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¿Reciclar? un nuevo lenguaje del arte

16 de marzo de 2013

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Hasta el primero de abril en la recién inaugurada Galería-Taller del Consejo Nacional de las Artes Plásticas de Matanzas, provincia cubana a unos cien kilómetros de La Habana, se exhibe la muestra personal ”Luces sombre mí” del joven escultor Tomás Núñez (Johny), que incluye trece Retablos (sobre madera) y dos esculturas de metal (conformadas por chatarra).
Johny, según comentó en entrevista al espacio “Luces y sombras” de Habana Radio, prepara para finales del presente año en Bayamo, ciudad que pertenece a la provincia Granma —en el oriente cubano— una exposición que será un recorrido por toda su obra y que estará acompañada de un libro-catálogo que incluye su quehacer en el sentido más totalizador. Igualmente en el último trimestre del presente 2013 una representación de su obra viajará a Bélgica.
Por estos días el joven escultor anda inmerso en un proyecto denominado “Alboroto quieto” en el que participarán treinta y seis creadores de las artes visuales y que será expuesto durante la primera quincena de abril en la Casa del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, perteneciente a la Oficina del Historiador. Sobre éste y otros temas dialogamos con Jonhy, conversación que comenzó, precisamente, por su orígenes.
“Desde chiquito tenía la inquietud a pesar de que en mi familia nadie se dedicaba a ninguna de las manifestaciones de las artes, pero a mí sí me gustaba lo mismo el teatro, que la pintura, que el dibujo. Nací en Granma en 1973 y, aunque existían ciertas condiciones, era mucho más difícil aprender dibujo, aunque hay que reconocer que la Casa de Cultura hacía grandes esfuerzos. Por lo tanto, me dediqué por mi cuenta y en la misma escuela tenía resultados interesantes. Desde entonces decidí que iba a ser artista. En la misma escuela me acerqué a algunos profesores que tenían nociones de dibujo y fue un momento decisivo para inclinarme por las artes visuales. Estudié dibujo técnico y especialmente el rotulado que con posterioridad me fue muy útil. Continué vinculándome con la Casa de Cultura y, sobre todo, con otros artistas —alumnos y profesores— egresados de la Academia de Artes de San Alejandro.

 

¿Nunca cursaste la Academia?
No. Lo que sucedió es que estando en cuarto grado, por razones familiares, me mudé de Granma a La Habana y aquí permanezco hasta la secundaria. Al terminar la enseñanza media regreso a Granma para cursar el pre-universitario, pero ya tenía un gran interés por matricular en San Alejandro e, incluso, me había preparado para ello. Pero, en la concreta no pude entrar a la Academia, algo que, verdaderamente siempre fue mi sueño. Algunos amigos de la secundaria sí lo lograron y con ellos continué el vínculo y siempre me interesó saber qué estaban haciendo. Al concluir el preuniversitario regresé y tuve que ponerme a trabajar.
Intenté matricular en San Alejandro en el curso para trabajadores, pero aunque me presenté no tuve la oportunidad de entrar. En ese momento, ya tenía contratos firmados con el Fondo de Bienes Culturales y había participado en varias exposiciones colectivas con ese grupo de amigos que traía desde la secundaria y que sí eran graduados de San Alejandro. En ese grupo estaban, por ejemplo, Carlos Eloy, Alder Calzadilla, Yanette Brozar y Karen Marcoleta, entre otros. Con todos ellos, de manera colateral, tuve una relación bastante estrecha y, sinceramente, aprendí mucho y adquirí importantes conocimientos. Empecé a trabajar en Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria, CODEMA, aquí en La Habana.

 

¿Y qué labor desempeñabas en el CODEMA?
Me desempeñé como productor en el CODEMA —en ese momento lo dirigía Rita Longa— y en el Centro de Diseño Ambiental —encabezado por Margarita Ruiz—. Ese trabajo fue muy importante y da la medida en que yo andaba buscando el camino.

