Ser feliz en el trabajo es la verdadera fortaleza
19 de mayo de 2017
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Existen mitos sobre las diferencias en cuanto al tipo y calidad de las relaciones interpersonales en diferentes tipos de trabajo. Es por eso que se cree que en medios donde la mayoría de los trabajadores son hombres y la actividad laboral es “ruda” como la construcción –tanto en el propio trabajo a pie de obra como en las oficinas o empresas donde laboran los ingenieros–, las relaciones que se establecen entre los obreros deben caracterizarse como una constante manifestación de fuerza y capacidad para enfrentar cualquier reto. Es por ello que el manejo de las emociones se reduce a conductas llenas de energía, de agresividad (se identifica la ira como una emoción muy masculina que reafirma la virilidad) y, por supuesto, no se le da espacio a la tristeza, por ejemplo, porque esta emoción suele identificarse con la debilidad.
De la misma manera, también el mito se extiende a la forma en que se deben conducir los jefes, directivos, los cuales para ser respetados deben en primer lugar de ser hombres porque las mujeres somos vistas como débiles para un trabajo históricamente de dominio masculino, y, además, debe tener como contenidos esenciales el conocimiento técnico. En cuanto a las destrezas sociales deben manifestar superioridad, la seguridad que lo que ordena es la “única” forma de hacer el trabajo, matizado entre otras cosas con un tono de voz elevado y algunas malas palabras.
Pues les digo que ese criterio es la mejor forma para envenenar las relaciones entre trabajadores y un pésimo ejercicio de la jefatura, y es muy importante desarrollar las verdaderas destrezas sociales, porque son determinantes, no solo en el desempeño laboral, sino también como favorecedoras de la salud física y mental. Para corroborar esto, en términos de éxito laboral, el Instituto Carnegie de Tecnología ha obtenido resultados de estudios realizados en las empresas del ramo técnico como la ingeniería que muestran que el éxito profesional se basa solo en un 15% en el conocimiento técnico y el 85% en la capacidad para tratar con las personas, o como también se le llama habilidades en ingeniería humana.
Henry Rogers, quien es experto mundial en relaciones públicas considera que en la medida en que se relacione sensible y adecuadamente e incluso “cautivadoramente” con las personas y los hechos que enfrente, tanto en su trabajo como en la vida personal, entonces tendrá éxito. Hace algún tiempo mi hijo, quien es ingeniero electricista me dijo con respecto al director de la empresa donde trabajaba que era un buen administrador pero un mal jefe. Claramente le pregunté qué quería decir con esto, a lo que me contestó: “Es que es buen ingeniero, tiene experiencia, sabe organizar y planificar el trabajo, pero le interesa un comino los trabajadores y no nos ve como seres humanos, ya que dice entre otras cosas que tenemos que estar disponibles los 7 días de la semana, las 24 horas del día y para colmo asegura ¡que el trabajo es más importante que la familia!, además no da espacio a la réplica, se siente superior a los demás…”, y mi hijo terminó diciéndome “está ebrio de poder”. La historia es que ese director empezó a hacer cambios, a elaborar directivas endureciendo las tareas, amenazando con sanciones que aplicaría si alguien “sacaba el pie”. El resultado fue que tuvo un éxodo de trabajadores entre los que se encontró mi hijo, porque ese hombre convirtió el centro en una suerte de cárcel asfixiante, cuando en verdad el centro de trabajo tiene que ser un lugar de felicidad, armonía y diversión, porque ¿quién dijo que el trabajo es sufrimiento?
Nos pasamos un cantidad de horas importante en el centro laboral, por lo que disfrutarlo es imprescindible, lo contrario, nos lleva tempranamente el cementerio, antecedido por una tortura diaria que amarga la vida. Tanto es así que hay síntomas claros que muestran si nuestro trabajo nos alegra la vida o no las amarga, como son: levantarnos con poco o ningún deseo de ir a trabajar, desempeñar las tareas laborales con lentitud, trabajar lo menos posible, no tener ideas creativas, evadir nuevas tareas, estar inconforme, tener relaciones interpersonales negativas, o sea, discutir, criticar o alejarse en una actitud de evasión como si no le importara lo que pasa a su alrededor y, por supuesto, tener emociones negativas como la ira, ansiedad, irritabilidad, que se generalizan a otros ámbitos de la vida personal.
Así que hablar, negociar, disentir, entender las diferencias personales, incentivar el compartir ideas, ser mediador de conflictos, entre otras actitudes hacen tener una vida laboral sana y feliz, y no es debilidad, sino todo lo contrario, es muestra de una gran fortaleza.
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