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¿Sobreviven los animales a los ensayos nucleares?

7 de diciembre de 2018

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Reconociendo que las pruebas nucleares dejan efectos persistentes para las poblaciones locales; que el daño causado al medio ambiente es irreversible; y que la carrera armamentista nuclear sigue amenazando millones de vidas inocentes, la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el objetivo de acabar con los ensayos nucleares para crear un mundo más seguro, proclamó el 29 de agosto Día Internacional contra los Ensayos Nucleares. En esta resolución se dijo:

 

“Este día está dedicado a aumentar la conciencia y los conocimientos del público sobre los efectos de las explosiones de ensayo de armas nucleares y cualquier otro tipo de explosión nuclear y la necesidad de ponerles fin como uno de los medios de lograr el objetivo de un mundo libre de armas nucleares”.

 

Una sola arma termonuclear puede tener una capacidad destructora un millón de veces superior a la mayor arma convencional. La detonación de un arma nuclear produce una onda explosiva, una onda térmica, radiación instantánea, precipitaciones radiactivas e impulsos electromagnéticos. Si se usaran a la vez varias armas potentes podrían producirse alteraciones ambientales y cambios climáticos mundiales.

Teniendo esto en cuenta e insistiendo en la necesidad de poner fin a la carrera armamentista nuclear deseo conmemorar este día citando algunos ejemplos de animales, plantas y en general de los ecosistemas, y cómo ellos enfrentan los efectos de las radiaciones.

En primer lugar, el medio terrestre se contamina a través de radionucleidos (elementos radioactivos) presentes en el aire, la lluvia, los regadíos, el suelo, etc. procedentes de las fugas de las instalaciones nucleares, los almacenes de residuos o las explosiones de armas atómicas. Los radionucleidos pueden entrar en el ciclo de la materia, incorporándose a los productores primarios de la biomasa: vegetales, hongos, algas, bacterias, y a través de ellos pasar a los animales y a los seres humanos. Estos radionucleidos pueden permanecer activos durante millares de años. La hipoteca a futuro que representa esta contaminación ambiental no sólo impacta negativamente en los alrededores de las centrales nucleares sino que afecta a todo el ecosistema global.

Existen bastante pocos informes que hayan salido a la luz que determinen de manera exacta qué consecuencias acarrea la expansión de nuevos elementos radiactivos en los ecosistemas.

Debido a un ensayo nuclear o a un desastre nuclear, hay miles de procesos biológicos que resultan alterados. Entre los árboles, los de hoja perenne son especialmente vulnerables a las radiaciones; es posible que sufran en especial los bosques de coníferas, mientras que las malas hierbas son más resistentes y proliferarán.

Las radiaciones son notablemente nocivas para los cultivos, por ejemplo, la contaminación de aquellos que utilizan regadíos de cuencas de agua nuclearizadas. El grado de contaminación depende de la forma de riego y de los radionucleidos implicados; en el caso del cesio-137 o del zinc-65, su absorción por parte de los vegetales y del pasto se refleja rápidamente en la leche y en la carne bovina.

Las plagas de las plantas y otras plagas caseras son especialmente resistentes y serán más abundantes. Cito aquí el caso de las cucarachas, muchas veces hemos oído decir: las cucarachas resistirán un ataque nuclear, ¿Es cierto eso? ¿Podrían las cucarachas sobrevivir a un holocausto nuclear? Bueno, veamos, primero, en una explosión nuclear, las cucarachas (o cualquier otro invertebrado) no sobrevivirán si están cerca. Por ejemplo, la bomba de 15 kilotones que explotó en Hiroshima desencadenó una tormenta de fuego de 982 ºC que incineró todo en un radio de 1,9 km. ¿Qué haría entonces una cucaracha más alejada? Sobreviviría a la subsiguiente lluvia radioactiva. ¿Por qué? Porque la cucaracha común puede soportar ¡6.400 rads! (la medida estándar de la radiación ionizante). Si comparo con los seres humanos: la dosis letal para un ser humano está entre 400 – 1000rads. Esto significa que las cucarachas pudieron sobrevivir a 300 metros de la explosión de Hiroshima, pero probablemente no sobrevivieron en las cercanías del accidente de Chernóbil ni podrían hacerlo a las bombas de hidrógeno actuales, más potentes aún. La hipótesis que sustenta esta resistencia de las cucarachas a la radioactividad es la siguiente: en su período larvario, las cucarachas experimentan una muda semanal durante la cual sus células se subdividen a la mitad de la frecuencia habitual. Ya adultas, se subdividen todavía menos. La radiación causa la mayoría de las mutaciones en el ADN replicante, es decir, es más frecuente en las células que se están subdividiendo. Esta lentitud protege a las cucarachas de las mutaciones.

