Un pedazo cubano que siempre se trató de arrancarlo de raíz
15 de febrero de 2013
|Al bordear Cristóbal Colón por segunda vez a Cuba en 1494 se aproximó a la actual Isla de Pinos. Amenazó a todo aquel que contradijera que aquel islote era parte de Asia, ante las fabulosas riquezas prometidas por los Reyes Católicos de España, si conseguía la apetecida ruta bajo el dominio de ellos. Así nació ese punto de gran interés dentro del área para europeos y otros vecinos del entorno, aunque fuera tan cubana como el resto del territorio nacional.
El abordaje de aventureros de todo tipo se cruzó por sus costas y relieves aún antes de disponerse como una propiedad entregada a Gómez de Rojas, gobernador de Jamaica, cuando se acercaba el final del siglo XVI. Pero la rueda del Dios Cronos envuelto en tal trasiego no se detuvo en sus andares por aquel extremo situado al oeste de Cuba, la isla mayor del curioso archipiélago cuyas costas recordaban la presencia de un cocodrilo sobre sus serenas y cálidas aguas.
La rueda del tiempo no se detuvo y aquel segmento que forma parte de Cuba junto al resto de sus islotes que la rodean sobre la misma plataforma abrió el siguiente siglo a nuevos ambiciosos para cortar maderas o cazar el fuerte ganado que se desplazaba por sus sabanas. Pero otras muchas miradas le continuaban las pistas del espacio.
Piratas y corsarios y protegidos por el llamado Patente de Corzo, a través del cual sus respectivas coronas les autorizaba todo tipo de fechorías para robar bajo los pabellones de Francia o Inglaterra quedaron prendados del segmento cubano de Isla de Pinos. Y la tomaron como un espacio para tales aventureros que infectaron con su agresiva intranquilidad el Mar Caribe, convertido en un baúl de riquezas de las que todos podían disponer sin pedir permiso alguno.
La posición sur de aquella pequeña Isla no le resultaba fácil a los navegantes en salida hacia otras aguas vecinas fue un escollo, pero no una limitante al mantenerse el interés global de los imperios de la época por poseerla bajo sus respectivas coronas europeas, además del sesgo sangriento de las acciones tanto en sus aguas que en su diminuto espacio terrestre.
España cumplió su interés de mantenerlo como espacio que podía ser colonizado desde principios del siglo XIX. Aunque llegó a contar con una población estable de contrabandistas de toda laya. En ella se levantó una prisión para asegurar el confinamiento de quienes burlaban las leyes colonialistas del reino ibérico.. Hasta que la República fundó allí el llamado Presidio Modelo. Pero desde el Norte el Tío Sam la apreciaba antes del Tratado de París de 1898 que puso fin a la guerra, pero los Estados Unidos la colocaron como parte de su territorio según ley yanqui de 1901. Ya habían realizado dos años antes un mapa de ella, que los colocaba por encima de los cubanos quienes la habitaban en mayoría ante diversas nacionalidades. Pero ellos no la querían cubana sino bajo el pabellón de Norteamérica.
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