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Rafael Alberti

12 de junio de 2019

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Remontémonos al 16 de abril de 1935, cuando del vapor Siboney desembarcó una pareja de jóvenes españoles. El se nombraba Rafael Alberti, poeta, y ella, su esposa, María Teresa León.

Alberti dio en La Habana varios recitales de poesía. El primero tuvo lugar el 20 de abril de 1935 en la Sociedad Lyceum del Vedado, donde hoy está la Casa de Cultura de Plaza. En esa ocasión leyó una muestra de su poesía de intención social, así como la sátira titulada “La pájara pinta”. Cinco días después, en la misma sede, se le ofreció una recepción.

El día 26 disertó sobre “Lope de Vega y la nueva poesía española”, en tanto el 3 de mayo, ahora en Auditórium, de la Sociedad Pro Arte Musical, realizó una lectura comentada de sus propios versos.

Los recitales de Alberti no se limitaron a las sociedades intelectuales. El poeta, que ya era militante decidido de la izquierda, se llegó hasta la cárcel de Guanabacoa y allí leyó sus poemas ante las reclusas sancionadas por motivaciones políticas.

Después se dirigió hacia el Castillo del Príncipe, que era un reclusorio, donde se hallaban detenidos Juan Marinello, Regino Pedroso, José M. Valdés-Rodríguez y otros líderes de la izquierda acusados de realizar “propaganda sediciosa”, y también con ellos departió. Alberti habló a los intelectuales acerca de la necesidad de crear una organización de artistas y escritores que estimulara la creación de contenido revolucionario. Tuvo también un encuentro con el poeta Nicolás Guillén.

Durante aquella visita de 1935 Alberti y María Teresa se hospedaron en el hotel Saratoga, frente al Capitolio, una zona que era el corazón mismo de la ciudad.

Una segunda visita tuvo lugar en marzo de 1960. El triunfo revolucionario de enero de 1959 y la participación de las masas en el ejercicio del gobierno entusiasmaron a Alberti y a María Teresa, quienes desplegaron una intensa actividad social y política durante aquellos días.

Y ya por última vez tuvimos a Rafael Alberti, con sus lúcidos 89 años, en abril de 1991, ocasión en que recibió los máximos honores, pues la Universidad de La Habana le otorgó el doctorado Honoris Causa, el Ministerio de Cultura publicó su volumen de Poesía Escogida y el Consejo de Estado le confirió la más alta de nuestras condecoraciones, la Orden José Martí.

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