Valoraciones de José Martí y sobre Antonio Maceo y algunos de sus familiares
1 de diciembre de 2017
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José Martí sintió respeto y admiración por Antonio Maceo, relevante luchador independentista que formó parte de una familia de gran significación desde el punto de vista patriótico.
De Maceo, calificado en nuestra historia como El Titán de Bronce, Martí llegaría a exponer que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo al resumir sus características como combatiente y hombre de ideas.
Y al respecto planteó al detallar cuál era el aporte que Antonio Maceo podría darle a la causa de Cuba: “Con el pensamiento la servirá, más aún que con el valor. Le son naturales el vigor y la grandeza.”
Tanto en cartas como en trabajos periodísticos reflejó el heroísmo de Antonio Maceo y de otros integrantes de su destacada familia, de manera muy especial de su madre Mariana Grajales y de su hermano José.
De Antonio Maceo en específico ya desde los años de la década del ochenta Martí había expuesto algo esencial en una carta que le enviara al propio Maceo, exactamente el 20 de julio de 1882: “No conozco yo, General Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que usted. Ni comprendería yo que se tratase de hacer, como ahora trato, y tratan tantos otros, obra alguna sería en las cosas de Cuba, en que no figurase usted de la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos.”
Varios años después José Martí al hallarse trabajando en aras de lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba fue consecuente con esto que había afirmado ya que en una de los primeros patriotas que pensó fue en Antonio Maceo, como pilar esencial en el desarrollo de la guerra que tenía como objetivo liberar a Cuba del dominio colonial español.
Unos días después de haberse entrevistado con él en Costa Rica y recibir su apoyo resuelto Martí publicó una semblanza sobre Antonio Maceo, reflejada el seis de octubre de 1893 en el periódico Patria, en la que también manifestó: “ Jamás parece que aquel hombre pueda, con su serena pujanza, afligir u ofender, por sobra de hecho o parcialidad de juicio, la patria a quien ama de modo que cuando habla, a solas con el juramente, de la realidad de ella, del fuego que arde en ella, la alegría le ilumina los ojos, y se le anuda en la garganta el regocijo: está delante el campamento, y los caballos galopando, y se ven claros los caminos. Es júbilo de novio.”
Y agregó al resumir la trascendencia de sus principios: “Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste, y de idea cauta y sobria. No se vende por cierto su palabra, que es notable de veras, y rodea cuidadosa el asunto, mientras no esté en razón, o insinúa, como quién vuelve de largo viaje, todos los escollos o entradas de él. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda.”
De Mariana Grajales, a quién igualmente tuvo la posibilidad de conocer comentó Martí.
En varios trabajos que publicó en el periódico “Patria”, resaltó las cualidades de esta singular mujer que se convirtió en símbolo de la entereza de la madre cubana.
Él recordó: “¿No estuvo ella de pie, en la guerra entera, rodeada de sus hijos? ¿No animaba a sus compatriotas a pelear, y luego, cubanos ó españoles, curaba a los heridos? ¿No fue, sangrándole los pies, por aquellas veredas, detrás de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de arbol?”
Así, por ejemplo, describió la firmeza de esta heroica madre ante la presencia de su hijo Antonio gravemente herido, en un trabajo titulado Mariana Maceo, publicado en Patria a los pocos días de haberse producido el fallecimiento de Mariana en 1893.
Seguidamente añadió: “¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país, veía a la madre de Maceo con su pañuelo a la cabeza, y se le acababa el temblor!”
Además Martí resaltó las cualidades humanas y patrióticas de Mariana Grajales que vio perder en la guerra a su esposo y a varios de sus hijos al detallar: “Y amaba, como los mejores de su vida, los tiempos de hambre y sed, en que cada hombre que llegaba a su puerta de yaguas, podía traerle la noticia de la muerte de uno de sus hijos.”
Y en torno a José Maceo, señaló José Martí. “Lo vi una vez que fue de hombres, y no podría olvidarlo. Todo mérito de cubano me parece mío, y creo que es de mi brazo todo el valor de usted.”
De esta manera definió el cariño y la estimación que sintió por el destacado combatiente en una misiva que le enviase en noviembre de 1894.
También en la citada carta Martí le expuso: “Yo no olvido. Ni abuso de las palabras. Pero quién ha defendido con valor a mi patria, y su libertad de hombre, es como acreedor mío, y me parece mi hermano.”
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