Talento y modestia
19 de agosto de 2016
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Cuando le conocí –allá por la década de los 60 de la pasada centuria– no sólo me impresionó su talento musical, sino su gran modestia como ser humano, rasgos que caracterizaron siempre a Domingo Aragú. A él dedicaré mi comentario de hoy.
Formador de generaciones, Aragú fue iniciador y gran promotor de lo que yo denominaría: Escuela de Percusión Cubana, y aunque ya no está entre nosotros, merece ser recordado siempre.
Nació en San Juan de las Yeras (provincia de Villa Clara) el 4 de agosto de 1910 y, aunque la economía familiar era escasa, su vocación era enorme y por eso aprendió a tocar –como a él le gustaba decir– “al pie del atril” participando en las bandas de su pueblo, desde niño, hasta ser admitido en la Banda de Cienfuegos cuando tenía 14 años, donde se mantuvo hasta la caída del tirano Machado, cuando decidió probar suerte en La Habana. Su talento le llevó a trabajar en bandas y orquestas sinfónicas del país y a los 29 años fue nombrado tímpani solista de la Orquesta Filarmónica dirigida por Amadeo Roldán, aunque su labor se extendió a la radio, la televisión, el teatro (ópera, ballet y zarzuela) y la Banda del Estado Mayor del Ejército donde se mantuvo hasta el triunfo de la Revolución.
Al crearse la Orquesta Sinfónica Nacional, Aragú asume la dirección de percusión, en cuyo cargo se mantuvo hasta su jubilación, en 1984.
A su labor como ejecutante hay que añadir la de pedagogo, vocación que siempre llevó en la sangre, pero que alcanzó un nivel mayor, cuando se le encomendó crear e impartir los primeros programas de estudio en las escuelas de instructores de arte y, más tarde, organizar una nueva enseñanza de percusión en los conservatorios, para lo que utilizó sus propios instrumentos debido a la ausencia de los mismos en las aulas. Los resultados pudieron apreciarse cuando graduó los primeros percusionistas, en 1970. Al crearse el Instituto Superior de Arte (entonces ISA y hoy Universidad de las Artes) Domingo Aragú fue nombrado director del Departamento de Percusión, donde se mantuvo hasta la graduación de los primeros egresados.
Por su eminente labor profesional, Aragú recibió múltiples reconocimientos nacionales e internacionales entre los que no puedo dejar de mencionar: Profesor de Mérito, Premio Nacional de Enseñanza Artística y la nominación al Hall of Fame de la Percussive Arts Society radicada en los Estados Unidos. Tampoco puedo omitir el hecho de que fue él quien sembró la semilla de lo que se conoce hoy como PERCUBA.
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