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Un artículo dedicado a La Chelito

14 de febrero de 2014

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La ChelitoEn su número de enero de 1960, la revista “Show” —que durante algunos años se editara en La Habana— incluyó un artículo de su corresponsal en Madrid, Juan Pérez, (Bongo) por el fallecimiento en esa capital, el 20 de noviembre del año anterior, de la cantante y actriz de origen cubano Rosario Portela, La Chelito, quien residiera la mayor parte de su vida en tal urbe.
El autor basó su trabajo en una entrevista que le concediera Álvaro Retana, quien estaba considerado el mejor amigo de la artista que interpretaba como nadie los cuplés de ese autor.
Tal artículo —intitulado “La muerte de La Chelito”— lo reproducimos hoy para los lectores de nuestra sección

—La Chelito fue una de las más famosas estrellas, por no decir la más famosa del varieté que a principios de siglo se implantó en España y que hacía furor por entonces en Europa, denominándose “género ínfimo”.
—Chelito —sigue hablando nuestro amigo Retana— representaba la travesura ingenua. Debutó a los catorce años y era tal su inocencia que no comprendía la doble intención de la letra de los cuplés que cantaba. Algunas veces solía decir: “No comprendo por qué el público se ríe tanto con esas letras que no tienen nada de particular”. Cuando ya supo toda la picardía que contenían, las siguió cantando como si no lo supiera. Por eso su arte era eternamente candoroso.
—Jamás su arte fue grosero. En 1924 José Campua la presentó en el teatro Maravillas para un espectáculo que hoy calificaríamos completamente blanco y las señoras de la alta sociedad madrileña fueron a ver “al diablo con faldas” que hacía faltar a clases a sus hijos, y al marido a cenar a casa; cuando la vieron se maravillaron de la finura y elegancia, a la vez que de su ingenuidad que, naturalmente, entonces era fingida, pero que su deslumbrante belleza cautivó.
—Su predilección por mí fue como consecuencia de no fumar. La molestaba atrozmente que los autores fumasen durante los ensayos, porque quemaban su magnífica pianola. Y yo no fumaba. Popularizó mis cuplés “De Dios y del Diablo”, “Un paseo en auto”, “La rumba”, “Noche de novios”, “El bolsillo y el manguito” y varios más que ahora no recuerdo. De Casanova, “Vino tinto con sifón” y “Venga alegría”. En ocasión de presentarse en el teatro Romea, allá por 1904, La Fornarina dijo de ella: “Es muy mona esta chica. ¡Lástima que sea tan flacucha!”
—Hoy contaba Consuelo setenta y tres años. Pero no los parecía, se conservaba incomprensiblemente joven. Consecuencia de no haber llevado esa vida turbulenta que gente mal informada y maledicente le atribuía. Sus últimos años transcurrieron dentro de la mayor honestidad y recato, diariamente oía misa en la próxima Iglesia del Carmen.
—Sí, tenía mucho dinero. Deja una fortuna que sobrepasa los cuarenta millones de pesetas. Ganó mucho dinero como empresaria en España y América.
—No la quise ver muerta. Quería guardar el eterno recuerdo de su belleza y no tuve valor. Yo quería mucho a Consuelo.
Una lágrima rueda por las mejillas de Álvaro, delatando la pena que aflige su corazón y nosotros dejamos la charla. Consuelo Portela Audet nació en Placetas, provincia de Santa Clara, Cuba, en 1886.* Era hija de un militar español que al morir tenía Consuelo muy pocos años de edad y hubo de volver a España. Presentándose en el teatro a los catorce años de edad, se retiró en el año 1928, aunque en el año 48 hiciera una salida furtiva a la escena.  De su época fueron La Fornarina, Julia Fons, Antonia Mercé, Olimpia d’ Avigny, Raquel Meller, Amalia Molina y Pastora Imperio. Durante muchos años gozó de una amplia popularidad siendo heroína de fabulosas leyendas de mujer fatal, aunque en el fondo —como dice Retana— fuera una persona ingenua, con aire de colegiala; pero esa “rumba” y “la pulga” le dieron tal matiz frívolo, en aquellos tiempos que la frivolidad estaba de moda, que bien porque llorase un niño o por un cataclismo cósmico, La Chelito tenía la culpa. Descanse en paz.

*Otras informaciones dan como 1885 el año de su nacimiento en Cuba.

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