Mary Welsh
27 de junio de 2018
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Mary Welsh fue la cuarta y última esposa de Ernest Hemingway, quien lo acompañó hasta el final del escritor. La relación con el llamado Dios de bronce de la literatura norteamericana, borra un tanto los contornos de su personalidad y labor periodística como corresponsal.
Para los cubanos fue, es ella, la gran anfitriona de Finca Vigía en los años que transcurren entre 1946 y 1960, fecha en que el escritor sale enfermo de Cuba por última vez, ya para morir.
No debe haber sido fácil para Mary Welsh ajustar su paso al del andariego Papa Hemingway, ni su ritmo existencial al de un hombre para quien la vida fue una gran aventura, a menos que la propia Mary llevara dentro de sí inquietudes siquiera parecidas, lo cual bien pudiera ser cierto dada su vida tan activa, de viajes y trabajo antes conocer a Hemingway.
Mary nació en Minnesota el 5 de abril de 1908, por lo que a su llegada a La Habana era una mujer de 38 años. Había trabajado para el Chicago Daily News, viajado a la capital inglesa, donde lo hizo para el London Daily Express, que la envió a París en los años anteriores a la irrupción de la Segunda Guerra Mundial.
Con la ocupación de Francia, regresó a Londres y se incorporó a reportar los sucesos de la guerra, incluso conferencias de prensa de Winston Churchill. Durante el contexto bélico conoció a Ernest Hemingway en 1944, hallándose ambos en Londres, una época por la que uno y otra estaban casados.
Disueltos los matrimonios de ambos, se casaron en Cuba en 1946 y establecieron en Finca Vigía, situada en la localidad de San Francisco de Paula, en las afueras de La Habana, que ya era propiedad de Hemingway.
Aunque mucha de la información sobre la vida de Mary Welsh está contenida en los libros y artículos sobre Hemingway, ella escribió su autobiografía titulada How it Iwas (Cómo fue), publicada en 1976. Murió a la edad de 78 años, el 26 de noviembre de 1986.(1986-11-26)
En ningún otro lugar se palpa la huella de Mary como en la residencia de Finca Vigía, su hogar cubano. Mansión visitada por las muchas amistades del matrimonio, por periodistas, gentes de los más disímiles oficios y admiradores de Papa, imaginamos que si bien le resultaría muy agradable su función de “dueña de casa”, no debió ser fácil para ella administrar una estancia donde los invitados a la mesa eran asunto cotidiano.
A la muerte del escritor regresó para donar Finca Vigía con su mobiliario al Gobierno Revolucionario, que la convirtió en museo el 21 de julio de 1962.
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