Optimismo realista
22 de diciembre de 2017
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Abundan las frases populares sobre el optimismo y los beneficios que trae tener un estado de ánimo positivo para enfrentar las diferentes situaciones de la vida, así que algunos –que yo recuerde– utilizan los símiles para enseñar las bondades del optimismo como es ese que hace referencia a que el optimista lo que tiene que hacer es ajustar las velas según el viento –también dice algo sobre el pesimista, pero no recuerdo todo el texto–, lo cual pretende decirnos que ni se puede ir en contra de la realidad o hay quien lo interprete como el destino, como tampoco te puedes dejar llevar por las circunstancias, ya que te conviertes en un ser sin voluntad, cuya vida la definen otros.
Frasecita aparte, yo creo que el optimismo tiene un gran valor en la vida, pero ¿Qué es el optimismo realmente? Porque yo tengo serias dudas sobre si en la vida cotidiana –ciencia aparte– las personas somos capaces de conocer en qué consiste realmente esta emoción, que lleva a conductas que pueden definir muchas cosas en nuestras vidas. Digo esto porque frecuentemente se cree que el optimismo es estar alegre siempre, luchar a ultranza contra las adversidades y poner buena cara a los contratiempos y fracasos, sin embargo eso no es ser optimista, eso se llama euforia patológica, que significa que quien lo siente es alguien que está contento cuando no hay razones para estarlo. Esto no reporta beneficio alguno, porque no hay matices afectivos en los eufóricos patológicos, ya que si es bueno sentir alegría, placer, felicidad, también debe haber espacio para la tristeza, el enojo, porque cada una de estas emociones es saludable si responden correctamente al estímulo que les da origen.
Con esto quiero decir que para ser optimista hay que tener en cuenta varias cosas, y ahora respondo la pregunta que ya hice: ¿qué es el verdadero optimismo? En primer término es importante saber juzgar las situaciones desde el ángulo positivo, o sea, ver lo útil, lo agradable, lo beneficioso de cualquier asunto. A continuación, evaluar los recursos y posibilidades de enfrentar la situación y, por último, desarrollar las conductas acordes al acontecimiento. Pongo un ejemplo, María y Pedro se van a casar y quieren alquilar un salón para la ceremonia y fiesta de casamiento, y si son optimistas no dejan este asunto en manos de la casualidad, sino que buscan las diferentes opciones de lugares a alquilar, los evalúan teniendo en cuenta desde el tamaño en relación con la cantidad de invitados, hasta el dinero con que cuentan para esto, los visitan para comprobar si les gusta, después ven cual es más conveniente y si su economía puede enfrentar en el gasto, aunque puede que no y ahí entra la posibilidad que los padres están dispuestos a participar en el pago, y por último hacer todo el proceso de alquiler, firmar contrato, y muy importante, empezarlo todo con el tiempo suficiente para seguir con los otros preparativos y no quedar a última hora sin lugar donde casarse. Todo este proceso se acompaña de diferentes emociones, en dependencia del alfabetismo emocional de María y Pedro. Si María es optimista no va a detenerse ante un obstáculo porque cuenta con los recursos psicológicos para buscar soluciones ante los reveses como puede ser que ya ha visitado cinco salones y no logra encontrar el que le conviene en la fecha señalada para la boda y sigue adelante, y si Pedro es pesimista, cuando encuentra el primer obstáculo empieza a decir que no van a resolver nada, y su estado de ánimo es triste, molesto y si es un “pesimista congénito” por supuesto que dirá que es su mala suerte, que nada le sale bien y todo eso que dicen los que creen que no tienen suerte.
Como se habrán dado cuenta, el optimista tiene que tener cualidades como hacer las cosas con tiempo, organización, paciencia y perseverancia. Todos conocemos a los optimistas a ultranza, los que creen en la suerte, o como mi madre que es optimista y siempre en la vida lo ha sido sin hacer nada de lo que he escrito aquí, porque esas cualidades las tuvo mi padre y después mis hermanos y yo, que hemos hecho que sus deseos se cumplan, por lo que ella apuesta optimistamente a todo lo que quiere.
Hay otras circunstancias como son los que aunque no consigan el salón para la boda, siguen siendo optimistas porque a María y Pedro le es más importante casarse que la parafernalia de la fiesta y ese es un optimismo sano porque la felicidad es más importante o porque tuvieron que hacer la fiesta en la casa y así ahorraron dinero y lo pueden usar en la luna de miel, y muchas otras razones que me es imposible enumerar. En fin, que siempre que el optimismo sea realista ¡bienvenido sea!
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