¿Para qué te sirvió el trabajo de producción?
No sólo me sirvió, todavía me viene sirviendo. Mi trabajo era conseguir el material que necesitaba el artista, es decir, el tipo de óleo que quería, los colores, la gama que podía utilizar en tal obra. En el caso de la escultura, determinar el grosor de las planchas que necesitaba o la cantidad de material que podía requerir una escultura. En otras palabras, conocí la infraestructura que necesita un artista, que es tan importante para hacer la obra. Esa especialidad no se enseña en la escuela sino que se aprende en el camino y tuve la gran suerte de formarse con un grupo de relevantes escultores como José Villa Soberón, Tomás Lara, Eliseo Valdés y Ramón Casas, entre otros. Posteriormente, con todos ellos he expuesto y participado en diversos proyectos.

 

Sin ser un grupo constituido oficialmente ellos trabajan con frecuencia de conjunto ¿por qué?
Es cierto, no es un grupo oficial, pero la amistad hace esos milagros. Con ese grupo de escultores he trabajando en eventos nacionales e internacionales; en simposios de esculturas de metal y de mármol y, sin duda alguna, es una gran experiencia porque uno aprende de esas personalidades que tienen una carrera sólida.

 

Me decías que de pequeño pintabas, pero tu fuerte es la escultura ¿cómo se da ese tránsito?, ¿cómo te das cuenta que lo tuyo es el volumen?
Desde los comienzos me di cuenta que para mí crear algo en el espacio, con la tridimensión, se me daba más fácil. Pintando era muy espontáneo y por eso, creo, la pintura no era mi fuerte. De esto me di cuenta tempranamente aunque pasé talleres de pintura y lo aprendido me sirve actualmente para la obra escultórica porque estoy vinculando todas esas materias en una sola. El collage, que es lo que estoy haciendo actualmente, une todo.

 

¿Por qué te llama el volumen?
Quizás porque lo puedo tocar y, además, esa idea de poder darle la vuelta a una pieza y observarla por todas sus caras es lo que más me llama la atención.

¿Cuáles consideras que han sido las exposiciones que más te han marcado, las más importantes?
Mi primera exposición fue en el año 1999 —era muy joven— y se desarrolló en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales; en aquella época sólo exponían ahí artistas de marcado reconocimiento como Lázaro Saavedra, y el hecho de que me invitaran a hacer una exposición personal fue de gran importancia y responsabilidad.

 

¿Y después del 99, las que han establecido pautas?
Una que hice en Gran Canaria que se llamó “Islas” y era la unión de ambas islas: Cuba y Canarias. Esa exposición la hice junto con Carlos Eloy. He estado en varias colectivas que ha convocado el CODEMA: la última fue La Habana- Santa Clara – Santiago. Fue una muestra  itinerante y las piezas se exhibieron en las tres ciudades cubanas.

 

¿Temas por excelencia?
Siempre abordo el tema del reciclaje y lo empleo relacionado con asuntos marinos, pero siempre trato que mis piezas sean hechas con materiales de desecho.

 

¿Qué le encuentras al desecho?
No se trata de usar el desecho porque esté de moda ni porque haya que tener una conciencia de lo que estamos eliminando, pero todos esos materiales que rebusco y encuentro le doy un carácter distinto a la hora de colocarlos en una obra; le doy otra lectura que cambia el sentido de ser —a ese tareco, como muchas gente dice—, le doy un vuelco. Para cada persona tiene un significado diferente en dependencia de la lectura que se le de. Al final, es como la vida.

Me da la impresión que en tu obra hay como dos grandes momentos: lo que haces para la escultura de grandes dimensiones —que representan peces— y lo que llamaría retablos, que son de pequeño formato y parece ser que la temática es otra ¿Cómo te sientes moviéndote en ambos formatos, hay algún ruido al ir de la escultura de gran tamaño al pequeño formato?
Siempre he llevado a la par los dos formatos, pero hacer escultura de gran tamaño requiere de una infraestructura mayor y atravesamos por estrecheces económicas que no favorece el desarrollo de la gran escultura y, también, mundialmente es difícil participar en los simposios internacionales. Aquí, en Cuba, sucede lo mismo; por ejemplo cuando necesitas utilizar los servicios de una grúa, es muy costoso. Actualmente lo que estoy tratando de hacer es combinar todo lo que he hecho, es decir, emplear materiales que he utilizado a lo largo de mi trayectoria como el metal, principalmente, y también el mármol y la piedra. En esos retablos empleo desechos de plástico, madera o resinas. Igualmente uso óleo porque estos retablos llevan su proceso: primero los patino para dar una evidente sensación de envejecimiento y al llegar al resultado final, uno se da cuenta que ese retablo es la suma de todo lo anterior, es decir, llevan de todo. Uno se percata que ese retablo atesora elementos de la pintura para llegar a la escultura.

