Reeditando el pasado
9 de diciembre de 2014
|El que más y el que menos, en algún momento de su vida ha intentado recordar las primeras imágenes de su infancia o de determinadas etapas de su juventud. Retroceder en el tiempo para encontrar nuevas pistas que hilvanen su historia personal, con mayor razón, cuando en ese acontecer fueron perdiéndose seres queridos.
Desanima entonces el fallido intento y solo es posible apelar al auxilio de alguien de más edad que aporte hechos, incidentes, pero que de nada sirven si no logran revivir esos momentos.
Realmente, entre los campos más fascinantes de las neurociencias, la memoria se mantiene como un misterio que todos intentan descifrar. Por ahora, novedosas investigaciones sobre el cerebro resumen:
“La memoria no es un fiel reflejo de aquello que pasó, sino más bien un acto creativo en el funcionamiento de nuestras mentes”.
Es decir, contradictoriamente a los girones de recuerdos que logramos salvar, la mente nos juega una mala pasada, y no se ajusta fielmente a los hechos, sino que “moldea” lo que pasó.
Utilizando las mismas palabras de los científicos, cito textualmente: “es como si los recuerdos se reconstruyeran cada vez que se les evoca”.
Resulta difícil aceptar que las imágenes más nítidas de nuestro pasado, han sido reelaboradas en el cerebro, quizás, aportándole datos del contexto en que nos desenvolvemos, y hasta puede que mejorando el entorno en que se suscitaron.
Los expertos comparan este proceso con la elaboración de un documento Word que, al “trabajarlo” se incorporan elementos, lo guardamos y se “fija” la nueva versión hasta el próximo “uso”.
Quizás ahora usted se quede meditando sobre un tema tan serio que a todos atañe… Mientras, la ciencia continúa profundizando en los velos que envuelven las “zonas oscuras” del cerebro.
Conformémonos con defender las versiones que nos hacen felices, y confiemos en que cada nuevo esfuerzo de la memoria no las haga cambiar.
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