Bicentenario de José Zacarías González del Valle
5 de noviembre de 2020
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No dejemos pasar este día sin dedicar un recuerdo, y acompañar con la memoria, el bicentenario de su natalicio.
José Zacarías González del Valle nació en La Habana el 5 de noviembre de 1820. Estudió en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, cuya relevancia pedagógica en relación con importantes figuras de la intelectualidad y la cultura cubanas en el siglo XIX no es necesario explicar.
Su familia era extensa: 22 hermanos, de los cuales sobrevivieron 18. Varios González del Valle estudiaron y fueron después catedráticos de nuestra Universidad, principalmente en las especialidades de Leyes, Medicina y Cirugía. José, tal vez por tener el espíritu más sensible entre todos, estudió Filosofía, y dentro de ella el contenido de lo que hoy conocemos como Física.
La mayor parte de su obra la dedicó al pensamiento filosófico, pero también escribió sobre literatura y artes, redactó crónicas, y se inspiró en la poesía.
Para nosotros, el mérito relevante está en sus Lecciones de Meteorología, la primera obra escrita en Latinoamérica orientada estrictamente a la enseñanza de esta ciencia, y concebida para sembrarla entre los jóvenes de entonces. Sus Lecciones fueron publicadas en La Habana, en 1849, por la Imprenta del Diario de la Marina; pero a la luz del conocimiento contemporáneo y llevada a un análisis metodológico, es evidente que se trata de un libro de texto.
José Zacarías González del Valle murió en Andalucía, en octubre de 1851, a los 31 años de edad, toda vez que los médicos le indicaron buscar el aire lejos de los trópicos. Se había contagiado con el terrible bacilo de la tuberculosis, y padecía las secuelas que acabaron con su vida.
Dejamos, pues, este homenaje a José Zacarías, evocando su recuerdo a 200 años de distancia, justo cuando el mar Caribe se mantiene activo y tempestuoso, como él lo mostró a los estudiantes cubanos. De entre sus textos no citaré un párrafo sobre las lluvias o los vientos, sino este poema titulado “La Alameda de Paula vista al morir el día”, en memoria de nuestro más joven profesor de Meteorología en el siglo XIX.
El vasto mar que su inquietud reprime,
lo agita apenas con murmullo grato
el aura débil que de rato en rato
sopla sobre él, y misterioso gime.
Allá al Oriente do la noche imprime
por la otra orilla su negror ingrato,
álzase humilde con sencillo ornato
de Regla el templo en actitud sublime.
La corta luz del expirante día
la faz le deja en claridad bañada,
cual si por ser de Dios noble morada
pusiera en alumbrarle su porfía,
mientras a impulso del vapor, alada
cruza una nave la gentil bahía.
In memoriam.
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