 

Tienes obra emplazada no solamente en Cuba sino en otros países como México e Islas Canarias ¿cómo se da esa relación con la escultura de gran formato?
No sé si decir por suerte o por mérito. En Canarias fue por un concurso internacional que se convocó a través de Internet; varios cubanos enviamos proyectos y el jurado seleccionó a Carlos Eloy y a mí y ambos fuimos a ese simposio sobre escultura. Tanto gustó nuestro trabajo, que nos invitaron a hacer otra escultura y en la cuidad de Puerto Rosario y allí quedaron dos esculturas  de gran formato: una en madera, de más de tres metros, y otra en metal reciclado, de cuatro metros.

 

¿Les sugirieron un tema específico?
Fue un tema libre y no tuve la presión de trabajar a partir de una idea impuesta.

 

Volviendo al retablo —que es bastante instalativo— ¿cómo enfrentas los temas?, ¿los realizas por series?
Puedo trabajar por series, pero cada una de estas piezas encierra una idea en sí misma y tiene un sentido particular. No las hago solamente a partir de una composición sino que tiene que ver con experiencias personales o algo que me haya sucedido, vivido o visto; así voy combinando y armando como un pequeño teatro y lo atrapo en cada retablo. Un recurso que utilizo con mucha frecuencia es el tiempo a partir del icono del reloj —que puede que no funcione o que dé la hora al revés—. También las marcas que tanto representan a la sociedad de consumo que, a veces, nos ahoga.

 

Eres bastante cuidadoso con el color: no eres colorista.
No lo soy. Incluso, debajo de cada una de esas obras sí hay color lo que sucede es que lo envejezco porque quiero transmitir la sensación del paso del tiempo. Trato de hacer evidente que es una obra que ha transcurrido en el tiempo y, quizás, hasta lo ha vencido. El tiempo es, sin dudas, uno de los puntos clave en mi obra.

 

Ciudad saudade fue una muestra que se vio recientemente en la galería de la Biblioteca Rubén Martínez Villena en la que compartiste con dos importantísimos artistas: Carlos Guzmán y Eduardo Abela.
Fue un proyecto que surgió de momento. Un día Carlos me visita en mi taller, que está en la calle Obispo y Villegas y tengo el gran honor de estar en ese estudio que pertenece al maestro Alfredo Sosabravo y lo vengo utilizando hace un tiempo. Se acercaba la XI Bienal de La Habana y yo tengo un proyecto que se llama Alboroto quieto y que estuvo entre las exposiciones colaterales de la Bienal. Para ese proyecto invité a treinta y cinco artistas cubanos —jóvenes y consagrados—, pero con obras muy fuertes. Incluyó diseñadores gráficos, pintores, escultores, grabadores y los convoqué a trabajar en el taller durante los días de la Bienal sobre un soporte cerámico que yo les facilité. Esos soportes eran módulos cuadrados, tubos circulares, placas redondas y ellos intervinieron esos soportes cerámicos y dejaron su impronta. En abril organizaré  una exposición con esas piezas y será expuesta durante todo un mes en la Casa de México, en La Habana Vieja.

 

¿Por qué treinta y seis artistas?, ¿por qué esa cifra?
La idea inicial eran diez artistas solamente, pero casi sin darme cuenta empezaron a sumarse amigos y cuando llegué a los treinta y seis tuve que parar porque de lo contrario el proyecto puede convertirse en no viable. Entre los que se encuentran están Tomás Sánchez, Carlos Guzmán, Eduardo Abela, Alfredo Sosabravo, Julia Valdés, Carlos de Toro, Eliseo Valdés, Ramón Casas, Tomás Lara, Andy… hay un balance entre pintores, grabadores y escultores y todas las obras están realizadas en mediano formato.

 

¿Cómo se llamara la exposición?
Alboroto quieto. Y algo que me tiene muy estimulado es que el Museo Nacional de la Cerámica Artística Contemporánea Cubana ha mostrado mucho interés con este proyecto y tiene intenciones de darle continuidad. Veremos qué sucede y cómo transcurre la idea.

