“A veces es más revolucionario ser clásico y convencional”
13 de noviembre de 2014
|Por Angel Marqués Dolz. Foto de JCC del autor.
El iconoclasta que suele ser en el teatro o el experimentador que mostraron sus iniciales filmes en el plató, han guardado silencio a la hora de llevar al cine un clásico del teatro costumbrista nacional: Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero, cuya muerte en 2011 lo hizo postergar los proyectos que entonces tenía entre manos para dedicarse, en cuerpo y alma, a una de las piezas que con más fuerza retrata los valores, contradicciones y miserias psicológicas de la familia cubana.
“A mí me interesa que esas obras se conozcan, si bien es mi visión sobre ellas, lo más fiel posible al original para que las nuevas generaciones sepan de esos textos”. Esa idea da vueltas una y otra vez en su cabeza mientras conversa desde su casa con Habana Radio digital y se refiere a las puestas cinematográficas de El premio flaco- su favorita- y Contigo pan y cebolla, como “sueños cumplidos” que contaron con “el beneplácito” de Quintero, quien “siempre elegante y benévolo” accedió a que Cremata las llevara al cine, lo que para el realizador es “un acto de profunda amistad y de justicia histórica y cultural”.
Escrita en 1962 por Quintero, a quien un crítico tan severo como Rine Leal lo llamó “el más popular de los dramaturgos cubanos”, Contigo pan y cebolla pone sobre la mesa de disección a una familia cubana de la clase media, rayana en la pobreza, en los años cincuenta, que lucha por conservar las apariencias de un mediocre bienestar en una sociedad de constantes materialistas y mezquinas, donde queda poco espacio para el amor y se relega la autenticidad entre las personas.
La pieza, que inicialmente sería llevada al cine en los años sesenta por Tomás Gutiérrez Alea, el más encumbrado de los directores cubanos, le valió a su autor un reconocimiento sin fisuras de la crítica y del público, que por décadas, en mucho para verse a sí mismo, llenó las salas donde se escenificaban las comedias de Quintero, laureado en 2004 con el Premio Nacional de Teatro.
“Increíblemente los que hemos visto la película completa hemos señalado la vigencia de los textos de Héctor Quintero. Aunque en la película está muy bien respetada la época, la trama ocurre del 55 al 58, uno la ve y le parece que las cosas que están hablando pasaron ayer u hoy mismo. Héctor era un genio en el hecho de saber retratar perfectamente la identidad de ciertos cubanos, o de una gran mayoría, y es que sus personajes se pueden encontrar actualmente en cualquier familia, en cualquier casa, y además los problemas que plantea la obra siguen estando presentes”, explica Cremata Malberti , nacido en La Habana en 1961 y graduado de Teatrología y Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte, y de la especialidad de dirección por la Escuela Internacional de Cine y Televisión, de San Antonio de los Baños, fundada en 1986 por Gabriel García Márquez en las afueras de la capital.
Cremata confesó su falta de preparación para encarar la película, una desventaja que contrarrestó con su oficio y con su “excelente” equipo de filmación, quien lo sacó de apuros en todo momento. Por ello aprovechó el contacto con Habana Radio digital para elogiar y agradecer a la actriz Alina Rodríguez, con quien trabajó en Chamaco, una pieza teatral de González Melo llevada al plató, la productora Lourdes García, el director de arte Guillermo Ramírez, el vestuarista Vladimir Cuenca, el cinefotógrafo Yamir Santana, el director de escenografía Erick Grass, el sonidista Ricardo Pérez y el editor Adrián García, además de encomiar la música a cargo del pianista y compositor Aldo López-Gavilán y del trovador Pedro Luis Ferrer, quien creó la canción tema.
¿Es ud. un cineasta que hace obras de teatro o un teatrista que hace cine? Cremata responde sin sobresaltos. “Teatro y cine para mí están muy ligados. Incluso a veces se me ha acusado en algunas películas de cierta teatralidad y yo les digo que no es una acusación, sino una virtud. Creo que los cubanos- y es una parte de nuestra identidad- somos bastante teatrales.”
Al director de Nada, un film mechado de experimentación y atrevimiento formal, le tiene sin cuidado que las películas con obras de Quintero hayan pasado primero por el teatro, una antesala que ve como una garantía de éxito. “Siempre que el texto esté bien escrito y me motive a hacerlo no me importa que sea un clásico o un contemporáneo”. Y pone a punto otra de sus ideas actuales, cuando al parecer está de regreso de los tanteos con la cámara. “A veces incluso es más osado y más revolucionario ser clásico y convencional que ser irreverente, o ser totalmente moderno, entre comillas. Si me parece que a lo mejor yo no he vuelto a ser el experimentador que fui cuando hice Nada, en el sentido de la imagen propiamente, o de la combinación con el sonido, igualmente el hecho de ser convencional es también una experimentación…A veces es mucho más difícil situarse en un lenguaje que precisamente llegue a todo el mundo”, lo que precisamente espera de Contigo pan y cebolla. No obstante, reconoce su proclividad por las apuestas y asegura que “volverá a virar la cámara al revés”, tal como hizo para el final de Nada, aunque ya el recurso es bien manido, admite. “Todavía me quedan muchas cosas por hacer y estoy seguro de que voy a experimentar.”
Entre esas otras cosas, Cremata Malberti, quien logró terminar dos cortos de su serie Crematorio, regresará al proyecto iniciado cuando se dedicó a Contigo… Se trata de Fe de ratas, una historia de amor entre un hombre y una mujer en un reformatorio o penitenciaría, escrita junto al dramaturgo Onelio Fidel López, con quien igualmente redactó Condón, guión de una película para adolescentes.
En materia teatral, en diciembre estrena Cloaca, una pieza de María Goos, la más importante dramaturga actual de Holanda. Pero antes, el 20 de noviembre, será la premier de Contigo… que si bien reitera es una película convencional, no así va a ser su exhibición. Con la finalidad confesa de restituir al cine su empaque ceremonial, la película será proyectada en diciembre, luego del festival latinoamericano, en la sala Chaplin, de la Cinemateca de Cuba, como si fuera una pieza teatral: de viernes a domingo, a las ocho de la noche. “Es muy curioso que la gente se pone elegante para ir al teatro y va como quiera al cine”, observa Cremata y anuncia que igual esquema de programación será llevado a las provincias, porque “ir al cine es un acto de fe, una experiencia única, que no se tiene en la computadora casera o un televisor; es donde una pantalla es más grande que todo lo demás y un dedo puede ser más grande que todos los espectadores”.
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