Martí antimperialista: la batalla pública
3 de julio de 2020
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Desde finales de 1889 Martí empleó el periodismo para enjuiciar la Conferencia Internacional Americana, convocada por el gobierno de Estados Unidos para reunir bajo su hegemonía a los países latinoamericanos en función de sus intereses expansionistas en los planos económico y territorial.
La idea del cónclave se manejaba desde años atrás por James G. Blaine, hábil y ambicioso político del Partido Republicano, quien asumió la dirección del Departamento de Estado, a cargo de las relaciones exteriores, al volver a gobernar su partido en 1888 con el presidente Benjamin Harrison. Blaine deseó siempre ser candidato presidencial, tenía fuertes lazos con la naciente plutocracia estadounidense y los monopolios, y siempre pensó en la anexión de Cuba, República Dominicana y Haití, y en el control del canal de Panamá, entonces en ejecución por una compañía francesa.
Lo que había advertido a amigos en cuanto al peligro de aquel intercambio para la soberanía de las repúblicas del Continente, y su temor de que estados de nuestra región apoyasen el paso de su patria al vecino norteño, impelió a Martí a acelerar desde entonces varias acciones para cortar ese rumbo de los acontecimientos. Para eso disponía entonces de sus colaboraciones para los diarios El Partido Liberal, de México, y La Nación, de Buenos Aires en los que publicó catorce escritos (tres en el mexicano y once en el argentino), durante todo el tiempo que duró la Conferencia, del 2 de octubre de1889 al 19 de abril de 1890 cuando cesó sus labores.
Desde el primero de esos textos, datado el 28 de septiembre para La Nación, tras relatar la llegada de los primeros delegados del sur, el cubano, aunque aclara que escribe una crónica y no un estudio, en verdad desnuda los objetivos imperialistas de la nación convocante: “arraigar la convicción de que es de la conveniencia de sus pueblos comprar lo de este y no de otros, aunque lo de este sea más caro, sin ser en todo mejor, y aunque para comprar de él hayan de obligarse a no recibir ayuda ni aceptar tratos de ningún otro pueblo del mundo.”
La segunda crónica para Buenos Aires, del 4 de octubre de 1889, se refiere a la inauguración del encuentro, sesión en la que dice Martí: “Ya ha habido esgrima, intriga, calumnia.” Alude así a la presión de la delegación estadounidense para que Blaine fuera electo el presidente de la reunión.
Significativo de esta crónica es también cómo el cronista copia las frases de varios periódicos que exponen con claridad los objetivos de la reunión en Washington. Uno señala: “el discurso de Blaine, lleno de evasivas sonoras.” Otro declara: “El Congreso americano de Blaine.” Un tercer diario señala: “Ha llegado la hora de hacer sentir nuestra influencia en América”. Y otro más: “Están vendidos a los ingleses estos sudamericanos que se le oponen a Blaine.” Así, como lo expresó más de una vez, Martí empleaba las propias ideas que se manejaban en Estados Unidos para demostrar el objetivo dominador de aquella Conferencia promovida por el gobierno de ese país para convertir a nuestra América en su dominado traspatio. Martí estaba en su gran batalla antimperialista.
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