¿Matrimonio o divorcio?
10 de agosto de 2018
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El tema de la cercanía entre el raciocinio y la afectividad es de mantenido debate porque resulta difícil a muchos entender que no hay divorcio entre ellos, sino lo contrario; un matrimonio perfecto, como todo matrimonio, tiene que construir la relación sobre bases sólidas, comenzando aceptándose el uno al otro, y avanzar resolviendo las diferencias, los malos entendidos, desarrollando puntos de encuentro, o sea, aprendiendo uno del otro con el firme propósito de nunca separarse, ni permitir que agentes externos los enemisten.
Este símil se ajusta perfectamente a la relación mente-emoción, que es tan agredida (con buenas intenciones) por mucha, muchísima gente quien alaba la “pureza” de la emociones como el amor y ya conocen que se ha acuñado la frase esa que dice que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Pues les digo que es falsa y muy peligrosa – aunque a algunos les parezca romántica – porque es tal vez esa creencia que muchos toman por real y la aplican que es que existe la altísima tasa de divorcios en el mundo actual.
He tenido la oportunidad de entrevistar parejas que se van a casar, tanto en el plano profesional como en el personal, y cuando les pregunto que los hace querer unirse me contestan lógicamente que están enamorados, y esa respuesta es muy acertada, lo que sucede es que cuando les pregunto otras razones, casi todos (fundamentalmente los más jóvenes) no saben qué contestar y preguntan: ¿pero hace falta algo más? Y quienes responden dicen cosas como que “tenemos donde vivir”, “ya trabajamos los dos”, “tenemos edad de casarnos”, “vamos al exterior a hacer una maestría y para poder estar juntos tenemos que estar casados”, “nuestros padres creen que ya hace tiempo que estamos juntos y quieren que formalicemos la relación”, etcétera. Y si esto fuera un programa de participación, ya hubiera sonado el fotuto de “error” muchas veces porque no oigo respuestas “racionales” (sin que esto signifique una agresión al amor, sino todo lo contrario) como que tienen un proyecto de vida en común, saben que quieren hacer juntos en el futuro, si van a tener hijos, cuántos, qué van a ser en sus respectivas profesiones, y si les indago al respecto muchos me miran como si yo fuera un extraterrestre y me contestan que “de esa cosas ya hablarán en el futuro”, y entonces después que pasa la efervescencia amorosa y el sexo deja de ser el centro, ese matrimonio es de dos personas que se miran la cara y no tienen nada en común porque los caminos se bifurcan.
Es que solo importa la mente emocional y la racional brilla por su ausencia. Por supuesto que el amor y el sexo son primordiales, pero para nada suficientes en un matrimonio, y si es eso lo único que los une, entonces les aconsejo que sean solo amantes y no pasen de encuentros fogosos y fulminantes, pero si quieren pasar a jugar en las grandes ligas entonces hay que saber amar y pensar porque, al revés de los mitos populares, cuando se ama con la mente y se piensa con el corazón, la vida es mucho mejor, se es mucho más feliz y el sexo se convierte en algo sublime.
Les pongo ejemplos: amar y admirar al otro es una unión fabulosa porque es una fórmula que permite sortear muchos obstáculos, mientras que si se ama a quien no tiene las mismas motivaciones en la vida que uno, que no entiende porque trabajamos en tal lugar y no en otro, que nunca dijo que no quería hijos o – ¡peor! – tiene adicciones, secretos importantes que no dijo antes de casarse, pues es evidente que la mente anda muy lejossss, años luz de la vida afectiva de nosotros y entonces nuestras neuronas andan de vacaciones y llenas de telarañas con la consecuencia del fracaso. Por eso es que reitero una y otra vez la necesidad de alfabetizarnos emocionalmente y seguir más allá, y pasar por las diferentes etapas de aprendizaje y así lograr el matrimonio entre mente y emociones.
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Comentarios
La sentencia de Pascal “el corazón tiene razones que la razón no entiende” nada tiene que ver con el amor de pareja y usarla en ese sentido es un soberano disparate. Se refiere a la FE, la fe en Dios.