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Oleg Popov

1 de noviembre de 2017

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Quien desee comprobar lo que representó Oleg Popov para el arte circense internacional no tiene más que conectarse a internet y leer acerca de su huella en esa disciplina. Quien desee comprobar lo que Oleg Popov representó para el circo, no tiene más que volver a conectarse a internet y comprobar la repercusión de su muerte, el 2 de noviembre de 2016.

El payaso Popov fue un artista, hizo de su prolongada carrera circense una entrega de felicidad y sonrisa para los niños y adolescentes. Fue él la figura emblemática del Circo Soviético, institución estatal cuyas funciones fueron disfrutadas en numerosas naciones.

En cuanto a Cuba, el Circo Soviético tuvo sus primeras presentaciones en la Ciudad Deportiva, durante el mes de octubre de 1962, mes que si el lector apela a su memoria identificará con el de la crisis de los cohetes o crisis de octubre que estuvo a punto de desencadenar una guerra mundial.

No obstante, la prensa le dedicó grandes espacios a la presencia del circo. Y aclaremos algo, Cuba es un país con larga tradición circense, larga por el prestigio de las varias generaciones de artistas circenses cubanos, larga por la cantidad de circos nacionales y extranjeros que se presentaron en la Isla y recorrieron pueblos y ciudades durante los primeros 60 años del siglo XX, y larga igualmente porque varios de los circos de mayor renombre mundial hicieron escala en Cuba y presentaron sus espectáculos. De manera que venir a Cuba con un circo era tan arriesgado como “bailar en la casa del trompo”.

Pero el Circo Soviético llegó y triunfó, satisfizo las expectativas y dio mucho que hablar. Veamos lo que apuntaba la revista decana del periodismo cubano:

El gran cómico, Oleg Popov, figura centralísima del Circo, envió un saludo especial a los niños cubanos por conducto de Bohemia: “Mis mejores saludos, cordiales, a los niños cubanos”.

En París le llamaron “el Chaplin del circo” y ya estaba considerado el mejor payaso del mundo. Entretanto, el cronista de la revista Bohemia escribía:

Sus largos ojos azules son naturales y no parte del disfraz. Su aparición no causa sensación, se presenta al público casi silenciosamente, y ningún rugido de aplausos lo saluda, ni tampoco entusiastas silbidos. Entra pasito a pasito y empieza a establecer su asombroso contacto íntimo con la audiencia.

Australia lo proclamó en 1971 co­mo rey de las pistas y diez años después el Festival Internacional de Circo de Montecarlo lo premió con el título Clown de Oro.

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