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Waldo Frank

23 de septiembre de 2020

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Portrait_of_Waldo_Frank

 

El escritor norteamericano Waldo Frank frisaba los 70 años cuando en septiembre de 1959 los periodistas se le acercaron durante su estancia en La Habana. Era por aquellos días uno de los autores de mayor celebridad y esa reputación se justificaba en cada uno de sus libros. Su obra era bien conocida en Cuba y a él se le tenía como uno de esos no muy frecuentes norteamericanos que había vuelto sus ojos al sur, al mundo hispanoamericano, para buscar en él raíces y razones donde moldear su pensamiento humanista.

Conversó en español para los reporteros de la Agencia Prensa Latina, contó acerca de su recorrido por las cooperativas cubanas, escuelas rurales y fábricas en compañía del presidente Osvaldo Dorticós, del primer ministro Fidel Castro y otros líderes de la Revolución.

El ensayista, biógrafo, crítico, novelista e historiador confesó que escribía a mano porque, según dijo, “no me fluyen las ideas en la máquina”. Waldo Frank se reveló a los cubanos como un hombre de fácil sonrisa, optimista, amante de la música y ejecutante del violoncelo, aunque esto último solo por afición.

Un reportero de Bohemia comentó lo siguiente:

“Tiene el vigor físico de un joven, la agilidad mental de un hombre maduro y la curiosidad de un niño.”

También ofreció opiniones sobre literatura:

“Recuerdo con afecto a los escritores cubanos. Nicolás Guillén es un magnífico, un gran poeta, superior a nuestros poetas negros; conozco a Alejo Carpentier, aquí tengo su último libro que quiero leer inmediatamente. A Martí lo leo siempre. La biografía de Jorge Mañach sobre Martí es formidable. Y también me gustan mucho los ensayos que le dedicó Juan Marinello. Me gustaría mucho leer a los nuevos escritores cubanos.”

Waldo Frank había tenido mucho antes otro contacto con La Habana, 30 años atrás, es decir, en diciembre de 1929, cuando hizo escala y dictó conferencias por invitación de la Institución Hispano Cubana de Cultura, presidida por Fernando Ortiz. La revista Carteles lo presentó como un “ya famoso ensayista norteamericano” que nunca dejó de pensar y hacer por la América Latina.

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