Otro ejemplo de invertebrado resistente son los tardígrados también llamados “ositos de agua”, sobre todo la especie cosmopolita Milnesium tardigradum, que vive en una amplia gama de hábitats, incluyendo el océano Glacial Antártico. Posee un gran abanico de respuestas diseñadas para sobrevivir temperaturas intensas y ambientes hostiles, algunas de los cuales le permiten sobrevivir hasta 5.700 Gy y seguir siendo viable. Esta especie también puede “resucitar” después de largas exposiciones de deshidratación, radiación y vacío del espacio durante 200 años o más. Podría sobrevivir a la radiación de tres accidentes de Chernóbil a 300 metros de distancia de la zona cero.

Los bracónidos (insectos) son una gran familia de avispas parásitas que datan del periodo Cretácico. Pueden sobrevivir a altas dosis de radiación, alrededor de 1.800 Gy sin perder por completo su fertilidad. Algunas de las especies de bracónidos utilizan una infección viral de 100 millones de años de antigüedad para alterar el ADN de la célula huésped, causándole la muerte o provocándole esterilidad. Después insertan sus larvas en el cuerpo del huésped, mientras que los virus suprimen el sistema inmunológico, permitiéndoles crecer dentro del huésped sin ser detectados. Estos virus han evolucionado tanto que son muy diferentes a cualquier otro virus conocido hoy. A 1.800 Gy, los bracónidos podrían sobrevivir a la radiación liberada en Chernóbil a 300 metros del accidente.

Más consecuencias: el ecosistema marino quedará contaminado y sufrirá muchísimo: este es uno de los problemas ecológicos más preocupantes: las fugas de agua radiactiva al mar. Estos vertidos tienen graves consecuencias para el ecosistema marino y, por tanto, para la salud humana, ya que son las cadenas alimenticias acuáticas de origen marino las que más fácilmente pueden transferir radionucleidos a los humanos. La contaminación pasa de las algas a los seres humanos, o de las algas a los moluscos y crustáceos, y luego a los humanos. Son cadenas muy cortas y, por lo general, de gran capacidad concentradora. En este sentido, la capacidad de concentración biológica de algunas especies para determinados radionucleidos puede ser también un factor determinante para la contaminación de los niveles tróficos superiores. Por otro lado existen las cadenas acuáticas largas, en las que los radionucleidos se transfieren del plancton a invertebrados, de estos a peces y acaban biomagnificados en las especies marinas depredadoras, situadas en lo alto de las cadenas tróficas como pueden ser los atunes, peces espada y tiburones.

Los ensayos submarinos contaminan amplias zonas de aguas oceánicas y piscícolas. Un cuadro patológico especial es el de la ciguatera, intoxicación grave producida al comer pescado contaminado por la alteración del equilibrio ecológico debida al destrozo de los arrecifes de coral provocado por las explosiones. Los datos epidemiológicos recogidos en el periodo 1960-1984 en el archipiélago polinesio, mostraron que la frecuencia de la enfermedad se había duplicado.

Se sabe que también las vacas afectadas por las radiaciones dejan de producir leche, y que muchos animales domésticos padecen enfermedades como el cáncer.

En los diferentes experimentos que se han realizado, se producen grandes diferencias debido a la inhabilidad para controlar el medio en el que se realizan las pruebas.

Les muestro una tabla donde se compara el valor para la resistencia a la radiación humana (fue determinada con datos sobre la irradiación en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial) y algunos animales tanto vertebrados como invertebrados.

(El rad, acrónimo de radiation absorbed dose, es una unidad de dosis absorbida en términos de energía depositada en la materia. El rad se definió como una dosis absorbida de 100 ergios de energía por gramo de materia. La unidad más reciente de la dosis absorbida, usada en el sistema internacional de unidades es el Gray (Gy), que se define como 1 julio de energía depositada por kilogramo de materia. La equivalencia entre ambas unidades es de 1 Gy = 100 rad).

Las armas nucleares existen, y en gran número, y su producción no ha cesado en absoluto. La amenaza de una catástrofe es ahora ¿remota?, ¿resulta improbable una guerra nuclear?

¡Los ensayos nucleares representan un altísimo riesgo para la salud de todos, incluido nuestro entorno. Esos riesgos seguirán existiendo mientras se produzcan armas nucleares, de modo que el único remedio es la eliminación de estas!

 

Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

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