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Ramón Pintó

17 de noviembre de 2021

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Ramón Pintó Llinás nació en Barcelona y arribó a La Habana en 1824, fecha en que contaba poco más de 20 años. Lo acompañaba una educación bien cuidada y el antecedente de haber participado en los movimientos políticos de su patria, además de excelentes recomendaciones para el sector de negocios de la Isla.

En Cuba casó, creó familia y diversificó el perfil de sus intereses culturales, políticos, comerciales. Se aplatanó por completo, hasta sentirse como en patria propia.

Su nombre está asociado a la fundación en 1844 del Liceo Artístico y Literario  de La Habana, el cual dirigió, lo que atestigua que el desarrollo de las bellas artes y la cultura en general eran preocupaciones que mucho le atañían  —y que favorecía— para su tierra adoptiva. Por si no bastara, fue cofundador y colaborador de Diario de la Marina, de larga e influyente trayectoria en el periodismo cubano durante la colonia y los primeros sesenta años de la república.

Pero Ramón Pintó entra en la historia por otra causa, a la que entregó su vida. De servidor de la Corona española, cada vez se sintió más comprometido en servir a Cuba.

Palpaba la injusticia de la dominación colonial, la represión y asfixia de las libertades. En 1851 el país se había estremecido con dos intentos separatistas. Uno a cargo del general venezolano Narciso López —de intención anexionista a los Estados Unidos— y el otro encabezado por los patriotas camagüeyanos Joaquín de Agüero e Isidoro Armenteros, ambos independentistas. Los dos movimientos fracasaron, llevando a sus respectivos jefes al cadalso.

La inquietud política ni por asomo cesó con las ejecuciones. Ramón Pintó trató de nuclear en torno de sí a cubanos y peninsulares con aspiraciones de un porvenir mejor y de justicia, que concediera libertades a la Isla. Se sintió capaz de hacer algo, planeó integrar en sus propósitos a blancos y negros, ricos y pobres, crear un ejército, conseguir la independencia de Cuba, instaurar un estado republicano. Conspiró y se ganó la confianza de personalidades de la sociedad, encargó la adquisición de armas en Estados Unidos. Como tantas veces ocurre, una delación puso a las autoridades tras sus pasos y en febrero de 1855 una Comisión Militar Ejecutiva y Permanente lo instruyó a él y a otros acusados, de gravísimos cargos por conspiración.

Condenado a muerte se le instó una y otra vez a colaborar dando los nombres de otros implicados pero Pintó rehusó el indigno ofrecimiento. En el campo de La Punta, en La Habana, se ejecutó la sentencia de muerte en garrote vil contra Pintó, el 22 de marzo de 1855.

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