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Rita Montaner

2 de agosto de 2013

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Recordemos una vez más –desde esta sección—a Rita Montaner (La Habana 20 de agosto de 1900-17 de abril de 1958), cantante y actriz de méritos irrepetibles que marcó momentos memorables en los anales de la cultura criolla.

Nacida en la pintoresca villa habanera de Guanabacoa, Rita Aurelia Fulceda Montaner y Facenda se graduó en 1917 como profesora en las especialidades de piano, canto y armonía en el Conservatorio de Música y Declamación de La Habana (Peyrellade).
Pocos años después empezó a destacarse en conciertos de música típica organizados por Eduardo Sánchez de Fuentes, Gonzalo Roig, Jorge Anckermann y Ernesto Lecuona, secundada, en ocasiones, por la Orquesta Sinfónica de La Habana. Participó en el programa artístico ofrecido al inaugurarse la PWX el 10 de octubre de 1922, fecha que durante muchos años se consideró la del inicio oficial de las transmisiones radiofónicas en Cuba.
A partir de entonces, resultó una presencia irremplazable en la escena insular. Bajo la guía de Lecuona, debutaría profesionalmente en el teatro en 1927, cuando el maestro inauguró la temporada del Regina con Niña Rita o La Habana en 1830, en la cual triunfó cantando «¡Ay!, mamá Inés», de Eliseo Grenet; trabajó entre 1935 y 1936 en la etapa final de la Compañía de Zarzuelas Cubanas, del Martí, donde dio su sello rotundo a mulatas de rumbo en Cecilia Valdés, María la O y María Belén Chacón, entre otros significativos títulos, y estrenó obras capitales de numerosos autores nacionales: Moisés Simons, Gilberto S. Valdés, Félix B. Caignet, Rafael Blanco Zuazo, Armando Oréfiche, Ernestina Lecuona, Julio Cueva, Facundo Rivero, Osvaldo Farrés, Julio Gutiérrez, Orlando de la Rosa, René Touzet, Nilo Menéndez, Chano Pozo, Juan Bruno Tarraza, José Obelleiro Carvajal e Ignacio Villa (Bola de Nieve), este último su pianista acompañante en distintos períodos.
Con un genuino estilo que representaba a escala universal la verdadera forma de ser y sentir del cubano, sustituyó en el Palace, de París, a Raquel Meller (1928); recibió clamorosas ovaciones en Madrid y Valencia (1929), y viajó por la mayoría de los estados norteamericanos como una de las principales atracciones de la compañía de Al Jolson (1931-1932). En su primera visita a México (1933), país donde recibió muestras de admiración de las máximas figuras del arte, hizo afirmar a Agustín Lara que «…en los labios de la Montaner la canción alcanzó cumbres jamás igualadas». Actuó asimismo en radioemisoras o coliseos de Argentina (1934 y 1943) al lado de Libertad Lamarque, Hugo del Carril, Juan Carlos Thorry, Nini Marshall, Lola Membrives, Sofía Bozán, Luis Sandrini, Mecha Ortiz, Tita Merello, Enrique Santos Discépolo y Mercedes Simone, y dejó una estela de éxitos en Venezuela (1939). Intervino en más de quince películas de las cinematografías cubana y mexicana; protagonizó temporadas de teatro vernáculo y en el cabaret Tropicana, y encabezó las carteleras de incontables espectáculos de los más reconocidos artistas criollos de su tiempo.
Al inaugurase la televisión cubana, en 1950, contaba con uno de los repertorios más vastos en posesión de una intérprete local, que incluía arias de óperas, lieder, operetas, zarzuelas, sainetes líricos, revistas, canciones europeas y latinoamericanas, y casi todos los géneros y estilos de la música popular de su patria. En este medio de difusión se destacó asimismo como actriz cómica y dramática.
En 1956 estrenó en Cuba la ópera La médium, del compositor ítalo-norteamericano Gian Carlo Menotti, con lo cual ofreció una prueba de su facultad para un género para el que se preparó seriamente durante sus estudios académicos y al cual renunció para convertirse en una genial intérprete de la música popular, en especial de la modalidad llamada afrocubana, en la cual, según Alejo Carpentier, la Montaner «resulta insuperable».
Ha sido una de las personalidades artísticas del país más loadas por escritores y cronistas. El periodista Augusto Ferrer de Couto le otorgó el calificativo de «La Única», con el que de inmediato la identificó el pueblo, y Nicolás Guillén el de «Rita de Cuba».
Rita Montaner estrenó o realizó creaciones de numerosas obras vocales de Ernesto Lecuona. En el primer caso estuvieron las más importantes canciones de concierto escritas por el maestro: el ciclo de cinco lieder, basado en poemas de Juana de Ibarbourou. Varios títulos lecuonianos se popularizaron tras ella interpretarlos, como Canto siboney. Fue la cantante nacional que ―en su contexto― grabó más fonogramas con música de Lecuona, quien la consideró «…la más grande artista de Cuba de todos los tiempos».

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