Pinelli (II)
10 de agosto de 2022
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Su apellido era Piniella, pero la madre, le dijo un día al muchacho que soñaba entonces con ser cantante de ópera: “Hijo mío, con ese apellido no llegas a ninguna parte. Sabe más a tocino, morcillas y garbanzos que a cuestión artística”. Y ella misma le busca esa variante procedente, por cierto, de una familia de mafiosos radicada en Roma.
“Pero lo más curioso de todo –como confesó él en una entrevista– es que se gasta más tinta escribiendo mi nombre completo que en un habeas corpus: Gregorio José Germán Carlos Augusto Piniella Vázquez.”
Cuando en la década de 1950 la señal televisiva llega a los hogares cubanos, ya Germán Pinelli es toda una personalidad de nuestras artes aún sin poseer aquellos atributos físicos y sonoros considerados entonces como indispensables.
“Fui el primer presentador ante una cámara en Cuba, honor que compartí con un pianista (Paquito Godino).
“El primer programa televisivo de preguntas y respuestas lo concebí yo y en él todo era improvisado, incluso los comerciales de las firmas patrocinadoras. Creo que he sido el único locutor cubano que se ha mantenido hablando durante nueve horas, frente a las cámaras, en un control remoto”.
Durante décadas protagonizó como animador programas estelares en la televisión, entre ellos, El show del mediodía y Aquí todos hacen de todo; y en la radio, Buscando estrellas y De fiesta con Bacardí.
De sus momentos periodísticos Pinelli siempre evocaba con orgullo la narración de los acontecimientos de Orfila: “Esa tarde del 15 de septiembre de 1947 se enfrentaron a tiros dos bandos en pugna de la Policía Nacional. Pude llegar hasta la calzada de Columbia –Avenida 41- y la esquina de Orfila, en Marianao. Ahí, tirado en el suelo, realicé todas las grabaciones del tiroteo en el que murieron varias personas”.
“Después que lo hice, me preguntaba. ¿Cómo he logrado hacer esto? Aquello marcó un hito en mi carrera.”
Sin embargo, por una razón que no se explicaba aseguraba él, no le dieron el premio Juan Gualberto Gómez del Colegio de Periodistas.
Otra de sus grandes hazañas periodísticas, así lo consideraba él, fue cuando comunicó al pueblo por la CMQ Radio como se encontraba Eduardo Chibás luego de darse el tiro que acabaría con su vida y leyó otra vez, a petición de él, su testamento político: El último aldabonazo.
Cuando triunfa la Revolución Pinelli gana 3 500 pesos mensuales, una suma muy elevada para la época, pero decide quedarse en Cuba, “porque primeramente, nací aquí –como le confiesa al periodista Luis Báez para su libro Los que se quedaron– Creo que el hombre debe nacer, crecer, fructificar en un solo lugar, y morir en un solo lugar: su Patria, bajo su bandera. Ese fue el motivo por el que no me fui de Cuba”.
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