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Un Bambino en Cuba

23 de agosto de 2013

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En 1920 los Gigantes de Nueva York, dirigidos por John McGraw, volvieron a visitar la capital cubana para desarrollar una serie de partidos contra los principales equipos de la Liga profesional. Quizás lo más atractivo de aquel viaje haya sido que en la nómina de los Gigantes apareció Babe Ruth, el gran bateador de los Yankees.
Ese año Ruth asombró a todos al imponer un impresionante récord de 55 cuadrangulares con los Mulos de Manhattan, una franquicia que todavía no había ganado su primer título de Serie Mundial; pero esa historia cambiaría en los siguientes años, especialmente por el bateo del Babe.
Antes de que concluyera la temporada de 1920, el empresario cubano Abel Linares ya había mostrado interés por traer a La Habana a los Gigantes de Nueva York, un potente equipo que concluyó en la segunda posición de la Liga Nacional, por detrás de los Dodgers de Brooklyn. Una tarde, mientras Linares presenciaba un partido entre los Yankees y los Atléticos de Filadelfia, en el estadio Polo Grounds, se le acercó una persona desconocida.
Así rememoró ese encuentro Linares, reseñado por el periodista Jorge Alfonso en un artículo: “En correcto español el desconocido me preguntó si yo era el señor Abel Linares, promotor cubano de béisbol. Tras presentarse como John Igoe, secretario de Babe Ruth, me explicó que conocía mis intenciones de contratar al jonronero. Con posterioridad invité a Igoe a conversar en mi habitación y le regalé una buena cantidad de tabacos, pues era un gran fumador, al igual que Ruth, quien no soltaba el Habano de la boca.”
De esa conversación salió un acuerdo mediante el cual Linares le pagaría a Ruth 1500 dólares por cada uno de los 10 partidos que jugaría  con los Gigantes; además, el empresario correría con los gastos de alojamiento y transportación.
Según reconoce el profesor Roberto González, en su libro “La gloria de Cuba”, los Gigantes arribaron a La Habana el 15 de octubre de 1920, en un barco de vapor, desde Cayo Hueso y de inmediato partieron hacia el hotel Plaza, donde se alojaron. En la nómina de los Gigantes estaba el receptor cubano Miguel Ángel González quien en la llamada pelota invernal actuaba como director de los Leones del Habana.
Los Gigantes comenzaron la serie contra selecciones profesionales cubanas el 17 de octubre; aunque Ruth llegó a La Habana el 30 y en el muelle lo recibieron decenas de fanáticos.
Luego el Bambino—como lo apodaban los periodistas—se trasladó hasta el estadio Almendares Park y esa misma tarde debutó con el uniforme de los Gigantes. El rival de aquel día era el Habana y Ruth, en su primer turno al bate, conectó una fuerte línea que no pudo ser capturada por el inicialista y se extendió por todo el jardín derecho. El Babe, que era un hombre corpulento y que nunca se caracterizó por la rapidez en el corrido de las bases, no tuvo complicaciones para anotarse un triple.
Más tarde, en el tercer capítulo, el Bambino disparó un doble y sus batazos contribuyeron al éxito de los Gigantes por 4 carreras 3. Al día siguiente, el rival de los visitantes fue Almendares. Los Alacranes colocaron en el montículo al zurdo Emilio Palmero quien solo permitió tres anotaciones; pero los lanzadores neoyorquinos fueron más dominantes y dejaron en cero a los almendaristas. Babe comenzó impetuoso contra Palmero, pues le conectó un triple y un sencillo en sus dos primeras comparecencias; sin embargo, después el joven pitcher se creció y le propinó dos ponches consecutivos.
En una crónica publicada en un diario habanero de la época se describió de esta manera aquel momento: “Ruth, al llegar al banco, comentó sorprendido: ¿De dónde sacaron los cubanos al muchacho ese? Les aseguro que puede lanzar en cualquier parte.”
En el tercer encuentro, el pitcher Joseíto Acosta, de los Leones del Habana, fue implacable con el Bambino y lo ponchó en tres ocasiones. El quinto partido entre los neoyorquinos y los Alacranes de Almendares quizás sea de los más recordados en la historia del béisbol nacional, aseveró González en su libro.
El 5 de noviembre los cubanos apabullaron a los Gigantes por 11 carreras a 4 y la actuación más destacada la protagonizó Cristóbal Torriente. Sobre la espectacular tarde que tuvo el fornido bateador se han escrito varias versiones. González concuerda en que Torriente conectó tres cuadrangulares y un doble.
No obstante, González reconoce en su libro que los tres cuadrangulares de Torriente se produjeron en un ambiente demasiado relajado, es decir, que los Gigantes realmente no le pusieron mucha atención al desafío. Para demostrar esta afirmación se basó en un artículo publicado por el “Diario de la Marina” y en el dato sobre el lanzador abridor neoyorquino, quien era el habitual defensor de la primera base. De todas formas, en el imaginario del béisbol cubano ha quedado guardado el 5 de noviembre de 1920, como la tarde en que Cristóbal Torriente  eclipsó al Bambino.
Ruth volvió a jugar el 7 de noviembre, ante los Rojos del Habana; pero tampoco pudo disparar un cuadrangular; aunque sí se apuntó un triple. Otro detalle interesante  es que el Almendares Park era un estadio inmenso, con medidas nada habituales. Por ejemplo, en el ángulo entre el jardín izquierdo y el central la distancia era de aproximadamente 600 pies. Por tanto, muchos de los jonrones que se conectaron durante las décadas en que existió esa instalación fueron “dentro del terreno”.
El 8 de noviembre finalmente Ruth vio bien una recta, le hizo un fortísimo swing y la pelota sobrepasó la cerca del jardín central. Al parecer la bola cayó por la pizarra, a una distancia de 550 pies. Ese fue el primer y único jonrón que conectó el Bambino en su viaje a La Habana.
Babe también aprovechó su tiempo en la capital para relacionarse con la pelota vasca. Durante su estancia visitó, en varias ocasiones, el frontón Jai-Alai, donde hizo muchísimas apuestas y parece que la suerte no le sonrió, porque perdió centenares de dólares.
En la década del veinte, Babe Ruth se consolidó como el bateador más temido en las Grandes Ligas. Sus cuadrangulares ayudaron a los Yankees de Nueva York a ganar cuatro Series Mundiales y, en 1927, el Bambino extendió los límites del ser humano al conectar 60 jonrones, una marca que estuvo vigente hasta 1961, cuando otro Yankee, Roger Maris, disparó 61.
Con 714 cuadrangulares,  Ruth ocupa el tercer lugar en la lista de máximos jonroneros, por detrás de Barry Bonds y Hank Aaron. Su extrovertida personalidad y brillantes números lo convirtieron en uno de los mejores peloteros de todos los tiempos.

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