Una ciudad, una artista, un sueño
25 de mayo de 2014
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Martha Jiménez ha logrado lo que muchos artistas sueñan: dejar su impronta en la ciudad. En la antigua Villa de Santa María del Puerto del Príncipe —tercera fundada en Cuba por los españoles el 2 de febrero de 1514—, hoy Camagüey a unos 500 kilómetros de la capital cubana, se encontrará la huella de esta mujer que hace más de tres décadas apostó por las artes plásticas, sendero que comenzó a recorrer desde muy pequeña.
En reciente entrevista al espacio Luces y sombras de Habana Radio, Martha Jiménez reafirmó que es fruto de la primera graduación de la Escuela de Instructores de Arte, en 1971: “soy del mismo curso que Choco (Eduardo Roca Salazar), Ernesto García Peña, Isavel Jimeno, Raimundo Orozco, entre otros; cuando me gradué de instructora me fui a trabajar como tal y ahí empezó mi vinculación con la docencia, en el trabajo con niños y jóvenes combinado con la creación. A eso he dedicado mi vida.
Enseñar ha sido para usted como un sacerdocio ¿por qué cuando es ya una artista reconocida continúa vinculada a la docencia?
La creación roba tiempo y hay que dedicarle muchas horas al día, pero tengo un proyecto comunitario con niños que se llama Pincel con alma de beso. Me interesa la formación de las nuevas generaciones y no me refiero a que aprendan a pintar, sino que las artes plásticas ayudan al hombre a perfilar su conducta y contribuyen a desarrollar aspectos síquicos-mentales. Es importante tener conciencia de lo esencial que es el arte y desde niños impartirles conocimientos musicales, por ejemplo… es algo que ayuda a la formación y, a la larga, los hará mejores seres humanos.
Usted ha hecho pintura, grabado, dibujo, pero la cerámica parece ocupar un lugar especial…
Con la cerámica puedes aplicar todos los conocimientos que poseas del mundo de las artes plásticas. Lamentablemente, ha sido considerada ‘la cenicienta de las artes plásticas’ y en la lucha por reivindicar la manifestación habrá que agradecerle siempre a nuestra Amelia Peláez —que hizo una obra impresionante en cerámica esmaltada—, a Alejando G. Alonso, director del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana, —persona clave en la defensa y la salvación de la cerámica en nuestro país— y al maestro Alfredo Sosabravo que la ha enaltecido.
Hay un aspecto sumamente interesante y es que desde hace un tiempo, se ha logrado incluir dentro de la metodología de la enseñanza artística la cerámica como asignatura y alumnos egresados del Instituto Superior de Arte, ISA, han realizado trabajos serios en este soporte. En los albores de la humanidad la cerámica nació a partir de una necesidad utilitaria —para hacer vasijas y recipientes—, pero inmediatamente se comenzó a decorarlas. En Camagüey, por ejemplo, siempre ha habido una gran tradición alfarera que va desde las tejas confeccionadas con barro hasta el tinajón, emblema de la ciudad.
El horno es el gran misterio para el ceramista ¿le ha sucedido que el horno le ha estropeado una pieza?
Sí, y puede suceder por problemas físicos, químicos y hasta eléctricos; abrir la puerta del horno siempre es un acto mágico porque te enfrentarás a grandes sorpresas que pueden llenarte de alegría, pero también de frustración.
Algunos ceramistas me han comentado que, a veces, los accidentes que ocurren dentro del horno son beneficiosos para las piezas.
Es cierto, un accidente puede traer como resultado una mejor pieza. Me ha sucedido que han ocurrido accidentes que han embellecido las piezas, es decir, ha ocurrido lo contrario de lo previsto, pero para bien.
Usted participó en el V Simposio Internacional de Escultura celebrado en Turquía y con la pieza “La gineta” obtuvo un premio ¿fue un momento importante dentro de su carrera?
Participamos escultores de Turquía, Alemania, Inglaterra, Corea, Estados Unidos y Cuba. Hice dos piezas que quedaron emplazadas en un parque ecológico de Estambul. Nunca había hecho una obra de tres metros; anteriormente había realizado esculturas hasta de 1,40 pero nunca había trabajado en esa dimensión.
En 2010 usted fue la única latinoamericana premiada en la Bienal de Arte Moderno de Shanghái, en China.
La Bienal estuvo dedicada a la vasija y, realmente, fue una verdadera sorpresa. Es una pieza de una serie titulada Lo nuestro es nuestro y lo llevo dentro. Es un homenaje a la yagua, que sirve para hacer cobijas y con las que se construyen las casas representativas de los campos de Cuba.
