Bajo el signo de los astros (II)
19 de agosto de 2016
|Astrónomos y Astrólogos
Como ya hemos señalado, hubo muy reputados observadores de los astros en China, India, Persia y Egipto, que interpretaban sus configuraciones de muy diversas maneras. Pero ninguno alcanzó la extensa fama a la que llegaron sus pares europeos.
Astrólogos medievales muy célebres fueron, entre otros, Aureolus Phillipus Teophrastus Bombastus Von Hohenheim (Paracelso) y Michel de Nostradamus, cuyos nombres han trascendido hasta nuestros días. Paracelso (1493-1541), por ejemplo, explicaba en sus enrevesados escritos que el cuerpo humano estaba formado por sal, mercurio y azufre, estos dos últimos elementos relacionados por los alquimistas con la Luna y el Sol. Uno de los últimos libros escritos por él se titulaba precisamente Pronósticos.
Nostradamus (1503-1566) escribió sus celebérrimas cuartetas denominadas Centurias Astrológicas, que se han prestado a un sinnúmero de interpretaciones a partir de sus enigmáticas ambigüedades; pero su hijo, que intentó emular con las predicciones paternas y había vaticinado para 1575 el incendio de la ciudad de Le Pouzin, en el sur de Francia, no obtuvo buenos resultados en su profecía e intentó “ayudar” un poco a los planetas de manera un tanto expedita y más eficaz. Su estímulo a los signos y señales astrales concluyeron cuando el osado astrólogo fue sorprendido dado fuego a varias casas. Enseguida fue enjuiciado y duramente castigado por incendiario.
Así como en el Reino Unido se designaba a un Astrónomo Real —cargo coincidente con el de director del Observatorio de Greenwich—, en las cortes europeas existían astrólogos “oficiales” encargados de elaborar predicciones y horóscopos para tan egregios personajes.
Astrónomos de alto nombre como Tycho Brahe (1546-1601) y Johannes Kepler (1571-1630) elaboraron horóscopos. Brahe confeccionó cartas astrales para los hijos del rey Federico II, como una manera de agradecer al monarca la construcción del Observatorio de Uranienburg, edificado especialmente para el Astrónomo. Las predicciones para los dos primeros hijos de Federico fueron más o menos aceptables, pero en el caso del tercero, los astros jugaron una mala pasada a Brahe, acarreándole un estruendoso fracaso.
Kepler por su parte, que elaboró un horóscopo destinado al general alemán Albert Wenzel Von Wallenstein, no obtuvo éxito alguno y se vio obligado a redactar una segunda versión con arreglo a los hechos acaecidos que culminaron con la muerte del alto oficial, acusado de traidor.
Un autor húngaro-alemán llamado Louis de Wohl, que trabajó en Inglaterra hacia la década de los años cuarenta del siglo XX, asegura en su libro titulado La Astrología y Tú que los horóscopos y predicciones astrales fueron tenidas muy en cuenta por los Estados Mayores británico y alemán no sólo en la preparación de las acciones bélicas propias durante la Segunda Guerra Mundial, sino en la predicción de las actividades del enemigo. Según afirma Wohl, los militares no empleaban la astrología desde la época de Von Wallenstein, en la llamada Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
Todos ellos se dedicaron, como lo hacen otros hoy en diversas regiones del mundo, a sus inciertos augurios sentimentales, laborales, financieros… Lamentablemente, ninguno fue capaz de prever de manera expresa las guerras, los actos terroristas, los fenómenos asociados al cambio climático, la ocurrencia de grandes desastres naturales y otros acontecimientos muy significativos que sin cesar conmueven al mundo en el presente.
En Cuba tuvimos también “nuestros” astrólogos, aunque sin la fama y relieve de los anteriores. Varias publicaciones, sobre todo revistas, portaban en sus páginas este tipo de “predicciones”, por fortuna olvidadas desde hace más de 50 años. Sin embargo, la astrología aún tiene adeptos entre nosotros, y no pocos quisieran que las “estrellas que marcan el destino” vuelvan a aparecer. ¡No nos confiemos!
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