 

¿Cómo ves el movimiento escultórico cubano?
Ese es un tema que ha sido tratado con frecuencia en encuentros, reuniones y simposios auspiciados por la Unión de Escritores y artistas de Cuba, UNEAC, o por el CODEMA. Hay un gran número de jóvenes que se han graduado recientemente de las distintas academias que están alzando la escultura a un nivel elevado. No estoy hablando de la escultura monumentaria o ambiental sino de la escultura más conceptual. En los últimos tiempos se está viendo una reanimación en la escultura. No obstante, no se puede olvidar que la escultura requiere de una infraestructura que es decisiva y, a la vez, muy compleja de poseer. Por otro lado, cada vez son menos los eventos sobre escultura. Por ejemplo, ya no se realiza el Mármol- Sol, que en su momento fue de gran impacto.

Coincido contigo en que hay jóvenes que están haciendo propuestas sumamente interesantes, pero lo materiales con los que están trabajando son efímeros y son esculturas que mueren muy rápido en el tiempo.
Uno de los aspectos relevante de la escultura es que perdure para que próximas generaciones la puedan disfrutar, pero la única opción que tienen es trabajar con esos materiales, por lo tanto, considero que es una opción muy válida.
La gran preocupación, creo, es que dentro de un tiempo habrá un vacío.
Hay un estudio realizado sobre ese mismo tema y que se refiere, justamente, a una interrupción en el desarrollo de la escultura y una pérdida en la producción porque muchos escultores han tenido que dejar de hacer su obra escultórica y se han visto obligados a hacer otro tipo de arte. Y es, realmente, lamentable.

 

¿La Habana?
Creo que La Habana me hizo crecer. No me arrepiento del lugar donde nací porque ahí están mis raíces, pero aquí crecí como ser humano y como artista. La Habana, que es nuestra capital, me abrió puertas. Además me ha servido de inspiración constante y el reciclaje es algo que llevo muy adentro. No soy tacaño, pero si ahorrativo y detesto despilfarrar el agua y me molesto cuando alguien tira un papel o una lata en el piso. Muchos de esos desechos los utilizo en mi obra y los recojo, con mis propias manos, de en medio de la calle.

 

Entonces, intuyo que tú obra tiene un obvio reclamo ecológico.
No es una cuestión de moda, es algo que siento profundamente y trato que mi obra posea un espíritu de entendimiento y que la gente comprenda que hay recursos que se pueden acabar. Hay que tomar conciencia que lo que se desecha en las playas, que lo que se lanza al mar es una agresión a la naturaleza y hay que pensar en el futuro, en las nuevas generaciones y en el planta que les dejaremos. Sé que los artistas no podemos cambiar el mundo, pero sí podemos contribuir a desviar miradas y, sobre todo, tenemos la oportunidad de hacer promoción y, de alguna manera, nuestra obra puede ayudar. Por suerte ya hay muchos creadores que desde la pintura, la escultura o la instalación se refieren al tema.

 

¿Cuál sería la escultura de gran formato con que sueñas?
En mi taller ya tengo varias maquetas hechas que siempre las concibo pensando en una futura realización y emplazamiento. Es una especie de contenedor con alas y dentro de él hay cualquier tipo de desechos no degradables como llantas de un automóvil y otros elementos de hierro que son los que van a perdurar. Esos elementos existen y han tenido usos anteriores y, por supuesto, historias pasadas. Esa pieza tendría unos cinco metros.

 

¿Dónde sueñas que podría estar emplazado ese contenedor con alas?
Cerca de la bahía de La Habana, en un lugar público y de mucho tránsito de personas. Trato que lo que esté incluido en mis esculturas haya sido recogido en las zonas aledañas. Es, también, una forma de llamar la atención porque me interesa el diálogo con el espectador y que la gente interactúe y toque con sus manos las piezas. Mi obra no es un periódico, pero me preocupo mucho porque la gente piense y se comunique  a través del lenguaje del arte: la obra tiene que decir algo  —no solamente por su estética o su diseño— sino por su contenido”.

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Comentarios



teresa sanabria / 20 de marzo de 2013

me parecen muy interesantes los postulados de este artista; buscare su pagina web para tener mayor informacion.