Mayakosvki en La Habana (I)
31 de mayo de 2013
|“Por la mañana llegamos fritos, asados y hervidos…”
Así escribe Vladimir Mayakovski al llegar a La Habana el sábado 4 de julio de 1925, luego de casi dos semanas de travesía desde Saint Nazaire, con escala en tres puertos españoles.
Cierto es que aquel calor tropical debió resultar “insufrible” –como lo describe el poeta soviético- para los 593 pasajeros del vapor Espagne, quienes harían una escala de apenas 24 horas en la capital cubana para proseguir viaje al siguiente día hacia el puerto mexicano de Veracruz.
Mayakovski no pierde la ocasión permitida a los pasajeros de primera clase para visitar la ciudad caribeña, donde lo sorprende, justo al bajar a tierra, un descomunal aguacero, lo que le motiva esta ocurrente observación:
“¿Qué cosa es la lluvia? Es el aire cargado con un poquito de agua. Pero la lluvia tropical es un chorro poderoso de agua con un poquito de aire”.
El destacado poeta y dramaturgo revolucionario soviético pertenece al grupo de viajeros que caminará por La Habana aquella mañana de julio de 1925.
Apenas el escritor pone pie en tierra, bajo un torrencial aguacero de verano, echa a andar -como apunta en su diario de viaje- por entre “almacenes, sucias tabernas, bodegas, casa públicas y frutas podridas”.
De La Habana le maravilla al viajero el “lindo cementerio con los innumerables señores López y Gómez en mármol blanco”. Y traza una colorida estampa: “Sobre un fondo de mar verde, un negro con pantalones blancos ofrece al transeúnte un pescado rojo, alzándolo por la cola por encima de la cabeza”.
Se asombra ante el prodigio de dos frutos exquisitos de la Isla: el mango y el aguacate.
Parece que el autor de “una nube en pantalones” recorre bastante la ciudad, al menos eso se deduce de sus múltiples impresiones que plasma en su diario de viajes, donde abundan escenas pintorescas y observaciones singulares.
Y, sin embargo, cosa curiosa, periodista alguno repara en él. Nadie le reconoce, a pesar de que es una de las figuras más importantes de la poesía rusa de principios del siglo XX.
No es de extrañar. En los avisos de los periódicos de la ciudad que registraron la llegada del buque francés, solo reseñan por sus nombres a dos de los 232 pasajeros que viajaron con destino a La Habana: Un ingeniero cubano que dirigía una conocida revista de la época y un embajador panameño.
De los otros 361 que seguían en tránsito, -entre ellos, Mayakovski- solo mencionó la prensa a un biólogo francés que fue agasajado por sus colegas del patio.
Indudablemente, hay que reconocer, además, que en esa etapa inicial de la Revolución de Octubre había un gran desconocimiento en Latinoamérica –y Cuba no era la excepción- del desarrollo de la cultura soviética y de sus máximas figuras.
“En esas circunstancias, – como dijo el poeta y ensayista Ángel Augier- resultaba difícil que los periodistas cubanos pudieran dar algún significado al nombre de Vladimir Mayakovski, en el caso improbable de que hubieran tenido acceso a él”.
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