Pete Seeger
29 de diciembre de 2020
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Pete Seeger. He ahí un nombre vinculado de manera indisoluble a La Guantanamera, la guajira internacional de la autoría de nuestro compatriota Joseíto Fernández, un habanero del barrio de Los Sitios nacido en 1908.
Pete Seeger explicaba su encuentro con la inmortal guajira:
“Fue en 1961. Estaba yo de visita en un campamento de verano, al norte, para niños de una extensa zona. Como es natural, llevé mis canciones, y algunos preguntaron: ¿Pete, por qué no se aprende una canción que nos enseñó un instructor cubano que tenemos aquí? Era Héctor Angulo, que se ganaba la vida trabajando durante las vacaciones para poder proseguir sus estudios musicales, y fue idea suya, o de su maestro Julián Orbón, introducir versos de Martí en la guajira de Joseíto Fernández, y así fue como la aprendí, y ese mismo día supe quién era José Martí, casi totalmente desconocido en Norteamérica. Creo que fue una bendición ese descubrimiento: lleve la Guantanamera a más de 35 países, con los pobres de la tierra”.
En cumplimiento de una invitación cursada por el Consejo Nacional de Cultura, Pete Seeger llegó a Cuba el 24 de enero de 1971, con su hija Mika, el yerno puertorriqueño y su guitarra de doce cuerdas. En el Aeropuerto José Martí tocó y cantó para los presentes, quienes corearon junto a él los acordes de La Guantanamera y con sencillez expresó en español: “He venido a aprender”.
A esto último acotó el compositor y trovador Joseíto Fernández que “mi deseo es que se sienta en nuestra patria como en su casa.” A continuación ambos se estrecharon las manos.
Acerca de la célebre tonada, Seeger dijo que “esta canción demuestra que la música del pueblo puede viajar el mundo entero. La Guantanamera ha sido la más universal que he interpretado. No solamente la música es querida por todo el mundo, sino que las palabras son básicamente importantes. Hay canciones que dicen: Quiero a mi patria. Pero lo importante es que José Martí era un hombre sincero”.
Seeger cumplió un programa intenso de actividades sociales, cantó para los niños de una granja en Artemisa, ofreció recitales a teatro lleno y se movió como un cubano más. La presencia del folclorista norteamericano resultó significativa y bien recibida por cuanto contribuyó al acercamiento de los pueblos de ambas naciones.
La despedida, el 4 de febrero, fue emotiva, con canciones, flores y sonrisas para el amigo difusor de las notas musicales un día pergeñadas por Joseíto Fernández.
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