Sabores y sinsabores del amor
5 de octubre de 2018
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“Amar es maravilloso”; “amar trae sufrimiento”, estas y otras son frases contradictorias que se pueden escuchar en la vida diaria, y aunque ciertamente el amor puede traernos alegría y tristeza, no nos rendimos y seguimos enamorándonos una y otra vez durante toda la historia de la humanidad ¡Y valga que así sea! Porque de no ser así ya la raza humana se hubiera extinguido.
En lo que la mayoría de las personas no saben es que este “te amo, te odio” tiene condicionamiento social y como consecuencia un aprendizaje personal, formando parte de la personalidad la manera en que nos relacionamos con nuestra pareja. La primera condición es de tipo social y está en el lugar que ocupa en la jerarquía de la sociedad el hombre y la mujer, con sus derechos, independencia, religión, modelos aceptados y adoptados, entre otras, haciendo que la alegría, los celos, el dolor, la desconfianza y otras emociones se manifiesten en dependencia de esta jerarquía. Así los modelos sociales patriarcales donde la mujer es dependiente absoluta del hombre solo se les permite a ellas las expresiones de emociones positivas, reprimiendo las negativas y que finalmente son soslayadas porque aprenden por modelos de generaciones anteriores que no hay posibilidad de cambio, trayendo consigo que el amor se convierta en esclavitud y no en un intercambio humano.
Ahora bien, en las sociedades donde hay una igualdad entre hombre y mujer (con diferencias muy particulares), aparecen diversas formas de parejas y por lo tanto, la diada amor feliz versus problemas dolorosos, debiéndose a que elementos como en primer lugar si han elaborado un proyecto de vida en común, y además interviniendo cualidades de personalidad y la fidelidad, el aporte económico, el tiempo que la pareja se dedica mutuamente, el respeto y que juegan un papel en la relación amorosa, por lo que se puede ver que lo social se funde con lo individual, agregándose los modelos de pareja que cada cual trae y que se repiten. Así no es extraño ver diferencias significativas entre las parejas que poseen modelos de interacción de violencia verbal e incluso física para inmediatamente reconciliarse en una relación sexual frenética, lo cual linda en lo patológico y otras formas de desconfianza, vigilancia, control, ironía, etc. porque son los celos los que regularmente provocan esta relación felicidad-infelicidad.
La verdad es que las personas que se unen son diferentes, con historias, familias, experiencias, criterios y personalidades que no coinciden, lo cual es lógico, pero es el reto de toda pareja es que ambos traten de conocer al otro y realizar ajustes para encontrar una nueva forma de vida en común, porque como siempre digo, el matrimonio es un espacio de interacción y crecimiento mutuo, resultando un camino largo y nada fácil de recorrer, donde aparecerán sin dudas estas emociones positivas y las negativas como parte del proceso, pero no deben ser la forma de vida. Pongo un ejemplo; la mujer que siempre desconfía de las colegas de trabajo de marido y pone trampas, o el marido que ve en todo hombre un posible amante de la mujer. Recuerdo que hace unos años atendí en consulta a una mujer que estaba enamorada del esposo pero la agobiaban sus celos porque él que trabajaba de chofer de rastras, por lo que se ausentaba días del hogar y siempre regresaba buscando evidencias de posibles infidelidades porque le repetía que ella era muy “liviana” (uso una palabra suave para no ofender a mis lectores) y en ese caso yo me preguntaba: ¿Por qué un hombre está casado con una mujer que cree que es tan mala e infiel? La verdad es que él no la creía infiel pero sus celos no le permitían tener una conducta más regulada, y en su historia familiar existían historias de infidelidades femeninas.
Sé que la perfección no existe y que las parejas idílicas son difíciles de encontrar, aunque conozco algunas que rayan la perfección y que también tienen sus altibajos, sus emociones negativas pero cuya fórmula es el amor, el respeto y la convicción que los problemas se resuelven dentro del matrimonio, logrando que el amor tenga un sabor dulce, alejando lo más posible los sinsabores.
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