Un verano de trabajo
7 de julio de 2023
|Entre el 25 de mayo y mediados de julio de 1893 Martí realizó una gira por las Antillas y Centroamérica motivada por la necesidad de impulsar los planes concretos para el inicio de la que calificaba como la ·”guerra necesaria” para liberar a Cuba de la dominación colonial. Tres grandes asuntos tuvo que atender durante aquellas siete semanas de reuniones con las emigraciones y gestiones de todo tipo: advertir que el alzamiento ocurrido en la zona holguinera no respondía a la labor clandestina del Partido Revolucionario Cubano dentro de la Isla; ratificar que el Partido encaminaba una insurrección organizada y coordinada, y, finalmente, incorporar a las emigraciones en la América Central y en el itsmo panameño a las labores revolucionarias, sobre todo al grupo de antiguos combatientes asentados en Costa Rica bajo el mando de Antonio Maceo, un imprescindible para la contienda liberadora.
Todo ello fue logrado plenamente, y hasta en los países visitados personalidades, organizaciones e instituciones diversas de esos lugares dieron su apoyo a la causa libertadora. Hay constancias de que en algunos de esos puntos, como en Costa Rica, el Delegado fue recibido por el presidente y el ministro de Guerra, al igual que ante amplios públicos de esa nación y de Panamá expresó sus ideas acerca del proyecto de unidad continental para evitar el expansionismo estadounidense.
Al regresar a Nueva York, Martí fue a la playa, a Bath Beach, para recuperarse del agotamiento por las tantas jornadas en barcos, viajes por tierra y diversas actividades. No obstante, ya sin movimientos `por mar y tierras, Martí no paró de escribir, tarea que seguramente le ocupó muchas horas; su informe de viaje a los clubes del Partido y numerosas cartas a sus colaboradores. En todos esos documentos reitera éxito de esas jornadas.
Así, a José Dolores Poyo, el patriarca de los emigrados de Cayo Hueso, le señala su “justo contento” por lo que llevaba como resultado del viaje y por lo que hallaba a su vuelta tanto en las emigraciones en Estados Unidos como por “el entusiasmo y disposición” de las comisiones llegadas desde Cuba. A Serafín Sánchez le afirma que “todo va estando” y que “la voluntad activa de Cuba” “parece cercana. Y respira alegría cuando le dice: ¡Si ya no siento mis males, y creo que se me curan. Desde que se me quitó la angustia de todo lo hecho fuera vano, porque la tierra no quisiese servirse de nosotros!” A Teodoro Pérez le indica cómo llegar a donde residía, pues “Lo espero con ansias para contarle cosas buenas.”
Sin embargo, ya en Nueva York, vuelve a escribir a Serafín Sánchez a finales de julio y le cuenta que esa carta son “las primeras líneas que el trabajo fructuosísimo de estos días me deja escribir.”Y al final de la extensa misiva afirma acerca de su viaje: “En los tres días, Gómez y yo dormimos tres horas. Panamá, entero. Excelente, Costa Rica. Deséeme salud, y con la verdad saldremos a puerto. La Isla quiere. Eso es todo lo que era menester”.
Se acercaba, pues, la hora de la revolución.
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