27 de noviembre, recuerdo eterno a la inocencia
27 de noviembre de 2017
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Este 27 de noviembre, en la histórica acera del Louvre, donde en 1871 ocurrió una de las manifestaciones de descontento ante la injusticia cometida por el Ejército español contra ocho estudiantes de medicina, se desarrolló el tradicional acto de conmemoración que cada año realiza la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Ante la presencia de jóvenes de la Facultad de Ciencias Médicas, una representación de la Asociación Canaria de Cuba, trabajadores de diferentes instituciones del Centro Histórico habanero, y público en general congregado en el acto, el Doctor Félix Julio Alfonso, vicedecano del Colegio universitario de San Gerónimo de donde fueron discípulos aquel grupo de estudiantes de medicina injustamente condenados, recordó los sucesos.
“El 27 de noviembre de 1871 tiene una significado especial para la juventud cubana, para los estudiantes de la educación superior y para los de medicina en particular y también para la Oficina el Historiador de la ciudad (…) El 23 de noviembre de 1871 un grupo de 45 estudiantes del primer año de Medicina resultaron acusados arbitrariamente por un hecho que no habían cometido y que fue exagerado adrede por las autoridades colonialistas. Vicente Cobas, el celador del Cementerio de Espada los señaló como responsables de rayar el cristal de la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón, director del periódico anticubano La Voz de Cuba, que había muerto un año y medio antes en Cayo Hueso, en un enfrentamiento con un patriota cubano llamado Mateo Orozco. La causa del duelo se encontraba en que Castañón se había referido públicamente a las mujeres de la emigración cubana, calificándolas de prostitutas. La injusta acusación contra los jóvenes estudiantes fue apoyada por Dionisio López Roberts, el gobernador político de La Habana.
”Un consejo de guerra dictó sentencia de absolución para unos y sanciones menores para otros. Pero los voluntarios protestaron enérgicamente, obligando al general Romualdo Crespo a ordenar un segundo proceso jurídico. Un tribunal integrado por seis capitanes y la misma cantidad del cuerpo de voluntarios, actuando de una manera arbitraria, decidieron encausar a 43 estudiantes con el siniestro propósito de que señalaran a los posibles responsables de la supuesta profanación.
”Tras un oscuro y expedito proceso jurídico caracterizado por reiteradas manipulaciones, de una manera absurda, decidieron pedir la pena máxima para ocho de los estudiantes acusados, para dar un escarmiento a la participación del estudiantado universitario en la insurrección contra el poder español. Entre los otros castigados, ocho fueron condenados a muerte, once fueron sancionados a seis años, veinte a cuatro años y cuatro a seis meses de reclusión carcelaria. Todos los bienes de los procesados quedaron incautados.
”Fueron declarados culpables y condenados a muerte: Alonso Álvarez de la Campa y Gamba, de 16 años, Anacleto Bermúdez y González de Piñera de 20, Eladio González Toledo de 20, Ángel Laborde Perera de 17, José de Marcos Medina de 20, Juan Pascual Rodríguez Pérez de 21, Carlos de la Torre Madrigal de 20 y Carlos Verdugo Martínez de solo 17 años, quien se encontraba en la provincia de Matanzas el día del presunto delito. Como puede apreciarse en el grupo había tres adolescentes de 16 y 17 años, y del resto ninguno rebasaba los 21 años de edad. Los estudiantes fueron fusilados a las cuatro y veinte minutos del 27 de noviembre, en la explanada de La Punta. La forma en que los obligaron a enfrentar la muerte fue vejatoria. Los vendaron, les ataron las manos a la espalda, los obligaron a ponerse de rodillas y los fueron ejecutando de dos en dos.
”Tampoco podemos olvidar a los mártires abakuás que, en una acción temeraria, casi suicida, intentaron en vano salvar la vida de los condenados y fueron cazados a tiros en las calles aledañas al lugar del crimen. También recordamos hoy la inmolación de los cinco héroes negros, ñáñigos anónimos que protagonizaron la protesta armada ante aquel crimen horrendo, el 27 de noviembre de 1871.
”Al conocer lo ocurrido, el capitán del Ejército español Federico Capdevila, que había actuado como abogado de oficio en la defensa de los jóvenes, extrajo su espada, la quebró en público como expresión de protesta y renunció a continuar prestando servicios como oficial de las fuerzas armadas colonialistas. Todavía resuenan sus palabras dignas y valientes, dijo: «Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra de caballero y mi pundonor como oficial, es proteger y amparar a los inocentes: lo son mis cuarenta y cinco defendidos».
”A muy poca distancia del lugar, al oír las descargas de fusilería, otro capitán, el canario Nicolás Estévanez, reaccionó de forma similar. Estévanez no solo era militar, sino también un político republicano y hombre de cultura, que días antes de la masacre, el 11 de noviembre publicó en La Ilustración Republicana Federal, un artículo titulado «¡Glorias cubanas!», donde se refería con elogio a los poetas Plácido y a Heredia. Poco tiempo después Nicolás Estévanez pedía la licencia absoluta del ejército y el 27 de noviembre, escuchó a lo lejos las descargas de fusilería, mientras ejecutaban a los jóvenes, lo que plasmó en unas notas testimoniales en las que dijo: «Perdí la serenidad al conocer los acontecimientos. Dos camareros me cogieron por el brazo y me escondieron en un patiecito». Solo seis estudiantes fueron absueltos. Entre los otros 31 sancionados, siete fueron condenados a seis años, veinte a cuatro años y cuatro a seis meses de reclusión carcelaria.
”En 1872 circuló en Madrid una hoja impresa titulada «El 27 de noviembre de 1871», escrita por José Martí y firmada por Fermín Valdés Domínguez y Pedro de la Torre, dos de los estudiantes que habían sido detenidos. Esa noche su autor, que en ese momento solo contaba con 19 años de edad, pronunció un emocionante discurso en homenaje a los ocho estudiantes de medicina asesinados en La Habana. Después se conoció un bello poema titulado «A mis hermanos muertos el 27 de noviembre», donde Martí expresó en versos conmovedores y resueltos esta frase: «[…] Cuando se muere/ En brazos de la patria agradecida/ La muerte acaba, la prisión se rompe; / Empieza, al fin, con el morir, la vida! […]»”.
El acto realizado en ocasión de conmemorarse el aniversario 146 del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina dio inicio con las notas del Himno Nacional y el de la Universidad de La Habana, y culminó, luego de la intervención del Doctor Félix Julio Alfonso, con la marcha fúnebre, interpretados todos por la Banda Nacional de Conciertos.
Seguidamente, su director, el maestro Igor Corcuera Cáceres, hizo entrega al Doctor Eusebio Leal Spengler de la réplica de la batuta empleada por el fundador de la orquesta Guillermo Tomás Boufartigue hace 180 años.
El reconocimiento, que cada año es entregado a compositores y músicos, es la primera vez que esta distinción se le entrega a una personalidad fuera del ámbito musical “por su impronta cultural y por el apoyo durante todos estos años a la Banda Nacional de Conciertos”.
El histórico homenaje que cada 27 de noviembre protagonizan los estudiantes cubanos a los ocho estudiantes de medicina culminará hoy a las 4 de la tarde con la tradicional peregrinación que realizan desde la escalinata universitaria hasta el Monumento de la antigua explanada de la Punta.
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