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No tan conocidos (II)

22 de julio de 2016

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Si usted que está leyendo mi comentario ha escuchado alguna vez la canción “Oggere”, debe saber que su autor es Gilberto Valdés, de quien muy poco se habla. A él dedicaré mi cometario de hoy. Este músico cubano, no por ser bastante ignorado careció de talento.
Aunque fue alumno de Pedro Sanjuán (compositor, director de orquesta y profesor español que permaneció en Cuba varios años, donde dirigió la Orquesta Filarmónica de La Habana) nunca se adaptó a la disciplina de sus clases, aunque aprendió mucho de ellas, lo que le permitió escribir partituras de diversos formatos, aunque sin ceñirse a formas o estéticas musicales. Siempre mostró un marcado interés por nuestras raíces africanas, y mantuvo estrecha relación con músicos populares que dominaban ese lenguaje, por lo que se propuso crear una obra sinfónica a partir de los elementos más relevantes; pero ¿cómo lograr que una orquesta de este tipo transmitiera el ambiente rítmico necesario?
Por otra parte, los tocadores de tambores batá no sabían leer partituras, por lo que decidió crear un sistema de señales para darles las entradas a tiempo. Aunque la idea era ingeniosa, su resultado era limitado, y la función del director de orquesta quedaba anulada. Pero su esfuerzo no pasó inadvertido para el escritor francés, de paso en La Habana, André Demaison, quien publicó varios comentarios favorables en París.
Gilberto Valdés escribió numerosas obras entre las cuales se destacan por su calidad: “Ogguere” y otras partituras breves como: “Baró” y “Tambó”, pero sus intentos de crear un poema sinfónico fueron totalmente desacertados porque, aunque su sonoridad es válida, posee demasiadas influencias de compositores como Strauss y Debussy, entre otros compositores europeos. Su aspiración a ser un creador original le llevó a no revisar partituras de los grandes maestros, por temor a parecerse a cualquiera de ellos, a perder su propia identidad, y esto sólo le condujo a diluirse en una sonoridad orquestal nada original, lo que se videncia en obras como: “Rapsodia de pregones”, “Likotatumbá” o Guaguancó”.

En mi próximo comentario me referiré a otro de los músicos que no son tan conocidos.

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