Presencia de la música cubana en el espectro musical de México (V)
20 de diciembre de 2018
|Continuación
Si tomáramos en consideración algunos de estos aspectos ya relacionados, en parte se justifica la permanencia en México de músicos e interpretes cubanos como Gelasio Delis, Kiko Mendive, Vicentico Valdés, Alfredito Valdés, Humberto Cané, Chicho Piquero, Arturo Núñez, Yeyo Estrada, Dámaso Pérez Prado, Homero Jiménez, Juan Bruno Tarrasa, Felo Bergaza, Mongo Santamaría, Silvestre Méndez, Benny Moré, Ramoncito Castro, Hortensia “Doña Téncha” Palacios, Mariano Mercerón, Consejo Valiente Robert “Acerina”, Manuel Berrio, Francisco Cataneo, Francisco Fellove, Justi Barreto, Orlando Guerra, José Antonio Méndez, Portillo de La Luz.
Esta magnífica relación –aunque ni remotamente completa–, contó con la escolta de una rutilante proporción de “rumberas”, que harían interminable la configuración de un listado de exitosas figuras, que por años cultivó con gran éxito un arte fortuito en la escena musical mejicana, muy en especial en la cinematografía. Se pueden señalar, entre muchas otras rumberas: Consuelo Moreno –para muchos la primera rumbera en el cine mejicano–, Ninón Sevilla, María Antonieta Pons, Lina Salomé, las Dolly Sisters, Amalia Aguilar, Rosa Carmina, Amelita Vargas (luego instalada en Argentina), Mary Esquivel y Blanquita Amaro.
Sin estas mujeres, es posible que la rumba, en principio de cabaret, cigarrillos, alcohol, violencia y lentejuelas, jamás se hubiera propagado en México, y mucho menos, abrirle las puertas a una expresión rumbera más auténtica.
Comparable a estos procesos y de manera muy especial, hubo figuras relevantes que con una acentuada actividad en México, mantenían periódicas entradas y salidas desde Cuba hacia este país, entre otros, Miguelito Valdés, Rosita Fornés, Rita Montaner, Ignacio Villa “Bola de Nieve” y Ernesto Lecuona. O importantes agrupaciones musicales como las orquestas Casino de la Playa, Havana Cuban Boys, Sonora Matancera, Conjunto Casino, por solo citar algunas; y que no relacionamos en su totalidad por cuestión de espacio.
Muchas de estas figuras y agrupaciones musicales, luego devenidas en emblemáticas leyendas del arte musical cubano e incluso latinoamericano, sin duda, contribuyeron a vitales e interactivos procesos creativos, válidos para generar novedosos timbres, mezclas de estilos, e incluso nuevas reformulaciones genéricas, por ejemplo el bolero-ranchera, que en su expansión, afectó positivamente el quehacer musical no solo de Cuba y México, sino también de Latinoamérica.
Con una breve ojeada a la emigración de músicos cubanos a México, se constata que hacia este país partieron en condición de emigrantes muchísimos músicos que, como Benny Moré, Silvestre Méndez, o Vicentico Valdés, aun franqueaban la barrera de una incipiente formación artística.
Con su arribo a México, la emigración artística cubana se sumó, de manera activa, a la vida musical nocturna de ese país en importantes plazas localizadas en Veracruz, Mérida, el Distrito Federal, y algunas otras primordiales localidades de la escena musical azteca.
Resulta bueno aclarar, que en su quehacer, este “autoexilio” no solo se limitó a los medianos o grandes escenarios, puesto que de manera cierta, alcanzó tanto a los circuitos cinematográficos, discográficos, radiales o teatrales, incluyendo el gran espectáculo de cabaret. Sin lugar a dudas, medios que apresaron para sus anales, soportes y espacios, el rico y variado ímpetu de la música cubana y sus intérpretes.
Resulta posible, que la mayoría de los músicos cubanos radicados en México, en busca de mercados artísticos favorables, incluyera en sus pretensiones una carrera discográfica (en Cuba algunos pocos habían tenido cierta experiencia con algunas escasas grabaciones) y por su puesto, la siempre anhelada incursión en la cinematografía. Ambos recursos, se entrelazaron de una forma u otra, a manera de complemento, en la difusión del sentimiento artístico de ambos pueblos.
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