Rigoberta Menchú
1 de mayo de 2015
|A veces no es necesario remontarse mucho en el tiempo para evocar a las grandes figuras femeninas que han pasado por La Habana. Complace que así sea, que la historia tenga siempre nuevas páginas y nos haga testigos de ellas. Rigoberta Menchú se siente como en casa propia en Cuba, donde tiene muchos amigos y seguidores de su justa lucha por el derecho de las comunidades indígenas de Centroamérica.
No por primera vez, pero sí por vez primera desde que le fuera conferido el Premio Nobel de la Paz en 1992, Rigoberta Menchú arribó por vía aérea a La Habana el domingo 1ro de agosto de 1993.
Tan cálida como el tiempo fue la bienvenida, que tuvo su momento culminante en la noche del día 2, cuando se le condecoró con la Orden Ana Betancourt, impuesta por el presidente del Consejo de Estado de la nación.
Con su característico hablar pausado y preciso, agradeció la distinción y reflexionó sobre la relación entre la lucha de las mujeres guatemaltecas de los pueblos indígenas y las aspiraciones de redención de los oprimidos en todas las regiones del planeta.
Ese mismo día, pero en la mañana, había depositado una corona de flores ante el monumento a José Martí, en la Plaza de la Revolución; recorrió las salas del Hospital Infantil William Soler y sostuvo conversaciones en la Cancillería cubana.
Pero ningún momento resultó más conmovedor que su encuentro con los pobladores del bario capitalino de La Güinera, una zona humilde y densamente poblada donde compartió como una vecina más con los cientos de personas que la aclamaron.
El día 3 concedió una conferencia de prensa en su condición de embajadora de las Naciones Unidas. En sus palabras clamó por el entendimiento entre los pueblos, por el respeto a la autodeterminación, por la unión y la paz sin distinción de credos, fronteras geográficas u otras diferencias.
Entretanto, en la institución Casa de las Américas sostuvo lo que llamó un encuentro entre amigos, en alusión al libro testimonial suyo titulado Me llamo Rigoberta Menchú, publicado 10 años antes por esa casa editorial.
Reconocida como una de las voces femeninas cuya palabra se escucha con mayor interés en los foros internacionales y profundamente solidaria con el pueblo cubano, en Rigoberta Menchú (1959) tiene Centroamérica una de sus personalidades con integridad a toda prueba.
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