Para sentirnos vivos
26 de septiembre de 2014
|Una amiga que lee estos artículos y me hace comentarios y críticas -lo que agradezco mucho- me decía, respecto a lo que escribí sobre las profesiones de riesgo y las emociones, que según su opinión hay otras profesiones y oficios que sin ser riesgosas pueden generar emociones muy fuertes, así también que hay personas que pueden vivir muy bien y a gusto arriesgándose diariamente, y no solo eso, sino que buscan el peligro porque el aumento de la adrenalina los estimula. Y estoy de acuerdo con lo que me decía, y como es interesante -y para contestarle a ella y a todos los que se han preguntado lo mismo- pues me dedico a profundizar en este aspecto. Ante todo aclaro que ¡por supuesto! yo me refiero a como sienten y reaccionan la mayoría de las personas y me es imposible en un espacio como este, de una sola vez dedicarme a las individualidades y a todas las posibles diferencias que existen, es más, ni aunque estuviera escribiendo durante los tres próximos siglos podría abarcar las actitudes y respuesta emocional de todos los seres humanos, porque -y voy a decir un concepto psicológico universal- los seres humanos somos únicos e irrepetibles y no hay en toda la historia de la humanidad dos personas iguales, por lo que existen diferencias notables en las respuestas emocionales de cada persona ante estímulos idénticos, y ahí entra la personalidad y las habilidades profesionales da cada uno de nosotros, y quien se hace bombero seguro que le gusta el riesgo, pero aún así el hecho de encontrarse en medio de un incendio con la responsabilidad que conlleva salvar vidas humanas, bienes materiales, poniendo en riesgo su vida, provoca obligatoriamente emociones extremas, porque de no ser así no podría realizar las acciones indispensables que se requieren para realizar bien su trabajo, aunque no son iguales en todos y cada uno de los bomberos. Puedo mencionar otros trabajos como son los trapecistas que hacen piruetas en las alturas, los clavadistas, los buzos, etc., que siempre andan en riesgo y gustan de ello. Por otro lado hay profesiones que no tienen nada de riesgosa para la vida y que cada persona, en dependencia con el compromiso que tiene con uno mismo y con la actividad, puede generarle miedo, ansiedad, y otras emociones, y repito que aquí también están jugando un papel fundamental los atributos de la personalidad y los conocimientos y habilidades profesionales. A mí, por ejemplo me sucede algo siempre que entro a un aula universitaria, pese a los años de experiencia, y es que se me hace un nudo en la garganta (producto del miedo) porque estimo y respeto tanto mi profesión y a mis estudiantes que el ansia de dar una buena clase nunca deja de ser un reto que para mí que puede compararse con apagar un incendio o enfrentarme a tiros con una banda de criminales peligrosos como se ve en la pantalla. No quiero finalizar sin hablar de los recursos que desarrollamos las personas para manejar las emociones, tanto en la vida personal como en la profesional como en cualquier otra esfera de la vida, y que a la postre es lo más importante, ya que tener emociones es humano y bueno, ya que es una alerta sobre el significado de la situación para cada uno de nosotros, pero lo importante es que seamos capaces de manejarlas y que no nos desorganicen la conducta, sino que logren todo lo contrario, que nos guíen hacia una respuesta y las consecuentes acciones que nos permitan salir airosos del triple salto moral en el trapecio, del atraco al banco, de la conferencia, que nos quede bien el postre que prometimos para la comida, que la pared que pintamos quede impecable o que la declaración de amor nos quede romántica y sea aceptada, ya que sin emociones todas y cada una de estas cosas serían muy insípidas.
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