Valoración martiana de la independencia de Estados Unidos

2 de julio de 2021

|

Pedro Pablo Rodríguez

 

 

El 4 de julio de 1776, en pleno desarrollo de la Guerra de Independencia, las Trece colonias británicas de la América del Norte proclamaron la independencia, la que no fue reconocida por la metrópoli mediante la firma de un tratado hasta siete años después.

La fundación de esa república fue, desde luego, un acicate para los patriotas del sur del continente al emprender su propia gesta libertadora frente a la monarquía española y George Washington, el jefe militar de la contienda norteña y primer presidente del nuevo estado, recibió respeto en el sur de la región.

José Martí siempre apreció el sentido simbólico de Washington para las luchas libertadoras. Así, en 1875, a los 22 años de edad, en un texto publicado en México, en el cual defendía el culto a los héroes y a los combates libertadores de Hispanoamérica, escribió lo siguiente: “No son hombres distintos en América, Washington, Bolívar e Hidalgo.”

Sin dejar de apreciar en sentido positivo la personalidad del prócer del norte, desde sus escritos mexicanos el cubano dejó sentada también las diferencias entre esas personalidades que respondían a pueblos con características diferentes. En el mismo 1785 también pidió para un proyecto de instrucción pública “un historiador potente más digno de Bolívar que de Washington, porque la América es el exabrupto, la brotación, las revelaciones, la vehemencia, y Washington es el héroe de la calma; formidable, pero sosegado; sublime, pero tranquilo.”

Obsérvese la importancia que otorgaba a conocer nuestra historia y cómo parece excluir a Estados Unidos de su idea de América, y, sobre todo, cómo apunta a la diferencia de psicología social, de expresión de sus sentimientos y de su espiritualidad, entre ambas regiones de esta parte del planeta.

Ya en su madurez, cuando pasa muchos años viviendo en Nueva York y se convierte en un conocedor a fondo de aquella sociedad del norte y en un agudo crítico de su organización y de los rasgos dominantes de su personalidad colectiva, Martí emite juicios ahondadores acerca del proceso independentista y del líder militar y político de aquel proceso, sustentados en su estudio sistemático de historia estadounidense que le llevaron a entregar en 1881 un notable y actualizado relato de la batalla de Yorktown, la que aseguró la independencia de las colonias.

 

 

En 1889, en su discurso conocido como “Madre América” ante los delegados de Latinoamérica al congreso panamericano de Washington, en que advirtió acerca del peligro de ese encuentro para nuestras soberanías, aludió a George Washington, el aristocrático plantador de Virginia poseedor de esclavos, de esta manera: “A su héroe, le traen el caballo a la puerta.” Y se extiende en el análisis del resultado de la guerra: “La libertad que triunfa es como él, señorial y sectaria, de puño de encaje y de dosel de terciopelo, más de la localidad que de la humanidad, una libertad que bambolea, egoísta e justa, sobre los hombros de una raza esclava, que antes de un siglo echa en tierra las andas de una sacudida…”

En 1893, en un artículo en su periódico Patria, ya siendo el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, el organizador de la guerra contra el colonialismo español y contra la anexión a Estados Unidos, al referirse a la revolución cubana, volvió Martí a definir la creación de Estados Unidos con elocuente frase sintética: “Independencia es una cosa y revolución es otra. La independencia en los Estados Unidos vino cuando Washington; y la revolución cuando Lincoln.”

Así, pues, para el Maestro, la abolición de la esclavitud fue el acto pendiente tras revocar la subordinación colonial, la decisión transformadora de un orden social “egoísta e injusto”, cuyas secuelas aún se sienten en ese país; un acto sin dudas revolucionario para los nacientes Estados Unidos proclamados el 4 de julio de 1776, hace 245 años.