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¿Prevenir o educar?

18 de diciembre de 2015

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inteligencia_emocional

 

En un artículo sobre la prevención de las emociones que leí hace poco en una publicación científica algo llamó mi atención y por eso me interesa comentárselos. Dice en este trabajo que pueden crearse situaciones preventivas capaces de tener respuestas idóneas anticipadas ante un peligro concreto, y va más allá porque afirma que deben ser tan idóneas y tan anticipadas que incluso podrían presentarse ante la aparición del estímulo. Como no es mi intención hacer una crítica al respetado autor, no voy a dar más detalle sobre el artículo que se titula “Prevención e inteligencia emocional (I): enseñanza de la prevención y recuerdo emocional”, y en el cual aparece como “redactor” el Dr. C. Jaime Llacuna (no quedándome claro si es el autor).
Lo importante de todo lo que les acabo de citar es que me da suficientes motivos para escribir para todo tipo de público –lo que quiere decir en lenguaje potable y entendible para todos–sobre la prevención de las emociones, por lo que las preguntas del día son ¿Es posible prevenirlas? Y otra más ¿Qué diferencia hay entre “prevenirlas” y “educarlas”? Y aún una tercera ¿Es bueno, saludable? Sé que me he metido en camisa de once varas, así que ya empiezo, sin saber a ciencia cierta si podré abarcar el tema en un solo artículo o necesito más.
Se sabe que prevenir significa “evitar” y es un término muy popular y útil cuando nos referimos a la salud, por lo que se ajusta muy bien a las enfermedades y la educación que debemos tener para evitarlas, o sea, para no enfermar. También suele utilizarse en otros campos de la vida que entrañan peligro así por ejemplo: hay que usar el cinturón de seguridad en el auto, cascos los mineros, etc., etc., para evitar posible daños. Hasta ahí todo va bien, pero no creo que sea tan saludable “prevenir” las emociones (a no ser por excepción), porque estas son útiles, y no es la primera vez que digo que la naturaleza nos las dio, en primera instancia como una protección para la vida. Así el miedo nos puede hacer correr –y salvarnos– si el techo se nos viene encima, la ira nos da fuerza para enfrentar un perro que nos quiere morder, y así muchos ejemplos; por lo que me parece un poco audaz hablar de prevención de emociones en lugar de educación de las mismas. Ya en este caso sí estoy de acuerdo en que esas emociones hay que adiestrarlas, saberlas encaminar con objetivos beneficiosos, por lo que creo se parecen la prevención y la educación, pero no son lo mismo.
Todos transformamos las emociones que traemos al nacer e incluso aprendemos otras, pero no siempre son correctamente encaminadas, ya que hay quienes las exacerban, y mantienen un nivel de conducta emocionablemente elevado, y su repertorio de respuestas es pobre y muy descontrolado, sin dar espacio al raciocinio. Muchos creen que son antagonistas (esto también ya lo he dicho) es falso, y podemos, y es más, creo que debemos tratar de aprender a relacionar lo más armónicamente posible la razón y la emoción. Para ello está la tan necesaria auto evaluación, para auto conocernos y darle sentido a nuestras actuaciones teñidas de emocionalidad. Para educarlas, el adiestramiento cognitivo y su consecuente conducta son muy importantes porque aprender a reconocer racionalmente aquellas situaciones emocionalmente negativas es parte inicial de este aprendizaje. Así si sabemos que asistir a la misma fiesta que la persona X es molesto para nosotros, porque hay una historia anterior que justifica esta emoción –que puede terminar en un problema mayor– pues ya sabemos que tenemos que actuar diferente, entre lo que está tratar de no coincidir con esa persona o tratar de limar asperezas (si es posible).
También hay determinados roles y profesiones que desempeñamos en la vida que nos permiten esta alfabetización emocional, así el capitán de un barco tendrá el suficiente control emocional ante una tormenta que lo alcanzó en altamar, y esto le permitirá poner en ejecución sus conocimientos, destrezas y experiencia para enfrentar la situación, mientras que yo, si estuviera en ese barco, seguro andaría temblando de pies a cabeza, escondida en cualquier lugar, sin ser capaz de articular palabra.
De esta manera respondí algo de las preguntas, pero sé que me falta, así que seguiré en otra ocasión.

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