Una descripción de Cuba de mediados del siglo XVIII
6 de mayo de 2016
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Entre los hombres ilustrados que aportaron su contribución a la forja de la cultura cubana, al conocimiento de la historia y al desentrañamiento de esa peculiar relación que se establece –al decir de José Martí–, entre la naturaleza y el hombre, aparece por derecho propio el cubano Nicolás Joseph de Ribera. Así escribía su nombre.
Nació en Santiago de Cuba en 1724. Pero a la edad de 20 años se hallaba conscripto como cadete y ello le trajo a La Habana. Comienza sus estudios en la Universidad de San Gerónimo y en 1748 obtiene la cátedra de Prima de Sagrados Cánones, tras hacer valer sus ejercicios de oposición.
Después de haber desempeñado diversos cargos oficiales en correspondencia con su preparación, experiencia e indudable inteligencia y cultivo personal, redacta una obra que, intrascendente en su época, le conduce a la perpetuidad en la memoria histórica: la Descripción de la Isla de Cuba.
Toda ella es un modelo de hermosura literaria, objetividad epocal y testimonio sin par. Y aunque lo mejor será sin duda disfrutar de su lectura íntegra, traemos estos párrafos seleccionados del citado texto en ánimo de ofrecer una muestra de su arte y sus conocimientos.
Nicolás J. de Ribera murió fuera de Cuba, isla objeto de su Descripción. Finalizó sus días en Madrid, y todo apunta a que la fecha de su deceso ocurre alrededor de 1755, aunque no consta el dato exacto.
Extraemos pues este fragmento, tomado del capítulo segundo de esa obra, y aunque su lectura puede causarnos el trabajo de desentrañar la gramática, el sentido y significado de numerosas frases que corresponden al castellano arcaico, preferimos dejar la mayor parte del mismo en su estilo original, realizando soólo algunas sustituciones en aras de compatibilizar mejor algunos signos y grafemas al uso de la lejana época con el formato digital a que nos obliga la contemporaneidad. Le convido a recrearse en su lectura, y viajar con Ribera hasta 1756, fecha en la que la prestigiosa historiadora cubana Olga Zúñiga estima finalizó su redacción:
DESCIPCIÓN DE LA ISLA DE CUBA
CAPÍTULO 2 (fragmento).
Toda la Ysla esta cubierta de florestas y bosques siempre verdes, que la hermosean mucho. Por partes abunda en sábanas que son dehesas pingues, que producen mucho pasto de ganados. Su inmensa arboleda es, ó frutífera ó de preciosas maderas. Su tierra es feracissíma, lleva bien trigo, arroz, millo, maíz, garvanzos, chicheros, guandules, cavalleros; congos, judías, con otras mil especies de frixoles, y generalmente quanto granos se conozen.
Abundan mucho la Yucañames, gengibre, batatas, jicamas, y otras raíces sabrosas é importantes. Son muchas las especias de sus frutas, saludables y grandes; quales son piñas, símarronas, y de Cuba, mameyes, sapotes, dominicos, y colorados, plátanos machos, embras, y Buenos, papayas, aguacates, guanábanas, mamones, anónes, nísperos, caymitos, jaguas, guayabas, (de diversissimas especias); cocos, corojos, granadas, naranjas, y limones; también de muchas especie; y en abundancia extrema, Cidras, limas, toronjas, melones, sandias, pepinos cohombros, y una infinidad de frutas pequeñas, como dátiles, ubas, ciruelas, jovos, o Las calabazas de todo genero son abundantissimas, y generalmente toda esta llena de frutas, semillas y otras producciones gustosas, y de buen alimento. La caña dulze se da con gran abundancia en todas partes: el tabaco es común: el añil lo produce la tierra sin sembrarlo. Viene bien el café. El cacao con bastante prontitud. Crianse las bacas y caballos de la raza de Andalucia con tal abundancia, que en muchas partes los hay sin dueños, y en todas andan sin pastos. Los cerdos son infinitos, y de mejor gusto que en España.
También hai ovejas, pero pocas, por que siendo tan delicadas necesitan del cuidado y pasto que allá no se husan: ha¡ burras y mulas mui fuertes. También ha¡ cabras, y en fin cualquiera especie de animales produce allí, con abundancia.
De aves domesticas, ha¡ pavos reales y comunes, patos, gallinas y pichones…
De las de caza y grandes, las que llaman gallinas de Guinea, muy sabrosas, los cocos y los guariados. Las cayamas, los flamencos, las guananas, y las grullas, las palomas (de muchísimas especies) las perdices, los patos, de tres clases, las yaguasas y otras diferentes.
Hermosean sus selvas, los pericos, ó papagayos, en abundancia extrema, los cateyes, las guacamayas, cuyos pichones son mui sabrosos, los carpinteros reales, los torolocos, y otra infinidad de plumas y colores brillantes y raros.
Toda la Ysla por lo común, esta regada de ríos y arroyos perennes de buena agua, por cuia razón ni se solicitan las fuentes, y abundan los Pueblos de ella, excepto el Puerto del Príncipe que no la tiene cerca, y se vale de unas lagunitas; y la Havana que usa por mejor de la de sus algives. Las costas abundan de sal, y sus mares, y ríos de pezes gustosos. Hay vastante minerales sin beneficio. As¡ lo muestran las grandes minas de cobre que á cuatro leguas de Cuba se abrieron antiguamente; y aun se ven abiertas. Y algunos torrentes de Holguin que llevan granos de oro finissimo, de cuia cosecha viven muchos de aquel vecindario.
La de majagua y el Jaguei, que suplen al uso común por cáñamo son abundantes. El iarei iuraguama pita, y otras especies semejantes que sirven para sombreros, petates, y otros usos del pais, sobran en todas partes. Las palmas reales que entre muchas cosas sirven para cubrir y abrigar las casas pobres, y del campo, las ha¡ por donde quiera. Y asimismo los bexucos que son unas cuerdas de madera blandas, y naturales, que suplen por cuerdas y clavos de artificio. En fin es una tierra fecundissima, en todo genero de producciones estimables para el uso humano.
No tiene animal ponzoñoso, ni fieras. Solo perjudican al ganado los perros que llaman jivaxos, que son descendientes de los mansos que se llevaron de España y que pudieron por su abundancia levantarse y vivir libres en bosques tan preciosos y pingues, donde si le faltan carnes, sobran frutas para alimentarse y estar independientes. En muchos estexos del mar y en los rios grandes se crían Caimanes, y en la sonda que corre desde Jagua hasta sotavento de Batavanó, Cocodrilos, pero rara vez hacen daño…
Tales eran pues, al decir de Nicolás J. de Ribera, algunas de las especies que formaban parte de nuestra incipiente agricultura de entonces; así como otras que corresponden a la fauna insular que aún no había sido golpeada por la acción antrópica, efecto que hoy tratamos de revertir o aminorar.
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