Alfonso Menéndez: Un soñador artísticamente “peligroso”

18 de julio de 2014

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Jaime Masó Torres

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Alfonso Menéndez, Anfiteatro del Centro Histórico, Cuba, Música

 
Por Jaime Masó Torres
Fotos: Alexis Rodríguez

 
Para Alfonso Menéndez los obstáculos, pocas veces, le impiden realizar un sueño. Sí, se ha pasado la vida en eso: soñando. Pero también viendo cómo ese “delirio” causa efecto en el público. Sabe que la locura acompaña siempre a los artistas y por eso no da paso al descanso.

El día que Alfonso Menéndez repose—lo saben  sus amigos más cercanos y todos aquellos que han trabajado con él—, ese día  dejará de existir. Por suerte, la capacidad de crear, de investigar y hacer (con lo que tiene) espectáculos de alto nivel mantiene encendida su llama.

 
Ya son treinta años dirigiendo, asumiendo retos, recibiendo el aplauso sincero y la crítica mordaz. Del arte conoce casi todo.
Cuando se llegan a 30 años de vida artística ¿se piensa en el retiro?
Sí

 
Sin embargo, sigues trabajando.
Porque ese “bichito” es una especie de droga. Así es el teatro. Uno también va cogiendo miedo de repetirse, de agotarse.

 
¿Crees que en 30 años de carrera artística no te has repetido?
Sí, en algunos momentos sí pero me he dado cuenta después.

 
¿Y qué haces para darte cuenta de eso?
Flagelarme. Ser autocrítico, apoyarme en personas que son más inteligentes que yo.  Les pregunto qué ven mal, qué ven bien. El artista tiene que vigilarse mucho.

 
Muchas figuras de la cultura nacional han pasado por tus manos, literalmente…
O yo por las manos de ellas.

¿Con cuáles  o cuál te has sentido mejor?
Mira yo aprendí lo que es ser artista con Rosita Fornés. Con ella debuté y siempre he sido un devoto admirador de su trabajo. Fue en 1984, se encontraba ella en pleno apogeo, tenía 61 años pero estaba en plenitud de facultades y de todo, y te repito, aprendí con La Fornés lo que es el rigor de un artista dentro y fuera del escenario. Hay tres personas a las que les agradezco haber debutado: Los maestros: Sergio Vitier, Mario Romeu, Octavio Marín y Rosita Fornés.

 
Insisto en esto: ¿no crees haber perdido el entusiasmo?
No. Cuando uno hace una puesta suelta las vísceras, los pulmones, te maltratas la salud, la psiquis, los nervios. Eso que imaginas en tu casa escribiendo o durmiendo y logras verlo en la escena, no se paga con nada. Por eso te digo que es un vicio y aquí en el Anfiteatro es donde creo que me he desarrollado más artísticamente y como persona, sin dudas.

 
Y para celebrar tus 30 años preparas una obra de mucha fama…
No, no lo hago para celebrar.

¿No celebras tus 30 años de labor?
No.

 
¿Qué haces, entonces?
Darme cuenta de que estoy vivo, que todavía estoy dirigiendo y probar si todavía se llena el Anfiteatro y si aun soy capaz de hacer.

 
Pero admites que ha sido un año muy fructífero…
Sí, cómo no. Me tocó abrir el año con un compromiso muy serio y riesgoso por lo que implicaba; la apertura del Teatro Martí después de tantos años cerrado y esto gracias a mis compañeros que apostaron por que fuera yo el director de la Gala Inaugural el día 24 de febrero pasado.

 
Coméntame sobre  el espectáculo que preparas.
Mira, yo estrené una versión corta del musical El fantasma de la Ópera en agosto del 2006 y fue la primera vez que el Anfiteatro se llenó, y también la primera vez que hice una puesta que durara tres o cuatro meses en cartelera, porque anteriormente hacía espectáculos de un día, dos o tres, ya que trabajaba con figuras de primera línea. Pero me di cuenta que no funcionaba del todo en el Anfiteatro.
Gracias a Maylú Hernández, que ya había debutado conmigo cuando hicimos Las Leandras, decidimos presentar El Fantasma. Me pareció una gran locura, pero ella me convenció. Aquella fue una puesta muy modesta, con pocos recursos. Pero fue la primera vez que en el Anfiteatro hicimos 42 funciones seguidas, e inclusive tuvimos que reponerlo meses después.
En todos estos años, muchas personas, me han pedido la reposición del El Fantasma… Y de verdad eso me parecía un camino trillado pero lo pensé mejor, creo vale la pena intentarlo nuevamente. Es como probarme nuevamente
De la primera puesta todo el mundo dice que quedó muy bien, pero yo no pienso así, mucho menos ahora que estoy montándola nuevamente.

No se trata de una segunda parte o sí.
No. El Fantasma… que presentaremos es todo un reto, sobre todo personal. Realizaremos la versión musical completa con “todas las de la ley”. Claro, ahora tengo más apoyo y la ventaja de que cuento entre los dos elencos con uno de ellos que fue el mismo que debutó hace ocho años: Maylú Hernández, José Luis Pérez y Rigoberto López.
El otro elenco lo conforman: Marla Pileta, Andrés Sánchez, Rogelio Rivas y los debutantes Richard Suárez, Agustín Rodríguez, Claudia Betancourt, Leysa García, Vanessa Suri y Carlos Alberto Escalona. Contamos con la colaboración del Coro del Instituto Cubano de Radio y Televisión, dirigido  por el maestro Miguel Patterson y la maestra Liagne Reina. Participan además el cuerpo de baile el Ballet de la TVC, el Ballet de Bertha Casañas, más el Ballet del Anfiteatro del Centro Histórico de La Habana.

 
Dijiste que hay millones de musicales por hacer, ¿cuál es el próximo?
Yo daría la vida por hacer Los Miserables pero es una producción muy costosa, y  compleja de montar, requiere de muchos solistas, son trece cantantes que deben leer música. Es una puesta enorme y no creo soporte los siete meses que debe permanecer una puesta en el Anfiteatro. Pero sí estoy pensando —y espero convencer a mis jefes— hacer Los Miserables en concierto, aquí en la Plaza de la Catedral, antes de la noche buena, con la Sinfónica del Lyceum Mozartiano de La Habana. Un poco para “matar” ese enano.