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Sin perder la cubanía

4 de diciembre de 2015

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Aunque en Cuba son frecuentes los músicos talentosos, no todo alcanzan la maestría tanto creativa como interpretativa; sin embargo los hay, y a uno de ellos me referiré en este comentario: Kelvis Ochoa.
Nacido en Las Tunas, en el seno de una familia de músicos, desde pequeño escuchó la sonoridad inconfundible de un instrumento propio de esa zona del país: el órgano de manigueta –bautizado como “el órgano oriental”– que siempre le cautivó. Desde la infancia evidenció su afición por el canto, y formó dúo con su hermana Liset. Algún tiempo después, se trasladó con su familia para la Isla de la Juventud, y a los diez años comenzó su formación musical en la Casa de la Cultura de Gerona, donde adquirió los conocimientos musicales necesarios para componer y tocar la guitarra, o sea, que su formación musical no fue la habitual academia, sino un centro donde se formaban aficionados. Ahora no solo sentía como propia la sonoridad del órgano, sino la de un género musical típico de la Isla: el sucu-sucu, que influirían en su futuro como compositor. Ya con 18 años se incorporó a la Brigada Hermanos Saiz (actual Asociación, homónima) y creó, junto a tres amigos, su primer grupo musical: “Los Cuatro Gatos” que sorprendía a quienes lo escuchaban, por la innovación sonora que podía apreciarse. Fue así como –luego de muchas sugerencias acerca de que Kelvis debía buscar horizontes más prometedores– nuestro joven de 22 años decide trasladarse para La Habana, donde pudo relacionarse con artistas de reconocida trayectoria profesional quienes le mostraron un espectro desconocido para él hasta ese momento. Comenzó entonces el ascenso vertiginoso de quien nació con un talento innegable y una visión muy especial del futuro musical de nuestro país.
Si analizamos la obra de Kelvis Ochoa, podemos comprobar que pese a la fusión que hace de diferentes géneros y tendencias en busca de una sonoridad contemporánea, nunca pierde su identidad. En ella están presentes el sucu-sucu, el son, el chachachá, la conga, el merengue, la milonga, la timba… con influencia del funky, chili-peppers rock y pop antillano e internacional pero, reitero, la presencia de “lo cubano” es lo más importante para él, quien por encima de todo defiende sus raíces, su identidad. En cuanto a sus melodías, son hermosas y con fuerte carga de lirismo; sus textos, apasionados y al mismo tiempo divertidos.

 

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A sus 45 años, Kelvis ha demostrado un talento excepcional para la música, y entre sus reconocimientos internacionales podemos menciona el Premio Goya obtenido en el año 2006 como coautor de la banda sonora realizada para la película Habana Blues de otros galardones nacionales e internacionales. Su discografía incluye, entre otros: Habana abierta, Habana oculta, Si tú no quieres, Amor y música… Temas como “Cuando salí de La Habana”, se han convertido en verdaderos hits nacionales e internacionales. El cine cubano ha contado con la música de Kelvis Ochoa, en títulos como: Vampiros en La Habana, de Juan Padrón; Barrio Cuba, de Humberto Solás y Lisanka, de Daniel Díaz Torres.
Numerosos son los músicos cubanos y foráneos que han trabajado junto a este artista nuestro, entre cuyos nombres no puedo dejar de mencionar a Descemer Bueno, Edesio Alejandro, Yusa, el grupo puertorriqueño Calle 13, Manu Chao, y tantos otros.

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