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Un juego nuevo y otros viejos en “La Edad de Oro”

25 de julio de 2019

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“Un juego nuevo y otros viejos” es otro de los trabajos que José Martí incluyó en el primer número de la revista La Edad de Oro, en julio de 1889.

Se refirió en este trabajo a distintos juegos que se practicaban en diferentes partes del mundo.

Comentó primero que en esos instantes se realizaba en los Estados Unidos un juego muy curioso que denominaban como el juego del burro.

Explicó al respecto: “En verano, cuando se oyen muchas carcajadas en una casa, es que están jugando al burro.”

Describió de inmediato las características de este juego en el que las personas deben intentar colocarle la cola al burro que por lo regular se pinta en un papel o en una tela.

Señaló: “Lo que no es tan fácil como parece; porque al que juega le vendan los ojos, y le dan tres vueltas antes de dejarlo andar. Y él anda, anda; y la gente sujeta la risa. Y unos le clavan al burro la cola en la pezuña, o en las costillas, o en la frente. Y otros la clavan en la hoja de la puerta creyendo que es el burro.”

En este trabajo Martí detalló que aunque en los Estados Unidos se planteaba que dicho juego era nuevo, en realidad no era así puesto que recordó que ese era otro modo de jugar a la gallina ciega.

También manifestó cómo y en honor a quién había surgido en el mundo ese modo de jugar con los ojos vendados.

Y agregó lo siguiente: “Y los niños no saben, cuando les vendan los ojos, que este juego se juega por un caballero muy valiente que hubo en Francia, que se quedó ciego un día de pelea y no soltó la espada ni quiso que lo curasen, sino siguió peleando hasta morir; ése fue el caballero Colin-Maillard.”

Y añadió: “Luego el rey mandó que en las peleas de juego, que se llamaban torneos, saliera siempre a pelear un caballero con los ojos vendados, para que la gente de Francia no se olvidara de aquel gran valor. Y de ahí vino el juego.”

Igualmente en este trabajo Martí hizo referencia a que los moros tenían una fiesta de caballos que llamaban la fantasía e incluso recordó que un pintor español había reflejado en una de sus obras muy bien dicha fiesta al detallar que se ve en el cuadro los moros que entran a escape en la ciudad, con los caballos tan locos como ellos, y ellos disparando al aire sus espingardas, tendidos sobre el cuello de sus animales, besándolos, mordiéndolos, echándose al suelo sin parar la carrera, y volviéndose a montar. Y añadió: “Gritan como si se les abriese el pecho.”

Comentó sobre la danza del palo de los negros de Nueva Zelandia. Precisó: “Ellos suben y bajan por las cuerdas, y se van enroscando hasta que la cuerda está a la mitad, y luego se dejan caer. Echan la cuerda a volar, lo mismo que un columpio, y se sujetan de una mano, de los dientes, de un pie, de la rodilla. Rebotan contra el palo, como si fueran pelotas. Se gritan unos a otros y se abrazan.”

Expresó además en el citado relato que los indios de México tenían, cuando llegaron los españoles, juegos muy lindos entre ellos también la danza del palo. Destacó que los indios mexicanos eran hombres muy finos y trabajadores y que en sus juegos eran tan ligeros y originales como en sus trabajos.

 

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Y al referirse específicamente a las características de la danza del palo entre estos indios señaló: “Esa danza del palo fue entre los indios una diversión de mucha agilidad y atrevimiento; porque se echaban desde lo alto del palo, que tenía unas veinte varas, y venían por el aire dando volteos y haciendo pruebas de gimnasio sin sujetarse más que con la soga, que ellos tenían muy fina y fuerte, y llamaban metate.”

En este trabajo Martí llegó a decir que los ingleses creían que el juego de palo era cosa suya aunque los isleños de las Canarias consideraban que dicho juego no era invención inglesa sino que había nacido en dichas islas.

Más allá de dicha disputa Martí aseguró que los indios de México jugaban al palo tan bien como el inglés más rubio, o el canario de más espaldas.

Y de lo que él planteara en este trabajo se deriva la enseñanza que un determinado juego podía irse reflejando en distintos lugares del mundo con matices o peculiaridades específicas, así como podía irse trasmitiendo a través de generaciones.

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