Valoraciones de José Martí acerca de los poetas y su labor en el campo de la poesía
18 de marzo de 2016
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José Martí consideró que un poeta es una llave de oro, que tiene cada hombre para entrar a su capricho en el palacio de la ventura. Aseguró que se llama al verso, la calma responde, y a poco, la felicidad, como un aire penetrante y reparador. El Apóstol manifestó, además, que los poetas son como los mares, fluyen y refluyen.
Esto lo expresó en un trabajo sobre Pushkin, publicado en The Sun, en Nueva York, el 28 de agosto de 1880, mientras que dos años más tarde en su artículo identificado como Francia, reflejado en la Opinión Nacional de Caracas, precisó que “el poeta es aposento de un ser divino, luminoso y alado, que rompe el pecho del poeta cada vez que abre en su cárcel las alas. Comentó seguidamente que el poeta es devorado por el fuego que irradia y que no hay verso que no sea una mordida de la llama”.
Igualmente en dicho trabajo expresó al resumir las características de estos creadores: “Los poetas, como las lonas de los buques, se hinchan con los vientos.”
Martí estimó que no se ha de juzgar a un poeta por lo que pudo hacer, cuando hay abundante copia de lo que hizo.
En un trabajo sobre Juan de Dios Peza, publicado en El Economista Americano, en Nueva York, en 1888, manifestó que el poeta debe callar su dolor hasta la hora sublime en que el verso tallado en él busca salida, despedazando las entrañas, para consolar la pena de los hombres con la poesía misma que la pena inspira.
En otros de sus trabajos periodísticos, Martí hizo alusión a la actitud que debían asumir estos creadores literarios. Por ejemplo, en el trabajo titulado “Poetas españoles contemporáneos”, publicado en The Sun, en Nueva York, el 26 de noviembre de 1880, detalló: “Para andar entre las multitudes, de cuyos sufrimientos y alegrías quiere hacerse intérprete, el poeta ha de oír todos los suspiros, presenciar todas las agonías, sentir todos los goces, e inspirarse en las pasiones comunes a todos”.
Igualmente Martí expuso que principalmente era preciso que el poeta viviera entre los que sufren y agregó de inmediato: “Por grande que sea el poeta, antes de que pueda encontrar los sonidos vigorosos que alientan los corazones, anuncian los grandes sucesos y los inmortalizan, fuerza es que el pueblo goce, bendiga, maldiga, espere y condene. Sin estas condiciones, el poeta es planta tropical en clima frío. No puede florecer”.
Martí durante su existencia hizo referencia además a la trascendencia de significativos creadores en el campo de la poesía. En el segundo número de la revista La Edad de Oro incluyó un trabajo en el que trató acerca de significativos poetas a nivel internacional.
Y por supuesto, igualmente en otros trabajos periodísticos y en varios de sus discursos se refirió en forma específica a la labor y magnitud de las obras de destacados poetas cubanos, entre ellos José María Heredia acerca de quien aseguró: “ …nuestro Heredia no tiene que temer del tiempo: su poesía perdura, grandiosa y eminente, entre los defectos que le puso su época y las limitaciones con que se adiestraba la mano como aquellas pirámides antiguas que imperan en la divina soledad, irguiendo sobre el polvo del amasijo desmoronando sus piedras colosales”.
Desde la etapa de su juventud Martí evidenció sus condiciones como poeta.
Entre los primeros versos suyos que se conservan están dos poemas dedicados a su querida madre, Leonor Pérez, en el primero de los cuales titulado “A mi madre”, fechado en 1868, señaló en su parte inicial:
Madre del alma, madre querida,
Son tus natales, quiero cantar;
Porque mi alma, de amor henchida,
Aunque muy joven, nunca se olvida
De la que vida me hubo de dar.
Hay otros poemas suyos de la etapa citada que están dedicados a Micaela Nin, esposa de su profesor Rafael María de Mendive, a sus hermanas, así como a un hecho de especial significación histórica: el inicio de la guerra por la independencia de Cuba.
En este caso se trata de un soneto identificado con la fecha del Diez de Octubre, que elaboró en el año 1869.
Con el decursar de su existencia Martí siempre tendría a su lado a la poesía como el refugio más íntimo en el cual podía depositar sus sueños y concepciones acerca de distintos aspectos de la vida y del mundo en general.
En España, por ejemplo, cuando se hallaba deportado, en un significativo poema condenó el horrendo crimen cometido por las autoridades españolas en Cuba cuando fusilaron el 27 de noviembre de 1871 a ocho estudiantes de medicina.
En ese poema Martí al hacer referencia a la muerte expresó:
¡Y más que un mundo, más! Cuando se muere
en brazos de la patria agradecida,
la muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
Algún tiempo después, durante su estancia en México a partir de 1875 Martí empieza a publicar poemas suyos en la Revista Universal, importante periódico mexicano con el cual colabora en forma activa.
A México había llegado en febrero del año citado para reencontrarse con sus padres y hermanas que se habían asentado en ese país desde 1874.
Entre los primeros poemas de Martí publicados en la Revista Universal, de México, estuvo uno dedicado a su hermana, conocida en el seno familiar como Ana, la cual había fallecido en la capital mexicana algo más de un mes antes de producirse su llegada a dicho país.
En este poema titulado “Mis padres duermen”, publicado en la edición correspondiente al 7 de marzo de 1875 Martí enfatizó en la parte final:
Decidme cómo ha muerto;
Decid cómo logró morir sin verme;
Y –puesto que es verdad que lejos duerme-
¡Decidme cómo estoy aquí despierto!
La etapa más fecunda de Martí como poeta es en el transcurso de los años de la década del ochenta en el siglo XIX.
Además de un gran número de poemas que elaboró, muchos de los cuales estuvieron dedicados a amistades suyas, y otros que tratarían temas generales, en ese período creó los15 poemas que conformarían su primer libro de verso editado, el Ismaelillo, especialmente dedicados a su hijo José Francisco, los Versos Libres, que no fueron agrupados en forma de libro hasta años después de su muerte, y los Versos Sencillos que resultaron publicados en 1891.
En la introducción del libro Ismaelillo, editado en 1882 en Nueva York, Martí llegó a expresarle a su hijo:
“Hijo, espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti. Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!”.
En la nota introductoria de sus Versos Libres especificó al referirse a las características y significación de sus poemas:
“Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: ¡oh, cuanto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre tiene su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje”.
Y en la introducción de los Versos Sencillos expuso que amaba la sencillez y creía en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras. Incluso tanto en los Versos Libres como en los Versos Sencillos, Martí trató acerca de las características de los poemas que concebía y así por ejemplo planteó en el quinto de los Versos Sencillos:
Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves;
Mi verso es un monte y es
Un abanico de plumas
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral!
Mi verso es un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se fúndela espada.
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