Sigo conociéndome
23 de agosto de 2013
|Recuerdo que hace unos años estaba pasando un curso posgraduado de psicoterapia familiar donde había que hacer dramatizaciones como práctica de aprendizaje, interpretando roles de personas con problemas que asistían a la consulta de un especialista. Se nos daba una síntesis de la situación y el personaje, pero cada cual debía hacer una interpretación libre, o sea, utilizar nuevos argumentos, agregar conflictos, expresar emociones, criticar, disentir, en fin, darle cuerpo a los problemas de la familia que interpretábamos. Después se hacía un análisis de qué tipo de intervención psicoterapéutica se debía hacer y además -y esto es lo interesante y lo que quiero compartir con ustedes- cada cual hacía una catarsis (ya saben que significa “sacar hacia afuera”) sobre lo que sentíamos al interpretar el papel y qué nos había hecho que actuáramos de un modo u otro. Lo verdaderamente interesante es que los participantes que éramos psicólogos y psiquiatras acostumbrados a profundizar en el interior de los demás y de nosotros mismos, al enfrentarnos a situaciones nuevas y que nunca antes habíamos vivido, mostramos una gran gama de emociones y posturas insospechadas y desconocidas para nosotros mismos, lo cual muy esclarecedor en cuanto a la necesidad de seguir conociéndonos y que siempre es posible profundizar en nuestro “yo”. Les puedo decir que entre las cosas más interesantes “descubiertas” se vieron reacciones emocionales, posturas e ideas diferentes a las que nosotros mismos nos reconocíamos como parte de nuestras personalidades, por lo que una amiga muy tranquila y flexible descubrió que una suegra entrometida le provocaba una profunda ira, otro compañero muy paternal se descubrió como incapaz de convivir con hijos de un matrimonio anterior de su pareja, el infiel reconoció que amaba profundamente a su esposa y no se imaginaba la vida sin ella, el desplome de la mujer muy segura ante una situación que no pudo resolver en un primer intento, provocándole esto depresión, la envidia que provocaba una amiga con éxito fácil, sin sacrificios y algunas otras reacciones que no puedo compartir por falta de espacio. Este ejercicio lo recuerdo como muy útil y creo que los demás participantes también lo sintieron como esclarecedor en el “arte y ciencia” del auto conocimiento, ya que, como he dicho en ocasiones anteriores, saber quiénes somos nos permite reconocer nuestras áreas buenas, felices, blancas, iluminadas, para poder transitar fácilmente por determinados senderos y aún algo mejor, que es reconocer nuestras áreas negativas, oscuras, nuestras “zonas erróneas” como dice un famoso autor, con lo cual reconocemos las incapacidades, los senderos difíciles, áridos y que si emprendemos, vamos a salir mal, por lo que debemos trabajar en estos, para mejorarlos, porque cualquier situación en la vida es posible que se nos ponga delante -y no en un ejercicio artificial- y debemos apertrecharnos de una buena cantidad de recursos, a partir de quienes somos, lo que sentimos y hacia dónde queremos encaminar la vida.
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