Y Premio UNESCO con La mujer sin prójimo.
Ese premio lo obtuve por un conjunto de cinco piezas que hice para la Feria Internacional de Artesanías. También la UNESCO me otorgó el premio al Mejor Conjunto Arquitectónico.
Una parte de su obra se apoya en las gordas y las mestizas caribeñas ¿por qué?
Es algo muy interior. En mi trabajo tengo dos vertientes: una conceptual y otra costumbrista. Hubo una etapa de mi vida en que, casi, no tenía tiempo para crear porque mi rol de madre me acaparaba todo el tiempo. En ese momento surgieron esos personajes que nacen de la realidad, pero también tienen mucho de fabulación.
¿Por qué le interesa mirar a su entorno inmediato? ¿Qué le encuentra al común del camagüeyano que pasa frente a su casa?
Me gusta indagar en el carácter sicológico de cada uno de los personajes, de sus rasgos contradictorios y atrapar hechos y reacciones que suceden en la vida real. También me interesan los gestos característicos del cubano y me refiero tanto al hombre como a la mujer. Entre mis temas está el representar lo que sucede en la vida real y como artista me preocupo porque el espectador se sienta parte de la obra y que se vea representado en ella.
Usted toca el tema femenino, pero sin pertenecer a ninguna corriente feminista…
No defiendo ninguna corriente feminista, pero sí me interesa representar a la mujer dentro de su mundo como un ente muy importante a nivel social y portadora de sólidos valores. Lamentablemente, en Cuba aún la mujer no ocupa el lugar que le corresponde; considero que todavía estamos renegadas y no tenemos el espacio que deberíamos ocupar a nivel de la sociedad. No obstante, creo que las cubanas tenemos muchos más derechos y reconocimientos que otras mujeres, incluso, del primer mundo que son explotadas, que no tienen dónde trabajar, que los salarios son inferiores a los de los hombres aun cuando realizan la misma actividad. Sin duda, en Cuba las mujeres hemos logrado conquistas, pero aún falta, incluso, en ocasiones es la misma mujer la que no se valora.
Si tuviera que elegir entre las manifestaciones que incursiona ¿apostaría por la cerámica?
Apostaría por el modelado porque puedo hacerlo sin tener que llevarlo a la cerámica sino a otro material. Por ejemplo, algo que se modele puede “vaciarse” al bronce y no a la cerámica. Pienso que en mi obra pictórica hay una influencia directa del volumen. Cuando modelo —me refiero al barro— no hago dibujos ni bocetos sino que voy directo a la creación y es como mejor funciono. Por el alto nivel de experimentación que presupone y por la posibilidad de trabajar con las texturas me encanta el grabado.
Su trabajo ha dejado una huella en Camagüey ¿quizás la escultura a Santa María es el mejor ejemplo?
Esa pieza nació de manera muy espontánea e, incluso, cuando la concluí me di cuenta que había hecho algo especial para Camagüey; está emplazada en la calle Ignacio Agramonte, en la Plaza del Gallo, en el lobby del Hotel Santa María. También hay esculturas mías en la Plaza del Carmen, en la avenida Camagüey, y en una carretera longitudinal donde existe un mural cerámico —de diecisiete por tres metros— adosado a la pared.
Usted ha trabajado en barro vitrificado ¿qué le aporta a la obra?
En la cubierta, y los resultados son impresionantes. Puedes hacer una cerámica escultórica con volúmenes y texturas, pero cuando trabajas color es otra obra y son otros códigos y otros efectos que van a estar incluidos en esa escultura. Esa cubierta va a dotar a la obra de otras lecturas.
¿Cuál es la obra soñada?
Quisiera poder hacer en Cuba una pieza de grandes dimensiones. Cuando proyecté las esculturas que están en la Plaza del Carmen, los personajes tenían unos de tres metros, pero al analizar la altura de los edificios aledaños era imposible hacerlos a ese tamaño; de ahí que las esculturas se concibieran a escala real, humana. Vamos a ver cuándo y dónde puedo hacer la escultura de tres metros que sueño.
¿Qué es para usted Camagüey?
A pesar que no es el sitio donde nací, aquí he desarrollado toda mi obra y constituí mi familia. Viajo, ando por ahí un tiempo, pero siento un irresistible deseo de regresar porque es el lugar en el que puedo crear. En este mundo, Camagüey es mi lugar.
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