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Un pianista diferente (II)

5 de agosto de 2016

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En San José de Costarrica llegó a ofrecer con su piano un recital altamente aplaudido por los más importantes círculos musicales de ese país. La extraordinaria cantante Toña la Negra, también elogió con sinceridad y muestras de admiración el arte ilimitado de Everardo Ordaz; así mismo, hasta el mismísimo Agustín Lara quedaba extasiado escuchando las fértiles improvisaciones y variaciones que concebía de obras suyas realizadas por Ordaz; pero no solo de la música “larista” se trataba, sino también de la música cubana y jarocha en particular.
Y es que la música en Ordaz cobraba un amplio espectro, no solo en un fino y selecto empaque a la hora de seleccionar los repertorios, donde primaban los aires de la música popular cubana y de otras latitudes; sino también, de una maestría, color y destreza en serios entramados rítmico/melódicos, creadores de ideas y conceptos muy individuales, aunque sostenidos por raigales nutrientes estéticas y de un gran esmero creador.
Los amplios conocimientos técnicos del piano y su práctica constante del instrumento, le permitieron desarrollar a lo largo de su carrera, brillantes discursos musicales insuperables en su género.
Everardo Ordaz gozaba de un sólido reinado en una fértil imaginación improvisatoria, temperamento eminente de sutiles matices, una viva sensibilidad por lo experimentalmente musical, capaz de ofrecer ilimitadas e inusitadas variaciones sobre un tema cualquiera, si bien, sin alejarse por un momento del sabor auténtico de la línea melódica original.
Pianista dueño de una inspiración de altos vuelos, en cada una de sus interpretaciones regalaba el arranque y derroche de un sin número de virtudes múltiples en cada una de sus presentaciones.
Como compositor supo sacarle al teclado la pulcritud sonora del pianista y el creador; como arreglista el respeto y la honradez por las obras sometidas a su genio.
Aunque virtuoso en casi todas las esferas de la música, siempre fue en extremo muy cuidadoso del contenido melódico/rítmico/armónico de las obras interpretadas por él, aunque no despreciaba el experimento, sobre todo, en los oscuros vericuetos e intrincados caminos a los que les incitaba la vanguardia musical.
Everardo Ordaz grabó un sinfín de discos junto a la orquesta de Paulina Álvarez, y la Maravilla de Arcaño, entre otras populares orquesta cubanas; así como varios discos de larga duración con solos de piano para diferentes marcas –alejados de cualquier estilo Dinner Music–; y en especial uno en “Radio Progreso” acompañado por Israel López, El Gran Cachao, en el contrabajo, Rolando Lasserie en las pailas, y Blanco en el bongó.
Además, aquí en Cuba grabó para el sello Puchito el MLP-517, quizás su Lp más difundido en Latinoamérica: el larga duración Piano Mágico and Rhythm acompaniment, sorprendente selección de temas que van desde Siboney, de la carpeta autoral del maestro Ernesto Lecuona; pasando por Capullito de Alelí, de Rafael Hernández; La Bella Cubana, de José White; Lala, del cubano Arturo Núñez; Rhumba Rapsody, de Morales-Audinaud; El Manicero, de Moisés Simons; Campanitas de cristal, de Hernández; Noche de Ronda, del inmenso Agustín Lara; Siempre en mi corazón, de Lecuona; Quiéreme Mucho, del siempre recordado Gonzalo Roig y Mosaico mexicano del propio Ordaz. Los arreglos para este excelente soporte fonográfico fueron realizados con un gusto exquisito por el propio Ordaz.
A mi juicio, en este disco han quedado plasmados las líneas más auténticas de su fraseo, la riqueza inmejorable de sus cromatismos, el caudal frenético de su pulsación y un sentido de excepción en lo constructivo/musical.
En la contracarátula de este disco, las notas redactadas con respetable elegancia por el crítico Fernando Fernández Barcenas, éste opina: “El extenso repertorio de Ordaz incluye como segunda pasión la música española, la cual estudia con ojo de artista y técnico. En suma, nuestro prolífico pianista lleva todo lo que sea música muy adentro. Y al expresar los diversos ritmos del mundo, lo hace con señalada y vibrante elocuencia, buscando la diferenciación en cada nota, en cada frase, en cada pieza”.
En las breves visitas que hiciera a Cuba, desde su salida en 1946, Everardo hizo presentaciones en radio y televisión, y muy en especial en el bloque de programas televisivos Hogar Club, patrocinado por Gaspar Pumarejo, a través del canal 2 de la televisión cubana.
Everardo Ordaz en el espectro musical latino, permanecerá por siempre como un eterno contemporáneo, por sus amplias dotes como artista y artífice del piano.
Ahí han quedado sus discos, como una muestra elocuente de que el piano no se toca solo con los dedos, sino con todo el cuerpo, el talento, y hasta con el aliento… Por estas razones y muchas otras más, Everardo Ordáz es un pianista diferente.

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