguna relación con el mundo artístico, pero que esperaba que el joven se convirtiese en abogado para salvar a la familia de una ruina inminente. Fue entonces cuando el autor de “Los siete contra Tebas” decidió convertirse en escritor, y asumir el prejuicio de la familia hacia este oficio, cuyo referente más cercano era un tío que trabajaba como cronista social en Santiago de Cuba, y además practicaba el travestismo en los tempranos años 40.
Luego Antón publicaría en el “Diario de la Marina”, a los 15 años, el comentario sobre una exposición de Wilfredo Lam que le ganó la aprobación de su padre: “ahora puedes hacer lo que tú quieras”, rememoró el invitado.
Instruido por predicadores jesuitas y escolapios, Arrufat evocó a un adolescente irreverente. Cuando Magda Resik, la anfitriona del espacio, le preguntó sobre los aportes de esta educación en su vida, el escritor remarcó la intransigencia que aprendió con dichos religiosos.
“Los curas me enseñaron una cosa fundamental en mi vida, que es la resistencia. Ellos me decían: arrodíllate y reza. Yo me negaba. Así aprendí que cuando uno tiene una creencia tiene que luchar hasta el final, y tiene que convertirla en un destino”, afirma el novelista, quien se precia además de haber tenido amigos muy francos, colegas cuya obra durante la década del sesenta principalmente, todavía sigue influyendo a generaciones completas de escritores dentro del país.
“He tenido los amigos más honestos y simpáticos del mundo, como Virgilio Piñera y Guillermo Cabrera Infante. En «Lunes de Revolución» nos queríamos salir de la línea de Lezama, porque este había tenido una extensa influencia en escritores del momento que imitaban su prosa”, evoca.
Virgilio Piñera fue una de las influencias decisivas en el camino de Arrufat. “Virgilio me decía: la literatura es una diosa a la que hay que rendirle culto y dar su vida por ella. Me inculcó la práctica de no comprometerme con nada sin creer en eso; aprendí a decirle a los demás lo que yo creo”.
Con Dulce María Loynaz aprendió Arrufat a conversar y escuchar al otro, según trascendió en la entrevista, pero junto a Virgilio nutría sus ideas en un diálogo transparente. “Eso ocurre muy pocas veces entre escritores, que se sienten a discutir sus ideas sobre su propia obra”, apuntó.
“Virgilio tenía más imaginación que poder de expresión – reflexionó – .Tenía un antagonista que era Lezama; por tanto, tenía además que empobrecer su literatura para diferenciarse de Lezama, porque si adjetivaba se convertía en barroco, y si se convertía en barroco devendría en otro Lezama, pero ambos siempre se admiraron mucho”.
Ante la interrogante sobre los límites de su literatura, el autor señaló que “lo que no se tiene permitido hacer es aburrir a la gente; yo quiero ser entendido, mi literatura no es barroca ni surrealista”. Como trascendió durante la hora de encuentro con el auditorio, el afán por estos días de Arrufat es “realizar una obra donde estén reunidos novela, teatro, ensayo y poesía sin que el lector se dé cuenta”.
Arrufat llegó a Cuba luego de pasar una temporada en New York en 1959; desde entonces, el escritor que se ha empeñado en mantener una voz auténtica en sí misma, y ha perseguido esa distinción a lo largo de toda su carrera – solía escribir de pie, como Hemingway, por ejemplo, y dejó de hacerlo porque los estadounidenses lo comparaban con el también Premio Nobel de Literatura –; por ese tiempo comenzó a publicar en los Estados Unidos y llegó a la conclusión de que “ese no era mi idioma, y yo nunca voy a ser un escritor en inglés; entonces, decidí retornar”.
Hasta la fecha, Cuba ha sido el centro de sus fortunas y desmanes. “¿Por qué decidió quedarse en Cuba?”, inquirió la anfitriona.
“Cuba para mí es un país difícil, y la comprensión de los cubanos es un país difícil; por eso, estoy aquí, porque me parece un país para desentrañar. Esas cosas difíciles son las que me interesan”, concluyó.
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