Para salir de la cavernas
2 de noviembre de 2018
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En la actualidad se escucha hablar de “familias disfuncionales” y existen “test” o como realmente se llaman “instrumentos de evaluación” del funcionamiento familiar, lo cual me parece muy importante porque el funcionamiento de una familia repercute en todos y cada uno de sus miembros, en su desarrollo, formación sana o torcida de la personalidad, de tener una vida feliz, o no, de lograr las metas en la vida. Conclusión, que es muy importante que un grupo de personas funcione bien, que quiere decir que funcione sanamente, y esto también vale para cualquiera que los otros grupos en que de una forma u otra participamos, o sea, el grupo escolar, familiar, religioso, cultural, deportivo. Pero, ¿acaso saben en qué se basa el buen funcionamiento de cualquier colectivo?
Sencillo y difícil a la vez porque es en que las relaciones interpersonales funcionen bien, y para ello hay que tener en primerísimo lugar un líder que sepa construir buenos vínculos entre las personas. Los grupos que tomaré de ejemplo son la familia, la escuela y el trabajo. No tengo que decir lo importante que resulta que la familia funcione bien y que el padre o la madre o ambos –que son los que dirigen– tengan recursos psicológicos para hacer que los miembros tengan buenas relaciones interpersonales.
Tampoco es despreciable el lugar que ocupa el maestro en la escuela y el jefe en el trabajo, porque todos son educadores y formativos, y no se asombren cuando digo que el jefe enseña porque aún si somos adultos aprendemos, y más porque hay un elemento muy importante que es que los tiempos cambian y esto influye en que también se modernizan las relaciones entre las personas. Así que el autoritarismo como parte del rol de padre, de maestro, de jefe, que constituyó aspecto esencial en determinadas épocas es totalmente obsoleto en la actualidad y su lugar lo ocupan la participación, la escucha activa, la solución de conflictos en grupo, la relevancia de todos los miembros, y por lo tanto, la toma de decisiones en grupo.
Otras características que han desaparecido son la sumisión y la violencia como parte de la dinámica grupal y en aquellos colectivos que subsisten pueden ser catalogados como “grupos cavernícolas”, y cuando llego a este punto no puedo dejar de pensar en el dibujo animado del hombre primitivo que garrote en mano, arrastra por el cabello a la mujer hasta la cueva familiar o en el maestro que pone el sombrero con orejas de burro al niño que sienta de espaldas al aula o del jefe que dando puñetazos en el escritorio exige un buen trabajo.
Todos y cada uno de ellos son eso; “cavernícolas” que no ha cambiado y no asimilan las nuevas relaciones interpersonales que se deben establecer para que la vida fluya feliz. No resulta sencillo guiar, dirigir, educar a las personas, por eso es que hay que pensarlo bien antes de querer ser padres, que es mucho más que la idílica visión del bello bebé de mejillas mofletudas que dan ganas de comérselo, o antes de decidirse a ser maestro que también sobrepasa con creces lo preciosos niños uniformados entrando al aula, como el dirigir a un grupo de adultos y pensamos en lo importante que resulta que nos digan “el jefe tal…”, acompañado de determinados beneficios económicos y pensar en lo difícil que resulta liderar a personas que tienen ya una personalidad formada, sus expectativas, sus metas y son capaces de tomar decisiones importantes, o sea, lo que quiero decir es que si en verdad queremos hacer las cosas bien hay que saber que para ejercer el rol de padre, maestro, jefe hay que tener en cuenta algunas cosas como que nadie es igual a otro y las diferencias en vez de un obstáculo son un beneficio por los diferentes aportes que hacen las diversas visiones de un mismo asunto, y eso lleva a otra cualidad y es aprender de lo vivido, que quiere decir que hay que extraer experiencias de todas y cada una de las situaciones, conflictos y éxitos.
Lo otro importante es cimentar la confianza, o sea, que confíen en quien los dirige, sabiendo que va a actuar de la mejor manera posible para el grupo, con lealtad, amor y capacidad de servir. Y esta palabra “servir” puede resultar contraproducente para algunos, pero no hay que tenerle miedo, porque no es sinónimo de servidumbre, sino que significa ponerse en posición de ayudar y sacrificarse por otros, y con todo esto es que se cimienta la autoridad, cualidad fundamental para que los demás respeten al padre, al maestro, al jefe porque ha sido capaz de crear una buena dinámica interpersonal, y que los otros también aprendan a tener esas cualidades del mundo moderno y por lo tanto de las nuevas relaciones interpersonales, dejando atrás al cromañón cavernícola como el padre que encontré hace días en la calle que ante el llanto del pequeño hijo de no más de tres años, le ofreció un puñetazo en la boca para sacarle los dientes si no se callaba. ¿Qué decir? ¡Horror!
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