Martí afronta al autonomismo (II)
24 de febrero de 2023
|El 22 de septiembre de 1892 Martí publicó en “Patria” un escrito titulado “El lenguaje reciente de ciertos autonomistas” en el que su pluma sale al paso de las declaraciones de varios dirigentes del Partido Autonomista contra la labor patriótica del Partido Revolucionario Cubano.
Sin perder la paciencia ni acudir a un lenguaje insultante, el Delegado defiende la solución armada para los problemas cubanos que proponía su Partido. Así declara que la “indignación sería justa, y enteramente racional” entre quienes trabajaban para llevar al país a la guerra liberadora del colonialismo hispano, Compara la siempre rechazada autonomía por la monarquía con la Guerra de los Diez Años y rechaza que “los que en la súplica desdeñada no han logrado para su país tanto como logró la guerra interrumpida, osasen compararse con los hombres que solo por la guerra les lograron al menos las libertades con que suplican.”
De ese modo, su crítica al autonomismo se asienta en el planteo de que la propia existencia de esa agrupación política fue una concesión colonialista ante el temor de una nueva contienda liberadora y llama a la conciencia y el honor de los seguidores de ese partido: “Los que no tienen el valor de sacrificarse, han de tener, a lo menos, el pudor de callar ante los que se sacrifican —o de elevarse en la inercia inevitable o en la flojedad, por la admiración sincera de la virtud a que no alcanzan.” Y remacha su llamado al honor de los autonomistas ante los patriotas: “Debe ser penoso mostrar desprecio a los hombres desinteresados y viriles.”
Con lucidez, Martí analiza las consecuencias desastrosas para la patria s hubieren conseguido sus propósitos los autonomistas: “”el funesto imperio de una oligarquía criolla”, “cuya existencia solo se hubiera podido mantener por la liga encubierta con el poder español o por la entrega a una civilización extraña. Ese era el peligro del autonomismo, y para salvar a los cubanos de él, autonomistas o no, hemos acá afuera, trabajado y vivido.”
El Delegado, pues, expresa claramente que la independencia planteada por el Partido Revolucionario Cubano, era obra salvadora para todos, incluidos los propios autonomistas, no solo porque eliminaría al antiguo poder colonial sino que al mismo tiempo evitaría la anexión de Cuba a Estados Unidos. Y para que no quedara duda acerca de a quién se refería cuando hablaba de una “civilización extraña”, continúa explicando que después de la independencia habría de alcanzarse ante las fuerzas sociales “que, por el enconado apetito del privilegio, y el hábito y consejo de la arrogancia, y la docilidad de las preocupaciones naturales en Cuba, pudieran impedir, aún después de la independencia, el equilibrio justiciero de los elementos diversos de la isla, y el reconocimiento, ni demagógico ni medroso, de todas sus capacidades y potencias políticas, sin el cual vendría la patria, desmigajada en la continua guerra, a parar en el yanqui aniquilador y rapaz, retardando acaso… la distribución natural y conveniente de los pueblos del mundo.”
El político previsor, de mirada universal hacia el futuro, señala cómo el quehacer autonomista contribuía al riesgo enorme de no conducir a la república nueva de unidad, justicia social, paz y trabajo, sino a la anexión a Estados Unidos, suceso que alteraría las relaciones internacionales. Estadista de altos quilates demostraba ser Martí.
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