Natalia Aróstegui
23 de marzo de 2017
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Una vez que terminamos de publicar en esta sección la gran mayoría de las epístolas que figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que se vende en varias de las librerías del país, procedemos a incluir en De Ayer y de Siempre muchas de las notas biográficas publicadas al final de la obra.
Ellas tienen como objetivo informar a los lectores quiénes son las personalidades citadas en las cartas.
Aróstegui González de Mendoza, Natalia (La Habana, 1900-Nueva York, 1983). Declamadora y soprano. Muy joven aún comenzó a estudiar canto en la capital cubana con la española María García. Posteriormente los prosiguió en la Academia de Canto Filarmónica Italiana, de Tina Farelli y Arturo Bovi, y con el barítono Néstor de la Torre. Antes de 1928 solo se había presentado en fiestas de aficionados, salones privados, academias de música y sociedades de recreo, pero el 2 de diciembre de ese año actuó en la jornada inaugural del teatro Auditórium, de la Sociedad Pro-Arte Musical, cuya primera junta directiva integró como vocal, aparte de dirigir su revista, de carácter mensual. En esa fecha fue la solista en el estreno de la cantata Anacaona, de Eduardo Sánchez de Fuentes, secundada por un coro de voces femeninas, José Echániz al piano y la Orquesta Sinfónica de La Habana.
El 4 de diciembre de 1928, en el segundo programa ofrecido en el Auditórium por la apertura del coliseo, Natalia Aróstegui cantó las arias «Hai Luti Alack-a-Day!», de Coquard, y «Deh vieni, non tardar», de Bodas de Figaro. Junto con el tenor Maurice Labarrèrre interpretó también ese día «Nous vivrons à Paris», de Manon. Desde entonces comenzó su labor profesional como soprano y ofreció conciertos en salas y en el Auditórium, principalmente. Por cierto tiempo, empezó a alternar el canto con el arte de la declamación en sus recitales, luego de recibir clases de Alicia Longoria, que fue discípula de Sara Bernhardt. Concentrada plenamente en sus faenas en la última manifestación artística mencionada, el periodista Francois Baguer le otorgó el calificativo de «la recitadora de la voz de oro», por la excelencia de sus interpretaciones de textos de Charles Baudelaire, Paul Verlaine, Paul Geraldy, José Zorrilla, Francisco Villaespesa, Emilio Carrere, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Rafael Marquina, Ricardo León, Amado Nervo, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Alicia Larde, Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Martí, Enrique José Varona, Gustavo Sánchez Galarraga y Agustín Acosta, entre otros autores.
En 1934 fijó su residencia en Nueva York, tras designarse a su primer esposo, Pablo Suárez, cónsul general de Cuba en esa ciudad norteamericana. El 5 de septiembre de aquel año debutaba allí como cantante en un concierto celebrado en el Museo de Historia Natural. Sin embargo, nunca dejó de mantener contactos con su patria, adonde viajó frecuentemente de vacaciones y ofreció recitales para Pro-Arte Musical. Luego de divorciarse de Suárez, contrajo matrimonio, también en Nueva York –en 1956–, con el notable músico argentino Remo Bolognini, concertino de importantes orquestas en Estados Unidos, entre ellas la de la NBC, dirigida por Arturo Toscanini.
Natalia Aróstegui declaró el 4 de noviembre de 1928 en La Habana al Diario de la Marina que, independientemente de su predilección por obras de compositores de la talla de Claude Debussy, Camille Saint Saëns, Ernest Chausson, Henri Duparc, Gabiel Faurè, César Franck, Igor Stravinski, Piotr Ilich Chaikovski y Nikolai Rimski-Korsakov, era una «[…] gran propagadora de la música de Sánchez de Fuentes, que tiene tantas y tantas romanzas bien hechas, modernas y exquisitas, y de la de Lecuona, característica cubana y con tan espontánea inspiración».
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