Te quiero, no te quiero
3 de julio de 2015
|Después de quince años de matrimonio y dos hijos, Silvia se divorcia, pero lo hace por decisión propia, siendo uno de esos escasos casos que he visto en que me dicen que no tiene nada malo que decir de su ex esposo, y digo escaso caso, porque las personas -por regla general- creen que para acabar un matrimonio uno de los dos tiene que hacer algo malo, sin reconocer que la verdadera razón de este tipo de separación es que el amor se acabó, como es el caso de Silvia. Ella no puede explicar que pasó -lo cual no es muy importante- pero de lo que sí está segura es que no quiere seguir con el hombre al que amó y con el que tuvo dos, formando una familia. Hasta aquí la historia no tiene complejidad porque ella tiene certeza de lo que no quiere; seguir casada con Guillermo. Entonces ¿Qué tiene de interesante para que lo trate aquí? Pues enseguida les digo, y es que ella me dice claramente que no lo quiere lo suficiente para seguir casada con él, pero al mismo tiempo lo quiere todavía demasiado como para esté con otra mujer, y siente algunos celos al saber que él tiene una novia. ¿Qué pasa? ¿Está medio loca? ¿Quiere o no quiere? ¿Estará pasando una crisis que le hace tener sentimientos encontrados? Nada de eso, lo que le sucede a esta mujer -y a muchos hombres y mujeres durante la separación- es algo común y está referido a los sentimientos, que es otra manifestación de la vida afectiva de los seres humanos, y que a diferencia de las emociones, aparecen lentamente, son de larga duración (pueden durar toda la vida), está involucrado el raciocinio, lo que quiere decir que podemos explicar porqué tenemos ese sentimiento, están relacionados con motivaciones superiores, o sea, son propiamente humanas y dejé para lo último la cualidad que explica la actitud de Silvia y es que de la misma forma que aparecen lentamente, también desaparecen lentamente. Esta es la razón por lo que después de divorcios, muchas parejas se reconcilian brevemente para después separarse nuevamente, de la aparición de celos cuando el otro tiene una pareja nueva, la indagación con amigos, familiares, y ¡horror! con los hijos sobre la vida del otro, si es feliz (molesta que no sufra y que siga con su vida ), si al nueva pareja es “más bonita que yo”, o si es ”tan tolerante con ella como fui yo” etc., etc. O sea, que es un proceso en el que la confusión aparece porque resulta muy difícil aceptar que la persona más cercana, con la que se ha compartido la vida, se ha fundado una familia, se han construido sueños, ya pasa a ser el marido de otra o la mujer de otro, y posiblemente el padre o la madre de nuevos hijos. ¿Qué hacer entonces? El consejo es muy sencillo, y es el que dan los abuelos, el tiempo, solo el tiempo es quien pone las cosas en su lugar y aceptar que toda separación matrimonial es desgarradora, que por muy claro que se tenga que no han solución y la disolución es inevitable, nadie nos puede quitar el dolor, las emociones negativas como el enojo, la ansiedad, etc. Es más, todo esto es sano, porque es una pérdida, aunque hay matrimonios que han sido tan tóxicos que este proceso no ocurre igual y la separación es una liberación, pero estos casos son la excepción. Al proceso de sufrimiento, de confusión, de “quiero y no quiero” es conocido como la “elaboración de duelo”, que es el tiempo que dura la aceptación de la pérdida, y que no es igual ni el tiempo, ni la intensidad, ni en las manifestaciones para todas las personas. Cuando se es maduro, sano y se tienen metas, o sea, que se sabe -o por lo menos se tiene una idea- hacia donde se quiere encaminar la persona, el duelo termina con un aprendizaje y por lo tanto dándole un nuevo sentido a la vida y que es lo que le sucederá a Silvia y podrá ver a Guillermo con afecto, con un afecto diferente, pero bueno y sano.
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