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La sangre derramada no fue en vano

22 de julio de 2013

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El 26 de julio de 1953 los cubanos demostramos que somos capaces de conducir las riendas de nuestros propios destinos. Con los asaltos a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes se reinició nuestra lucha histórica por conseguir la definitiva independencia y una patria “con todos y para el bien de todos”. Muchos fueron los valiosos jóvenes que ofrecieron sus vidas aquel día y que fueron masacrados en aquel verano de 1953. Jóvenes que convocados por el ideario martiano: “la patria tiene hoy una gran necesidad y es desertor el que no acuda hoy mismo a ella”, lavaron con sangre la deshonra en que vivía la Nación después del Golpe de Estado perpetrado por el dictador Fulgencio Batista.
La vanguardia de la Generación del Centenario comprendió, entonces, que no había otra alternativa que la de reiniciar, hasta las últimas consecuencias, la guerra necesaria. A riesgo de la propia viva era preciso cumplir con el mandato de más universal de los cubanos. Un grupo de heroicos combatientes, con el joven abogado Fidel Castro al frente y las doctrinas del Maestro en la mente y el corazón, emprendieron un asalto a la historia aquel día.
“Los que reanudamos el 26 de julio de 1953 la lucha por la independencia de Cuba iniciada el 10 de octubre de 1868 precisamente cuando se cumplían 100 años del nacimiento de Martí – confirmó Fidel Castro en discurso pronunciado el 29 de enero 2003 en la clausura de la Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo- habíamos recibido de él, por encima de todo los principios éticos sin los cuales no puede ni siquiera concebirse una revolución. De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto de honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado. Olvidado y aún desconocido durante muchos años por gran parte del pueblo por cuya independencia lucho, de sus cenizas como ave fénix emanaron sus inmortales ideas para que casi medio siglo después de su muerte un pueblo entero se enfrascara en colosal lucha que significó el enfrentamiento al adversario más poderoso que un país grande o pequeño hubiese conocido jamás. El mejor monumento de los cubanos a su memoria es haber sabido construir y defender esta trinchera para que nadie pudiera caer con una fuerza más sobre los pueblos de América y del mundo”
José Martí, justamente definido por Fidel Castro como autor intelectual de aquellas gloriosas acciones ya que “de él aprendimos el infinito valor y la fuerza las ideas” confirmó en su histórico alegato de autodefensa “La Historia me Absolverá” , “hay limite al llanto sobre la sepultura de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se cura sobre sus cuerpo y que no teme, ni se abate, ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermosos de la honra”.
Aunque muchos cayeron asesinados en aquellos combates más retomaron sus banderas, ideas y armas para continuar la lucha. Aunque el asalto a los Cuarteles Mocada y Carlos Manuel de Céspedes fue un revés militar fue una victoria política: fue el motor pequeño que encendió el motor grande de la Revolución.

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